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Enfundado, como casi siempre, en su traje negro, miró con recelo al concursante, con los mismos ojos deslumbrados de un gato en la oscuridad. Cruzó los brazos, los apoyó en la boca del estómago, como buscando contener los nervios y las palabras, y observó el plato que tenía delante: pimientos asados, gambas y una patata mal cocida que simulaba la cabeza de un león.
La receta le valió la expulsión a su autor, concursante de la tercera edición de MasterChef, y a los espectadores nos sirvió para descubrir la severidad de Pepe Rodríguez, disimulada tras la figura del cocinero de hambre insaciable, que chupa las cabezas de gambas y langostinos en cámara y que defiende la tradición por encima de la vanguardia.
"A mí me gustan los guisos populares, las gachas, las migas. Esos platos que te comes y que te hacen volver a casa como nuevo", nos cuenta enérgico una mañana de sábado mientras ultima la compra del género para el 'El Bohío', en Illescas (Toledo), donde trabaja desde sus veintipocos.
El restaurante es herencia familiar: Pepe y su hermano Diego son la tercera generación, era el único bar de carretera entre Madrid y Toledo antes de la guerra civil, debe su nombre a la construcción caribeña de palmas y cañas (regalo de la Cuba natal de su madre) y hace honor a la cocina castellano-manchega y a sus contundentes porciones.
Reconoce que, aunque le gustan todos los restaurantes "grandes" –'DiverXO', 'El Club Allard', 'La Terraza del Casino', 'DSTAgE'–, poco habría de innovador en nombrarlos. "No tiene ninguna gracia. Esos nos gustan a todos. Ya sé que ahí se come bien, pero me gustan los sitios más desenfadados, más canallas. Así que de esos te voy a hablar", advierte.
El primer nombre que le viene a la cabeza es el de Julio (Yong Ping Zhang), porque "hace unas mezclas maravillosas, domina muy bien la técnica y el resultado tiene gusto y gracia". A Pepe le gustan los sitios divertidos y con buenos precios, por lo que esta propuesta le resulta "imbatible" en Madrid.
"Soy un loco del pulpo y el mejor del mundo me lo como en 'La Gran Pulpería'. ¡Es extraordinario!". Este local, con tres direcciones en Madrid, fue un descubrimiento de Eva Sanz, directora de MasterChef, quien no tardó en presentarle al cocinero su gran hallazgo.
Sí, es cierto que Sacha Hormaechea es otro de los grandes nombres de la restauración madrileña, pero "no falla". De hecho, es de sus infalibles y en el que siempre repite: "¡Qué maravilla! ¡Qué cabrito! ¡Qué bien lo hace!".
Confiesa estar enamorado de este sitio por ser perfecto para comer de pie, tomando una caña bien tirada. "Me gusta por la atención, la materia prima y la manera de comer", dice, siempre que no vaya con niños porque se cansan y quieren sentarse. "Ir con amigos a la barra de 'El Doble' debería ser de obligada concurrencia pública, por lo menos una vez al año, así como va un musulmán a La Meca".
Cuando busca desenfado, una comida informal y los sabores originales de Castilla-La Mancha se escapa a Villacañas. Sus indispensables: los guisos y las gachas.
Confiesa que gambas buenas hay muchas, sin embargo la mejor se la ha comido en Dénia, en casa de su compañero de oficio, Quique Dacosta. "Mira que me chupo las cabezas, pero cuando te pega una que es un 10 en cocción y en hechura no puedes sino comértela entera. Y sin ningún pudor".
Su recomendación informal en Baleares, porque "es maravilloso para tapear, tiene vinos estupendos y precios extraordinarios".