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El campo mallorquín: Puestos del mercadillo de Andrax (apertura)

Mercapalma, mercados y huertas se adaptan a la nueva realidad

El campo mallorquín se reinventa

Actualizado: 10/05/2020

El trasiego constante de cocineros, proveedores y encargados de restaurantes de hoteles en las naves de Mercapalma se ha sustituido estas semanas por el de los payeses, que cargan cajas de frutas y verduras para distribuirlas a particulares casa a casa. Algo parecido ocurre en las huertas de naranjas de Sóller, donde las ventas online han crecido exponencialmente, también con destino fuera de la isla. Y en los mercados, los rostros de nuevos compradores se mezclan con los de la clientela habitual, que se ha tenido que acostumbrar a las distancias y acudir al mercadillo con el carro de la compra y la mascarilla.
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Las pilas y filas de cajas y cestas llenas de verduras aguardan ser transportadas. El trasiego de carros sobre la acera gris del muelle de Mercapalma es constante. "Estamos repartiendo 400 cestas al día por toda Mallorca, desde Alcudia hasta Calviá, puerta a puerta a particulares. Esto antes no lo hacíamos, pero al cerrarse hoteles, restaurantes y colegios, no queda otra", dice Francis Pomares, de 'Frutas Bon Any', mientras carga otro carro en su furgoneta blanca.

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Jesús y Carlos Pastor son padre e hijo. Tienen una pequeña huerta en un pueblo cerca de Valencia y distribuyen sus productos en las zonas turísticas de Mallorca, Arenal, Palmanova y Magaluf. Ellos también se han animado a repartir cestas a domicilio. "Hoy repartimos 30 pedidos grandes, de tres o cuatro cajas cada uno para toda una semana", indican. "Para entrar en los hogares de personas mayores, llevamos una mascarilla especial; ellos lo agradecen y se sienten más seguros".

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Serpenteando por las amplias avenidas rodeadas de remolques vacíos, los grandes almacenes frigoríficos como 'Palma Fruit' abren y cierran sus puertas automáticas de lona y plástico. Las verduras sobre palets, a un lado; las frutas de Mallorca, al otro. Los clientes revisan en un papel su pedido y precio, casi todos tienen pequeñas fruterías en los barrios más poblados de la capital e Inca. Transpaletas eléctricas y manuales pululan por la gran nave.

Un tráiler espera en el muelle de carga de Terracor. Ronald lleva 12 años trabajando en Mercapalma, colocando los palets en el recuadro de salida de producto. Tiene cierta maña en el manejo de la carretilla. Llama a sus compañeros Claudio y Yooussef para meter las frutas y verduras, recogidas apenas ayer del huerto de Manacor, en un camión que irá rumbo a Porreres.

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Mientras, el sevillano Raúl Álvarez, de 28 años, se despide de algunos colegas. Tiene un vuelo por la tarde, en el que regresa a su casa, ya que solo ha conseguido trabajo para un par de días a la semana. Las ventas en Mallorca han descendido durante la cuarentena un 70 % debido al cierre de hoteles y restaurantes, cuando el verano pasado venía todos los días a este centro de distribución en la capital balear a trabajar.

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Las nuevas caras en los mercados de Palma y Andratx

Uno de los barrios más poblados y urbanitas de Palma es el barrio de Pere Garau. En el centro de su plaza, un mercado con varias entradas cerradas por la Policía con vallas. Dentro, sobre un suelo de baldosas beige con líneas rojas que marcan la distancia de seguridad, el público compra con prisa, algunos acompañados con hijos, todos con mascarillas. Pocas tiendas abiertas: una pollería, una herboristería, dos pescaderías y unas cuantas fruterías con sus colores ácidos característicos, rojos (pimientos, fresas, manzanas), verdes (lechugas, peras, calabacines), amarillos (limones, plátanos, piñas) y naranjas (zanahorias, calabazas, naranjas).

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La frutería más grande del mercado da a dos calles de la nave. "Ahora vienen más hombres y la gente compra más cantidad que antes, no les queda más remedio que comer en casa. Alguno incluso se atreve con productos nuevos para cocinar", dice Bárbara, de 'Oliver Frutas y Verduras', atendiendo a un cliente.

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Frente a ella, otras dos fruterías más, 'Es Nostre Cantonet' y 'Can Damiá'. "Los clientes están empezando a mirar el precio según el producto; por unas fresas no les importa pagar 5 euros, pero no por unas berenjenas", sostienen los propietarios Ricardo Salazar y Toni Sacarés. Según datos del Ministerio de Agricultura, en algunas semanas del confinamiento, el consumo de frutas frescas, hortalizas y patatas en los hogares llegó a aumentar más de un 65 % respecto a las mismas semanas de 2019.

Son pocos los mercados al aire libre que continúan funcionando en este estado de alarma en Mallorca. Uno de ellos es el de Andratx. Hace unos meses miles de personas podían disfrutar de una compra ecológica y de variedad entre sus más de 100 puestos, repartidos en siete calles. Hoy solo quedan siete puestos en el paseo principal. Como en el mercado de Pere Garau, una línea en el suelo demarca la distancia entre el cliente y el género que se exhibe.

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Entre la mascarilla y una gorra roja no se reconoce a Margarita, de no ser porque siempre atiende junto a su hijo y por la manera tan vivaz de moverse entre las verduras. "Esta situación nos ha servido para captar nuevos clientes: jóvenes que trabajaban por las mañanas y no podían venir al mercado", comenta la gerente de 'S´hort des Pla', mientras pesa unos pimientos verdes. "Los vecinos nos dan las gracias por ir a los pueblos, porque hay mercados en donde estoy yo sola vendiendo", añade.

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Marcos atiende otro de los puestos, 'Hortales'. "Ahora conozco a mucha más gente, ya que antes solo venía la mujer y ahora una semana viene el marido, la otra el hijo o la hija... Hay clientes que compran para otras vecinas", afirma. "Hace un tiempo que no nos lo dicen, pero la primera semana nos daban las gracias por estar despachando", sostiene orgulloso Marcos, a la vez que va sirviendo en una cesta de mimbre unas estupendas naranjas recogidas en Sóller.

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Cestas de naranjas de Sóller, de puerta en puerta

Juan Puigserver prepara los utensilios para recoger en su finca familiar las naranjas y los limones que ha dado una tierra rodeada de montañas y bañada por el torrente que bordea sus campos. El huerto de sa Vinyassa, con 18.000 m2, es un paraje privilegiado al pie de los peñascos de la Sierra de Alfabia, entre Fornalutx y Biniaraix. Es un lugar idílico para pasear, disfrutar de un ambiente de paz y conocer la historia de los naranjos de Sóller. La 'Finca Ecovinyassa' mantiene una agricultura ecológica, en la que los frutos maduran en el árbol y de ahí van directamente a la producción de mermelada, hierbas ecológicas para infusiones, cáscaras de naranjas y limones y la propia fruta.

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En Sóller se mantiene una tradición de producción de cítricos desde hace muchos años. Su peculiar ubicación en la isla hizo que en el año 1863 se exportaran más de 3 millones de naranjas a Marsella por mar. Hoy en día esa producción se canaliza a través de la Cooperativa de Sóller. Su filosofía se centra en trabajar los huertos de naranjos y olivares "con criterios de sostenibilidad, ayudar a los cuidadores de los recursos de la Sierra de Tramuntana, potenciar la comercialización de productos frescos y de calidad, ayudar a la conservación del medio ambiente y ahorrar recursos para que los puedan disfrutar las generaciones futuras", según sus responsables.

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Actualmente, la cooperativa está formada por 293 pequeños agricultores de los municipios de Sóller, Fornalutx, Deià y Valldemossa. Posee una tienda donde se pueden comprar sus productos. "Al cerrar los hoteles y restaurantes de la comarca, hemos de repartir el fruto de otra manera. Así que hemos creado un sistema de compra online, a través del cual ya hemos entregado 9.000 cestas en 15 días a particulares", confirma Marga Morey, ingeniera agrónoma y técnica en la cooperativa. "En esta semana esperamos recolectar 12.000 kilos de cítricos, de los cuales un 70 % van directos para consumidores de Alemania", apostilla Toni Sánchez, encargado del almacén.

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"El campo no es para todos"

Al otro lado de la isla, en la comarca de Levante, hace una hora que el sol se levantó en el horizonte, y Lilly Yessenia, Álvaro Ocampo y Eulalia Mogollón esperan al resto de compañeros. Bajo un gran invernadero de Manacor se esconde un manto de colores donde predomina el verde, una extensión de terreno llena de hierbas aromáticas, flores y verduras que los hortelanos temen que se echen a perder, ya que no han dejado de crecer aunque no se les haya podido dar salida en un sector hostelero cerrado.

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A un lado de la carpa del invernadero, donde los trabajadores se afanan en recoger fresas y plantar hierbas aromáticas, rodeada de acequias, luce una mesa larga de madera con sillas vacías. En ella se realizaban hasta hace poco menús degustación de producto autóctono para los visitantes que lo solicitaban de la mano del chef Biel Cornet. Cuenta Maties Adrover, promotor de la iniciativa, que su objetivo es "producir una variedad que esté rica, un cultivo bien llevado y recolectado en su punto óptimo; esto es lo que intentamos enseñar al consumidor mediante este proyecto. La gente se queda sorprendida de la producción que tenemos en la isla". Prometen que lo retomarán en cuanto les den permiso, porque, como recuerda Maties, "esto es el campo y tenemos espacio de sobra para que los comensales estén bien separados".

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En un terreno largo y llano se observa una gran variedad de lechugas. Pedro Cortés y Otoniel Sánchez las recolectan con mimo, mostrando su destreza en el manejo del cuchillo. Tardan poco en acabar la linde. "Somos de 25 a 30 fijos todo el año, y para la temporada fuerte, unos 60. En años anteriores venían temporeros desde Colombia, pero ahora solo han podido llegar 9; al resto no les dio tiempo. En 15 días empezamos con los frutales y las horas de recogida se disparan, necesitaremos muchos más trabajadores", comenta Adrover.

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"Tenemos jornaleros procedentes de otros trabajos, hostelería mayormente, pero somos conscientes de que habrá muchas altas y bajas. La gente acaba diciendo 'esto no es para mí', y no es que el campo sea tan duro hoy en día como lo era antes, pero se trabaja al sol, te tienes que agachar, y esto no es para todos", se lamenta el manacorí. Antes de la llegada del turismo, los mallorquines vivían de la agricultura. Los payeses daban mucho valor a la tierra cultivada. Tanto era así, que el primogénito de la familia heredaba las tierras más alejadas del mar, pues eran las mejores para cultivar. Hoy en día, el terreno más caro es el que se encuentra pegado a las playas, donde se han instalado las cadenas hoteleras y millones de turistas comen y duermen durante la temporada alta.

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"Entre los cinco socios que somos en la Sociedad Agraria de Transformación (S.A.T.) tenemos 130 hectáreas de hortícolas y 45 de frutales. El 70 % de la producción se va a hostelería y restauración de la isla", cuantifican con preocupación. Temen que todo se eche a perder. Por eso, las Consejerías de Agricultura y Pesca y de Asuntos Sociales se van a encargar de comprar a los agricultores de las islas sus excedentes, con el doble objetivo de ayudar al sector primario en un momento en el que la demanda ha caído, así como garantizar el suministro de alimentos a los colectivos más desfavorecidos del archipiélago. A la espera de que llegue un nuevo tiempo, una nueva normalidad.

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