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Plantas con sabor a otras cosas que no son plantas, como la hoja de ostra o la de champiñón, flores comestibles, hortalizas baby, tubérculos de los que se aprovecha todo, verduras de llamativos colores… Todo atrae, todo interesa. La cocina de vanguardia busca innovación desde la génesis, desde el propio huerto. Bien lo saben en 'Karabeleko', una finca de agricultura ecológica situada en Hernani, en la húmeda ribera del río Urumea, que se ha convertido en proveedor de muchos restaurantes que demandan productos hortícolas fuera de lo común.
El proyecto lleva en funcionamiento tres años y atesora un mérito reseñable, por buenas y diversas razones. Se trata de un huerto terapéutico, sin ánimo de lucro, que persigue la rehabilitación psicosocial y la reinserción de personas en riesgo de exclusión social (sobre todo afectados por enfermedades mentales). Para ello cuenta con dos hectáreas de terreno en exterior, unos 1.200 metros cuadrados de invernadero y otro espacio hermoso dedicado a la ecotienda.
Oier Lurramendi, uno de los responsables de la finca, lo cuenta con claridad diáfana: "La creación fue bastante particular, los terrenos son de Agifes (Asociación Guipuzcoana de Familiares y Personas con Enfermedad Mental), pero sin la intervención de Kimu Bat, una empresa de paisajismo de Azpeitia y Blasenea, que es un vivero que hace plantel en ecológico, de los pocas de la zona, no se hubiera podido dar forma al proyecto".
Porque 'Karabeleko' tiene vocación de autosuficiencia, vamos, que aspiran a un futuro, y para ello se basan en tres sólidos pilares: los grupos de consumo –empezaron vendiendo 60 cestas de hortalizas de estación semanales y ya van por las 130–, otro es el servicio como proveedores para distintos restaurantes reconocidos de la zona –entre otros 'Kokotxa', 'Casa Urola', 'Café Botanika', 'Hotel Aizkorri', a 'Fuego Negro', 'Ni Neu', 'Hotel María Cristina', etc., así hasta 14 establecimientos– y finalmente la ecotienda donde despachan plantel hortícola, plantas culinarias, aromáticas, ornamentales, semillas, frutales, insumos, herramientas… e incluso algunos productos ecológicos de artesanos de la zona como pan, leche, huevos o aceite, entre otros.
En la experimentación está la clave, la enjundia del proyecto. En 'Karabeleko' trabajan con variedades autóctonas y también del extranjero para ver cómo se adaptan a estas tierras, hacer las cribas necesarias y sacar conclusiones en ensayos que luego hacen públicos. La divulgación de la agroecología en la sociedad es una de las banderas que tienen a gala y eso les permite trabajar con la chavalería, con escolares a los que ir inculcando desde los inicios.
En una extrapolación podríamos aplicar aquí la célebre frase de La Rochefoucauld, que decía que "comer es una necesidad, pero comer con inteligencia es un arte", porque no me negarán que producir para comer también es una necesidad perentoria, pero hacerlo con sesera es, como en aquel famoso eslogan televisivo, lo más plus.
Oier recuerda uno de los ensayos que mejores resultados dieron: "Durante tiempo trabajamos el mundo de las crucíferas, básicamente con brócolis, berzas y coliflores. En esta zona, toda la vida se han plantado en agosto y septiembre y se cosechan en invierno pero trajimos unas 14 variedades de coliflor y 10 de brócoli, del norte de Inglaterra, que eran bastante precoces, hicimos la prueba de plantar en marzo para tenerlas en verano, en junio y julio, y el resultado fue muy interesante. Nos ayudó mucho una bióloga de Pamplona con la que colaboramos".
Entre las hortalizas autóctonas, –se les llama así a las variedades que se llevan trabajando en el territorio desde al menos 30 años–, el tomate es el Luis XIV de Euskadi, el auténtico rey sol de la huerta. En 'Karabeleko' se han dedicado a reproducir semillas autóctonas y compartir experiencias sobre sus usos culinarios con los cocineros. Actualmente, tras una criba para determinar las mejores, se trabaja con más de diez variedades, entre las más conocidas el llamado borracho de Arretxabaleta, u otras como Pikoluze, Loidi o Igeldo, pero hace un par de años llegaron a tener hasta 60 clases de todo el mundo, pudiéndonos encontrar con tomates azules, blancos, en forma de plátano, cherrys enanos y otras singularidades que dejaban al personal con cara de absoluto asombro.
La pregunta parece de recibo. ¿Y qué demandan hoy los cocineros de vanguardia? ¿qué productos están ahora de moda? Lean y asientan si se han dado una vuelta por los restaurantes de cocina creativa en los últimos tiempos, los reconocerán en estas líneas.
"El tema de los tubérculos está dando mucho juego", nos ratifica Oier, "las ocas de Perú, la alcachofa china o también llamada Krosne, que tiene un sabor que puede recordar a la nuez; también estamos trabajando con capuchinas tuberosas, que dan un tubérculo comestible muy especial, aunque se pueden comer la hoja y la flor también", enfatiza.
Pero no queda ahí la cosa, el mundo de los chiles y los picantes es un filón, en 'Karabeleko' se cultivan más de 25 clases distintas, por supuesto el de las flores comestibles y los brotes de hortalizas, con más protagonismo en las cocinas modernetas que Carlota Corredera en la tele, o las verduras de pasarela, como esas acelgas que lucen pencas de colores llamativos, amarillo, rosa o rojo, en vez del habitual blanco.
Olvidémonos del geranio y el pensamiento como única flor comestible, aquí se cultivan hasta 12 diferentes, y hortalizas baby, como esas zanahorias enanas, moradas, amarillas, blancas o naranjas, que tienen una concentración de azúcares fetén.
Otros hits de estos tiempos modernos: las plantas con sabor, como la hoja de de champiñón o la de ostra, con una esencia marina asombrosa, la flor de ajo, con cierto sabor metálico, las patatas multicolor, llevándose la azul la palma, el guisante lágrima, una excéntrica y delicada criatura por la que en estos lares se paga oro, u otras singularidades dignas de conocer.
Puede que los huertos de futuro sean huertos con inquietudes y propósitos, como este, y puede que no, ¿quién lo sabe?, pero ajenos a vaticinios de futuro en 'Karabeleko' continúan con su labor a través de cursos de agricultura ecológica y sensibilización, de una duración de tres a cuatro meses, que tienen como máximos destinatarios a los presos de la cárcel de Martutene, pero también a través de otras actividades dirigidas a escolares, alumnos del Basque Culinary Center o simple y llanamente a gente que esté interesada en ampliar sus conocimientos en este campo.
Esta iniciativa tan peculiar es posible actualmente gracias al trabajo de 23 personas, entre trabajadores y voluntarios de Agifes. La singularidad es aquí tesón y hasta belleza, así que solo cabe pedir que les dure mucho tiempo, y, en plan cura inspirado, rematar con un ¡amén!
KARABELEKO - Portu Auzoa, 34. Hernani. Tel. 943 55 75 24.