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Identificarlos por la vista no es fácil, cosa bien distinta es por el gusto e incluso por ese oído que capta el sonido de su peculiar crujido cuando se muerde. Un abanico de sentidos que confluyen en la variedad más apreciada. El tomate raf es el amo.
"Distinguir a ojo un tomate raf de pura rama de un impostor no es fácil". Y eso lo dice David Baños que, en la cooperativa CASI, pasa buena parte del día rodeado de ellos. Surcado en la superficie, con cuello verde en la parte superior, estrella en su parte inferior que no ha de estar atigrada en los tonos. Ese sería el retrato robot de este producto estrella de CASI en la nave situada a las puertas de Almería capital y dedicada casi al 90 % al tomate. "El raf, prosigue Baños, se nota en la textura y en el color, es más brillante; en la parte de abajo nunca está rayado aunque sí lo puede estar en el lateral como prolongación del verde del cuello".
Aun con esos descriptores, como advierte, no es una tarea sencilla su distinción con otros muy similares, casi idénticos. Quizás por ello la mitad del que se vende como tal no lo es, según aseguran los agricultores-cooperativistas. El raf ocupa el liderato de una Liga de variedades con casi medio centenar de participantes. "Su cualidad fundamental, resume David Baños, es el equilibrio entre la acidez y el azúcar". Un punto que se alcanza en condiciones de cultivo complejas: terreno pobre, climatología adversa y agua salina.
Cajas de corazón de buey, rebelión, tomate de pera, cherry, rosados o adora, la variedad que supone la prueba más exigente para distinguirla de un raf, aguardan apiladas a ser recogidas por los camiones tras la subasta. El kilo de raf ha salido ese día de la puja a 3,85 euros el kilo.
"La subasta, explica Miguel Vargas, presidente de la cooperativa, se lleva a cabo, todos los días excepto el lunes". La cita es en una amplia y moderna sala a partir de las nueve de la mañana, hora en que los bróker ocupan plaza atentos a la pantalla que da cuenta de lo que se expone y, principalmente, al pulsador para estar rápido y hacerse con la mercancía. "El vendedor, detalla el presidente y agricultor, fija el precio de partida y, a partir de ahí, entre 70 y 80 profesionales, la mayoría nacionales aunque, más o menos, luego la mitad de lo que se almacena en CASI sale a Europa, compiten por llevarse el género". En kilos, entre 800.000 y un millón al día, y hasta tres millones en excepcionales ocasiones procedentes de 1.800 agricultores cooperativistas.
Dos de ellos, Emilia y Jorge, se encargan de uno de los invernaderos cercanos al almacén central. Una estructura de metal y plástico que, como insisten en aclarar desde la cooperativa, "responde a la necesidad de proteger los productos de las inclemencias climatológicas como el granizo y, principalmente en el litoral almeriense, de los fuertes vientos".
Es decir, su propósito es dejar claro que el cultivo en invernadero, que arrastra una cuestionable fama, al menos el de los suministradores de CASI, no es menos ecológico que el habitual. "En estos invernaderos, afirman sus responsables, se lleva a cabo un control integrado, el uso de productos fitosanitarios se minimiza y se apuesta por realizar el control de plagas mediante fauna auxiliar".
El objetivo general es lograr cultivos sanos con la mínima alteración posible de los agroecosistemas y, por tanto, en ese contexto la promoción de los mecanismos naturales de control de plagas se antoja imprescindible. Dentro de ella, a su vez, destaca como mecanismo natural la fauna auxiliar referida o, lo que viene a ser lo mismo, la suelta en el interior del invernadero de insectos y ácaros que parasitan o depredan a los insectos y ácaros perjudiciales que invaden los cultivos. Unos cultivos que en el caso del tomate, variedades raf y adora en el invernadero visitado, tienen una vida cercana al año. Una vez finalizado el ciclo, el invernadero queda vacío y en el mes de agosto, tras los meses de descanso de junio y julio, se vuelve a plantar.