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El jaleo propio de un mercado de abastos se abre paso tras la puerta del impresionante Mercat Central de Valencia. Un edificio modernista con puestos habituales de fruta y verdura fresca, donde la huerta de la zona se luce con orgullo; también pescados, carnes, salazones, azafrán… y una barra que se llena hasta la bandera: Central Bar.
Lleva trabajando a todo gas desde 2012 y, con ella, Ricard Camarena ha logrado ubicarse en el epicentro del producto, algo que el chef valenciano adora y respeta. Ocupa un puesto de mercado abierto a dos pasillos y tiene dos barras, en torno a las que se arremolinan, pacientemente, turistas, locales y paladares de paso.
Nos acomodamos. Mantel de papel, carta y una sonrisa –copa de Malkerida, por favor–. No se nos ocurre mejor manera de empezar que con este 100 % bobal de la zona. Revisamos los espejos donde se anuncian las sugerencias del día fuera de carta: gamba roja, cañaíllas, clotxina valenciana o bacalao en tempura con pisto, entre otros. Y revisamos carta, con raciones frías, calientes y bocatas, y una alegría en forma de medias y unidades.
Nos recomiendan la ensaladilla y a por ella nos lanzamos, sabrosa y suave; también las croquetas de pollo rustido, un bocado increíble. Y, por supuesto, los bocadillos. “Los que más se piden son el ‘Ricard Camarena’ y el ‘Canalla’, pero este último solo os lo recomiendo si os gusta el picante”, nos dice el camarero. El primero de lomo, cebolla, mostaza y queso. El segundo de morcilla picante, revuelto y pimiento encurtido. Sabrosos, jugosos y buenísimos.
Disfrutamos de nuestra barra mientras observamos la que otros viven en ese mismo instante. La pareja con la que compartimos codo está apurando unas bravas de pinta estupenda; más allá, una familia de turistas extranjeros pide una segunda de cañaíllas; a lo lejos, sirven gazpachos, buñuelos y más bocatas.
Son las 15.10h y se nota que el ritmo empieza a bajar. Los puestos del mercado están echando el cierre y a Central Bar le quedan 20 minutos de cocina. “¿Quedan gambas? Dos ¡Oído!”, se oye. Aún hay algo de cola, mientras la cocina, abierta, sigue despachando comandas perfectamente ordenadas.
Depende de lo que pidas, pero el ticket medio puede rondar los 15 euros, que justifican de sobra una experiencia más que recomendable. A juzgar por los locales que esperaban y saludaban amigablemente al equipo, es muy probable que no seamos los únicos que lo pensamos.