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Es sábado a mediodía y el sol luce intenso en el cielo onubense. Una suave brisa marina trae consigo los aromas del verano dando un respiro a quienes no paran un instante entre las paredes del ‘Bombadill’. El movimiento en este chiringuito a pie de playa comienza a ser frenético. ¿La razón? Tienen las reservas completas para el almuerzo y todo debe de estar perfecto para cuando comiencen a llegar los clientes.
En medio del vaivén de camareros poniendo a punto cada rincón de sus espacios, Mari Carmen analiza la situación: no hay nada que se le escape. Y es que 30 años al mando del que es, desde hace mucho, uno de los chiringuitos más emblemáticos de Isla Canela, le han dotado de una experiencia incomparable. “Un par de chiringuitos más allá, hay otro que lleva el mismo tiempo que yo. Somos los más antiguos del lugar”, asegura.
Mari Carmen sube y baja sin cesar las escaleras que conectan la sala principal del chiringuito con la terraza, desplegada sobre una tarima de madera colocada en la arena a escasas decenas de metros de un océano cuyas aguas son toda una tentación. Allí le indica a Said, encargado del exterior del ‘Bombadill’, cómo colocar las mesas para la reserva de siete que está a punto de llegar.
De vuelta al salón principal, diseñado en un estilo mediterráneo salpicado de yutes y cerámicas que invita a relajar pulsaciones y a disfrutar del entorno, se dispone a decorar la vitrina donde se exhibe el pescado y marisco fresco. Entre lenguados, pargos, coquinas y bueyes de mar coloca un par de limones dentados y algunas hojas de lechuga. Ahora sí, todo está listo para arrancar.
“Este negocio lo empecé yo en el 87, aunque no aquí. Antes tuve un bar en Ayamonte, enfrente de la Iglesia de las Angustias. Una cafetería-mercería que bautizamos también como Bombadill en honor a un personaje del libro del El Señor de los Anillos y que abrí con cuatro amigas”, comenta nuestra anfitriona mientras se sienta unos minutos con un café en la mano. “Después una se casó y se fue, otra se casó y se fue… y a los dos años y medio me quedé sola”, continúa.
Fue esa la primera incursión de Mari Carmen en el mundo de la restauración. Una decisión que tomó tras regresar, tras mucho tiempo lejos de Isla Canela, a la tierra que le vio nacer. “Mis padres emigraron al norte, al pueblito pesquero de Ondarroa, cuando yo tenía 13 años. Mi padre era marinero y en aquel tiempo muchos andaluces se fueron para allá a trabajar en la mar. Era todo muy complicado en esa época en el País Vasco y todo nuestro sueño era volver a nuestra tierra”. Algo que, ya de adulta, consiguió.
Tiempo después de quedarse sola al frente del negocio, el Ayuntamiento de Ayamonte decidió sacar a concurso una serie de pequeños chiringuitos temporales repartidos por la playa de Isla Canela y Mari Carmen no lo pensó dos veces. ¿Por qué no probar? En 1987 ya había cambiado las calles del pueblo por la arena y regentaba uno de aquellos, al que le mantuvo, por supuesto, el nombre de ‘Bombadill’.
Después de décadas montando y desmontando su negocio verano tras verano, por fin le otorgaron el permiso para construir un establecimiento fijo que pudiera abrir durante todo el año. El año 2000 fue la fecha clave, desde entonces y hasta hoy ‘Bombadill’, con sus instalaciones en madera y amplias cristaleras, ha sido referente para clientes llegados desde todos los rincones de España deseosos de pasar buenos ratos junto a una de las playas más hermosas del litoral de Huelva.
Las comandas comienzan a llegar y el trasiego se va haciendo cada vez mayor. En cocina, un baile completamente acompasado entre el chef y sus ayudantes da como resultado un listado de exquisiteces tan amplio que uno no sabe por cuál de ellos empezar. Los colores de los tomates, pimientos y cebollas, cortados con esmero para las ensaladas, auguran una explosión de sabores en boca. Los sofritos, que aportarán ese toque único a sus arroces, ya comienzan a desprender su aroma en la sartén. La energía se siente, se transmite. Los 18 trabajadores que componen el personal del ‘Bombadill’ en temporada alta ya no pueden parar.
“Nosotros no somos mucho de cocina vanguardia, somos más tradicionales”, afirma Mari Carmen a la par que Juan, el chef de cocina con el que lleva trabajando desde hace ocho años, anuncia un plato de pescaíto frito listo para servir. Juan, que procedía del mundo de la construcción antes de lanzarse al arte de la gastronomía, ha ido aprendiendo poco a poco y con el tiempo la manera de trabajar de Mari Carmen, que tiene muy claro lo que quiere para sus clientes. “Aquí, sobre todo, apostamos por el producto”, sentencia la anfitriona.
Priorizan, dice, la materia prima, que lo mismo llega desde la lonja de Isla Cristina que de la vecina Portugal. “De allí traemos, por ejemplo, el pan, aunque tenemos de diversos sitios. También gran parte del pescado: la gamba es de la costa de Huelva, pero Portugal faena hasta justo aquí, frente a nuestra playa, así que las de ahora se las compramos a ellos. También vamos a Sanlúcar y a Barbate para los atunes. Buscamos la mercancía donde mejor la hay”, afirma.
Y apuesta por lo mejor no solo en lo que le llega del mar, sino en todos y cada uno de los ingredientes que entran en su cocina. Como en el aceite de oliva, que también tiene firma onubense. “Yo soy muy exigente y no me gusta usar cualquiera, solo utilizo el de AOVE de Candón, al lado de Beas. Hay un molino allí que hace una prensa de aceite verde que está de muerte. El punto es exquisito”, nos cuenta.
Y así, con lo mejor de lo mejor en la despensa, es como han ido moldeando en el ‘Bombadill’ propuestas tan tentadoras como su atún encebollado, su bacalao confitado con salsa elaborada a partir de la propia grasa del pescado, su tartar de atún cubierto de sésamo o su cazuela de rape a la marinera. También son de Huelva las coquinas, servidas en salsa e inigualables. Aunque, reconoce Mari Carmen, lo que más éxito tienen son sus arroces: el problema es siempre por cuál de todos ellos decantarse.
“Hemos tenido una señora, Isabel, que ha estado aquí muchos años, y que tenía una mano para ellos estupenda. Ella siempre decía que la base, el sofrito, se lo había enseñado yo, pero el arte y el punto de cada uno es el punto de cada uno… e Isabel tenía una mano estupenda. Ahora Juan le ha tomado el relevo y lo hace también maravillosamente”. Tanto, añadimos nosotros, que siguen llegándole sin cesar comandas para probar su arroz caldoso, el de mariscos, el de carabineros, bogavantes o negro.
Pero en la parte trasera del ‘Bombadill’ la actividad continúa: allí nos topamos con Isabel, la madre de Mari Carmen, que con 92 años continúa yendo cada día al chiringuito para echar una mano en lo que se tercie. La encontramos con un enorme barreño, pelando gambas con la pericia de quien lo ha hecho miles de veces, mientras hace compañía a Juan Antonio, su otro hijo, que anda atareado con la barbacoa. Sobre las brasas, un puñado de sardinas casi listas para servir.
De eso no tiene duda Mari Carmen: cuando le preguntamos por la playa que lleva contemplando sus logros desde, nada menos, tres décadas atrás, el rostro se le ilumina. Se acerca hasta una de las inmensas cristaleras que hacen las veces de paredes en el chiringuito -porque aquí las vistas siempre son lo primero-, sonríe y señala el inmenso paisaje de arena blanca, reluciente, salpicado de coloreadas sombrillas, que se despliega ante nosotros.
Desde aquí, Huelva le hace un guiño a Portugal: a lo lejos se adivina el alargado espigón de la vecina Vila Real de Santo Antonio, hermosa ciudad fronteriza al otro lado del Guadiana. Sus aguas, más mansas, se funden con las del Atlántico en este preciso lugar. “Aunque esté en un pico de estrés, no importa: miro esta maravilla y ya me relajo”, reconoce nuestra anfitriona.
Porque es precisamente esa playa, la de Isla Canela, la que le vio disfrutar de sus primeros baños en el Atlántico siendo tan solo una cría. Cuando aún no existía carretera que conectase la isla con las casas del pueblo. Cuando tenían que esperar a la bajamar para poder alcanzar su orilla. Cuando, aquella postal por la que tantos y tantos bañistas recorren kilómetros cada verano para disfrutarla, formaba ya parte de ella. De su historia. De su vida.
Y el ‘Bombadill’, de eso no hay duda, ya será para siempre, por los tiempos de los tiempos, parte de la historia de este pequeño paraíso que es Isla Canela.
‘BOMBADILL’ - Paseo de Los Gavilanes, s/n. Isla Canela, Huelva. Tel. 616 21 26 88.