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Organizar una cena y sesión de té al estilo Downton Abbey: escena de grabación de la serie

Cómo toman el té los ingleses y el protocolo de la mesa

Guía gastronómica para los 'downtonmaniacos'

Actualizado: 06/06/2022

Fue todo un fenómeno en su estreno en 2010 y aún hoy sigue cosechando éxitos en su difusión en las plataformas de streaming o en abierto. De la serie Downton Abbey -de la que se declaró fan la misma reina Isabel II- han salido dos películas (la segunda hace pocos meses en cartelera), novelas, libros de cocina, viajes temáticos... Para todos los downtonfans les ofrecemos claves para montar una merienda inglesa con el té como protagonista u organizar una cena al más puro estilo de la familia Crawley, aunque no se posea castillo.
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Me preguntan en un programa de radio que analiza la serie de la televisión británica Downton Abbey, desde el punto de gastronómico, qué haría yo si la familia Crawley al completo viniera a mi casa a tomar el té. Lo tengo muy claro: invitarles a una buena cafetería para no tener que recibirles en casa, porque, aunque la hora del té es un momento de relajación en el que la familia prescinde del personal y se sirven de un buffet dispuesto en la biblioteca, tiene sus normas.

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Por ejemplo, si se toma sentado solo hay que levantar la taza; pero si se toma de pie, lo más correcto es acompañar la taza con el plato. Las pastas no se mojan dentro del té y si se utiliza la cuchara para removerlo, no debemos lamerla al terminar, ni la dejamos dentro. Y nada de soplar para intentar enfriarlo, ni sorberlo ruidosamente. Si se le añade una nube de leche, que no suponga más de un 20 % y se puede tomar una taza o dos, pero tres se considera excesivo.

Para el buffet que acompaña la recomendación es té negro en hojas infusionadas a 95ºC durante no más de 5 minutos, para que no amargue, scones con crema de Devon, mermeladas, pastas y pequeños bocaditos salados tipo sándwich. En el libro The official Downton Abbey cookbook, de la historiadora gastronómica Annie Gray, podemos encontrar las recetas tradicionales por si lo vamos a preparar en casa, pero insisto, en todas las ciudades hay cafeterías, pastelerías y chocolaterías, recogidas en la categoría de Soletes de la Guía, encantadoramente antiguas o deliciosamente modernas, que siempre huelen a mantequilla, a chocolate, a café y a felicidad, y que merece la pena visitar. ¿O es que hemos perdido la costumbre de reunirnos alrededor de un chocolate con churros? Pues es una buena opción desde hace siglos, sobre todo para las mujeres, cuando no les dejaban entrar en las tabernas y se reunían en los salones de té.

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También me preguntaron en esa entrevita por el protocolo que siguen los Crawley en la mesa a la hora de la cena que, para esta familia de aristócratas, es la comida principal. Pues se sientan a la inglesa, presidiendo los anfitriones desde el centro de la mesa a ambos lados, menos cuando reciben a invitados de mayor rango, como sucede en la visita del rey Jorge V y la reina María, a los que cedieron dicha presidencia. El resto de los comensales se acomondan según la precedencia establecida por su rango, siguiendo el sistema cartesiano: guardando la alternancia de sexos y el descanso matrimonial; ósea, que las parejas no se sientan nunca juntas, salvo el día de su boda.

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Por cierto, los reyes traen a su propio chef francés, algo muy propio de la época, para preparar un almuerzo con platos de alta cocina francesa, hecho que, en la serie, los sirvientes de la casa impiden para ofrecerle la cocina casera del Condado de Yorkshire. Lo que me parece más curioso de la serie es que esta familia de nobles tenga a la señora Patmore, y no a un hombre oficiando en su cocina. El puesto de cocinero siempre ha sido muy valorado y su categoría está a la altura de la del mayordomo y la gobernanta, por lo que habitualmente se contrataban hombres. Eso sí, las tareas más duras de la preparación de alimentos y la limpieza de la cocina, así como la comida del personal, eran ejecutadas por las mujeres de sol a sol.

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El servicio lo realizan a la francesa el segundo mayordomo que, con sus guantes blancos, ofrece a los comensales la comida en una fuente por la izquierda, de la que se sirven ellos mismos y, en ocasiones, otro sirviente va detrás ofreciéndoles la salsera. Del servicio de los vinos se encarga el mayordomo, sin guantes, que los filtra previamente y los sirve en el decantador después de catarlos. Y, ¿qué suelen beber? En líneas generales, las verduras y las sopas las acompañan con un Jerez; el pescado y el marisco con un Chablis y a veces con un Sauternes; las carnes con un tinto de la Borgoña; los quesos también con un Jerez o un Oporto; y los postres con un Tokaji o con Champagne.

“En las cenas de gala, el exceso siempre triunfa”

En cuanto a la decoración de la mesa, como dice la condesa viuda de Grantham, magníficamente interpretada por la actriz Maggie Smith: “En las cenas de gala, el exceso siempre triunfa”. Así que los candelabros de plata se alternan con los floreros en el centro de la mesa, y los invitados tienen los 60 centímetros de mesa que les corresponden abarrotados con un bajoplato, un plato de pan, todos los cubiertos y todas las copas de todos los platos y las bebidas que se van a servir, unos recipientes individuales para la sal, la pimienta y la mostaza, la minuta, la tarjeta con su nombre y la servilleta plegada en forma de corona.

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Si nos fijamos en algunos de los modales que guardan en la mesa, vemos que no suelen hablar de política, ni de religión, ni de sexo, pero tampoco de la comida, eso que tanto nos gusta. Y no dicen nunca el socorrido ¡qué aproveche! No chocan las copas al brindar, ni las utilizan para llamar la atención golpeándolas con un cubierto, y al terminar de cenar, las mujeres esperan a que la anfitriona se levante para seguirle a la sala de estar, mientras los hombres se quedan en la mesa, bebiendo oporto o brandy, y fumando puros.

Y si queremos degustar los platos que sirven, los actuales dueños del Castillo de Highclere, donde se rodó la mayor parte de la serie, ofrecen visitas exclusivas en las que se puede vivir la experiencia de ser recibidos por los condes de Carnarvon con un cóctel en el salón, una cena tradicional en el comedor y los cafés en la biblioteca antes de ir a dormir a una de las 300 habitaciones. También podemos acudir a uno de los eventos que se organizan para los entusiastas de la serie por todo el mundo, o probar a cocinar los platos del libro.

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Es un recetario de la cocina inglesa más tradicional, con el que reproducir los sabores de un auténtico banquete eduardiano que podemos comenzar con unas ostras gratinadas y seguir con un consomé de verduras a la jardinera y unas truchas al vino blanco. Aquí se puede hacer una pausa con un sorbete de limón para limpiar el paladar y continuar con el asado de venado, si es época de caza, o cordero con pudin de Yorkshire, un plato de vegetales, también como limpiabocas, que pueden ser espárragos o una ensalada de alcachofas. Y en el turno de los postres, elegir entre una gelatina de champagne y fresas o unos melocotones Melba, una de esas recetas con nombre propio, ya que la creó Auguste Escoffier, el gran cocinero francés, en honor a la cantante de ópera australiana Nellie Melba y que lleva melocotones cocidos en almíbar y servidos con salsa de frambuesas y helado de vainilla. Esta preparación se incluye en la novela ya que, en un capítulo dedicado a la Navidad, la archifamosa soprano es invitada a cantar en la casa y es interpretada por la cantante neozelandesa Kiri Te Kanawa que les deleita con Songs my mother taught me.

¡Bon appétit!

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