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Debe de ser excitante poder decidir el menú que correspondería a día de hoy a una de la obras más conocidas de William Shakespeare. Se trata del banquete de bodas entre Hermia y Demetrio que se celebra dentro de la comedia Sueño de una noche de verano, y que hasta el 24 de julio, la veterana compañía Ttanttaka representa todas las noches.
El parque de Cristina Enea, un lugar bellísimo en plena ciudad, sirve como escenario para esta obra de teatro, música y danza dirigida por Fernardo Bernués e Iñaki Rikarte. Se trata de una de las propuestas más atractivas para este verano de la capitalidad cultural europea de Donostia-San Sebastián y que está generando un grado de satisfacción total en el público que acude a ver la comedia.
Doy fe de que se trata de una de las obras más hermosas que he visto en mi vida. Más de 180 personas trabajan en ella, actores, músicos, bailarines, cocineros, sirvientes... La belleza plástica que ofrecen las escenas a lo largo de diferentes puntos del parque, disponen de una escenografía e iluminación que embelesan al espectador. La interpretación de los actores es magnífica, los músicos atinan como nunca y hasta el pavo real que duerme en lo alto de un cedro milenario colabora con sus oportunos graznidos. El público ríe constantemente y una suerte de coincidencia mágica de multitud de elementos se conjugan con precisión para dejar a la vista que, se adapte como se adapte, la obra de Shakespeare posee los mimbres necesarios para ser representada hasta el fin de los tiempos.
Pero, volviendo a lo nuestro, ¿cómo se idea una cena de este tipo?
Este es el sorprendente encargo que recibió Luisa López Tellería, profesora de Innovación en sala del Basque Culinary Center de San Sebastián y directora artística de películas y eventos culturales. Debía pensar y diseñar una cena para 250 espectadores que, siendo comensales del banquete, se integran así en la obra.
Es bien sabido que al joven Shakespeare le encantaban los cocidos populares, aquellos que se elaboraban introduciendo en la olla todo lo que se pillaba, verduras, aves, embutidos, carnes... Las verduras y las frutas eran para la gente pobre, que solo podía permitirse proteínas excepcionalmente. La mención a la cocina es frecuente en los escritos del dramaturgo, describiendo no sólo platos sino todo lo íntimo, amable y nostálgico que la cocina como recinto doméstico representa:cacerolas, jarrones, recipientes para guardar manteca, cucharones, hornos, brasas... Eran los tiempos oscuros de Ricardo II.
Luisa López apunta que eso fue así hasta que Shakespeare se trasladó a Londres a la edad de treinta años, donde conoció a artistas renacentistas italianos que tenían un gusto más refinado a la hora de elegir mesa. Vinos españoles y griegos regaban el ambiente exquisito de la corte de Londres. Inglaterra había cambiado y estaba dispuesta a comerse el mundo, tal y como acabaría haciéndolo.
El summum de la época era el ganso asado y relleno que la Reina Isabel I instauró entre las clases pudientes para la celebración del día de San Miguel, pues criar un ganso no era una broma al alcance de cualquiera. La receta que se usaba entonces, no difiere mucho de la actual. Primero se hacía una masa jugosa mezclando los hígados del ganso y de pollos con chorizo fresco, queso parmesano rallado, un puñado de almendras, manzanas, pan duro, apio, cebolla, una copa de cognac y sal y pimienta. Después se introducía la masa como relleno y se cosía el ave antes de dorarla por todos lados y asarla durante tres horas a fuego no muy fuerte.
Pero nada de esta documentada información ha servido de inspiración para el menú que se sirve todas las noches en el Parque de Cristina Enea, Luisa López compartió el proyecto con sus alumnos del tercer curso de grado del Basque Culinary Center y éstos, jóvenes y en edad para el amor como los protagonistas de la comedia shakespeariana, han preferido inspirarse en la pasión del encuentro y el dolor del desencuentro para decidir qué platos se ofrecerían al público. Se puede decir que el amor y su ajetreo forman la urdimbre sobre la que se teje el menú para la boda.
La fiesta comienza con un pinic en el que se reparten unas cestas para compartir entre dos personas y un destilado para mojar los labios en forma de cóctel de mango con vino blanco. Después se ofrecen unas finísimas patatas de colores y casi transparentes para hacer la veces de susurros. Es el momento de las primeras miradas y de la ensalada de txangurro, con la imagen de un ojo comestible encima y el de otros dos entrantes: un rollo de aguacate con “peta zetas” que ofrecen las chispas de los primeros besos, y otro rollito al que se le añade cacao mediante spray, consiguiendo con ello un punto erótico.
Luego viene la carne encendida, el cordero asado a baja temperatura y tostado a la brasa con perfume de romero. El pan es un corazón que cada comensal debe romper tirando para su lado. El postre es una pequeña tarta de manzana que cada invitado montará él mismo para conseguir "una dulce locura en tus labios". Todo regado generosamente con tintos y blancos ofrecidos por Beronia. La elaboración del menú corre a cargo de la empresa Bokado, con Jesús Santamaría a la cabeza.
El espéctaculo, que descansa los lunes y los días de lluvia, está siendo un éxito. Ya no queda ninguna entrada a la venta y cuando la representación termine el 24 de julio, más de 7000 personas habrán compartido una cena pensada para un William Shakespeare del siglo XXI.