Establecimientos gastrónomicos más buscados
Lugares de interés más visitados
Lo sentimos, no hay resultados para tu búsqueda. ¡Prueba otra vez!
Por lo general, los preparados típicos de una época determinada del año suelen elaborarse con productos de la temporada. Algo tan lógico que no sería necesario advertirlo si no fuera porque ahora queremos tener de todo a lo largo del año y lo usamos sin tener en cuenta la estación en la que estamos y aquella de la que son propios.
La fiesta de los muertos y las ánimas no iba a ser distinta, por lo que los dulces clásicos tienen productos recién recogidos en los campos o en la mesa del sacrificio del cerdo familiar. San Martín es el 11 de noviembre… no hace falta decir más. Aquellos que niegan el calentamiento global deben saber que la fecha de la matanza se ha retrasado hasta diciembre o enero por razones obvias. Almendras, avellanas, nueces, limones, castañas, piñones, manteca… Su elaboración se acompaña de yemas de huevo sobre todo, y de huevo entero en menos ocasiones, porque siempre fueron ingredientes muy valorados y de precio de lumbre, mucho más en el otoño, cuando las gallinas ponían menos huevos.
Todo esto suena extraño en la actualidad, en la que las granjas de gallinas han convertido los huevos en comida para bolsillos que no suenan, que hay que rascar, y se engaña a las ponedoras encendiendo la luz de los criaderos durante horas de la noche para que se crean en primavera y sigan poniendo con la misma regularidad. En un cuaderno de mi abuela con sus cuentas de la compra diaria a principios del siglo XX, el precio de una docena de huevos en esta época del año era el mismo que el de un kilo de solomillo de buey. Increíble ¿no?
La dulcería española de esta fiesta, que coincide con el inicio de las noches más largas del año, ha perdido casi por completo referencia alguna a las fiestas paganas anteriores al cristianismo –como sí ha conservado o ha “resucitado” el Halloween anglosajón, por ejemplo. Y eso que aquellas fiestas paganas están en su origen. 2000 años de cristianismo y, sobre todo, más de 500 años de persecución obsesiva, hasta hace bien poco, de cualquier desviación del credo de Roma, han acabado por borrar cualquier vestigio gentil.
La masa de estos buñuelos pertenece a una de las técnicas reposteras más antiguas del Mediterráneo: el escaldado de la harina en agua hirviente con algo de grasa, aceite, manteca o mantequilla. El ejemplo más elemental es la masa de churro. El siguiente escalón es la masa del bocadito en España –del chou asado francés o del tulumba frito turco, bañado en almíbar, entre otros ejemplos— que incorpora también huevos, se asa o se fríe con distintas formas, algunas estriadas, como el propio churro. Una derivación de esta masa es la de algunas empanadas, que se trabaja con más harina cruda partiendo de un pastón de masa escaldada, lo que la convierte en impermeable y adecuada para rellenos muy húmedos o jugosos en pasteles planos. Muy querida por la cultura hebrea para su pascua –pues el escaldado anula cualquier efecto de la levadura en la masa—ha viajado hasta el Reino Unido, cuyos pork pies se cuecen en masa escaldada de manteca de cerdo.
Los buñuelos clásicos se servían recién fritos, calientes y espolvoreados de azúcar, como los churros. Hoy se rellenan de toda clase de cremas de las que, las más castizas son la de batata –la naranja, con canela y limón—y la de castaña aquí presentada.
Para unos 60 buñuelos
250 g de crema de castaña
200 g de mantequilla
Los huesos de santo hacen referencia a la fiesta de estos días que comienzan noviembre. Tienen forma de hueso y no les falta su tuétano, dulce y delicioso.
Del dulce de yema se pueden contar muchas cosas que aquí no tienen cabida, pero sí se puede decir en primer lugar que creo seguro que su confección se inició en los obradores hispanojudíos y que, en segundo lugar, fue imposible antes de la llegada del azúcar refinada de la mano de los hispanomusulmanes, fundadores sin duda alguna de toda la confitería española y europea. Con el azúcar refinada pudieron inventar algo tan fundamental como el almíbar, ese compuesto de azúcar y agua que se comporta de formas contradictorias y sorprendentes según sea su densidad menor o mayor. Es el producto básico de la confitería. Entre las dos culturas, hebrea y musulmana y, gracias al azúcar refinada, también crearon otro dulce que se extendió por toda Europa después: el mazapán.
Esta pasta de almendra se preparaba en dos especialidades distintas. La cruda –representada hoy por el de Toledo—y la cocida en almíbar—clásica del tercio norte del occidente de la Península, Aragón y Cataluña, y que, desde los obradores musulmanes, llegaría más tarde a Europa, en donde aún conserva este dulce, además del nombre peninsular, los mismos perfumes de aquél que salía de los talleres españoles, el agua de azahar y el agua de rosa
Para unas 30-40 unidades
Son el dulce más clásico de Cataluña y de los países del Levante español para el día de difuntos y llevan dos de los frutos secos más caros de estas regiones, la almendra y el piñón, además de yemas de huevo. No siempre se les añade patata o batata blanca o boniato blanco, ya me he armado un lío con estos nombres. Pudo ser una iniciativa para abaratar el coste o para aligerar la contundencia del dulce. Se puede, si se quiere, prepararlos solo con almendra –300 g—y azúcar, la misma cantidad indicada.
Para unas 20 unidades
Sé de este dulce para el día de difuntos por una información de un conocido de Jaén. Se da en diversas formas. Una de ellas es algo parecido a unas natillas de mucha yema y, por tanto, muy espesas, coronadas con el merengue de las claras cocido en la leche con la que se cuajarán las natillas en forma de bolas más o menos regulares. Es lo que en otras partes se llamaba natillas con suspiros de monja o isla flotante y, si llevaban hilos de caramelo, pelos de bruja.
Otra de las formas es más antigua y semejante a unos dulces habituales con ese nombre de huevos moles de finales de los siglos XVIII y XIX en la región de Murcia y Albacete y de los que tengo noticia gracias al trabajo sobre ese asunto de una gran amiga. Es la receta que más me gusta y la que voy a incluir aquí.
A este respecto es interesante reseñar que en una linea imaginaria, quizá trazada por una ruta comercial, que une partes de Murcia con otras de Albacete, es posible que de Almería también, Granada, Jaén, Córdoba y del sur de Extremadura y de Portugal, se encuentran dulces de huevos –no siempre solo yemas—con mucha azúcar en diversas formas que parecen emparentadas. Nada tienen que ver con los dulces de yemas en exclusiva de regiones vinateras en las que se utilizan las claras de huevo como clarificantes del vino –la Rioja, las riberas del Duero, Sevilla y Cádiz, entre otras, algunas en Portugal.
Para 6 copas
Esta receta se la debo a una amiga de Jaén, pero no la voy a dar. Se preparan con harina tostada en el horno o en sartén, leche, almendras fritas y molidas y rodajitas de pan. Se perfuman con matalahúva y se comen la noche de las ánimas bien calientes o templadas con costrones de pan frito.