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El inicio de las noches más negras del año –desde principios de noviembre hasta el solsticio de invierno –en que la noche más larga da paso a días cada vez más prolongados—es en los lugares más occidentales de Europa en los que se establecieron diversos pueblos de origen celta hace ya más de 3000 años un motivo de celebración con costumbres más llamativas que los de distintos orígenes. Como luego ocurrió con otras fiestas notables, el cristianismo asoció su fiesta de los santos difuntos a la fiesta pagana del otoño, en cuya celebración los argumentos fueron el terror a la oscuridad y la muerte. Otro tanto hizo con el solsticio de invierno y la navidad cristiana o con el equinoccio de primavera y la pascua de resurrección. En el Continente Americano repitió casi calcado el mismo esquema sustitutorio con las fiestas paganas indígenas, esquema que, por otro lado, ya habían seguido los pueblos mediterráneos de antes de la era cristiana en los territorios conquistados.
En estas regiones europeas de herencia celta, se hicieron populares las filloas (Galicia), frisuelos (León, Asturias, Cantabria) las crêpes (Bretaña) y otros tipos de tortas más o menos gruesas pero que en esencia son batidos de harina con otros ingredientes cocidos en sartén, en Gran Bretaña. La celebración británica cristiana se llamaba antes del siglo XVIII All Hallow’s Even –vigilia de todos los santos—que después ha derivado en gaélico en All Hallow Een. Esto ha dado luz al actual Halloween que, ya en los Estados Unidos y, hoy, en el mundo entero, se ha convertido en una fiesta desligada por completo de cualquier creencia religiosa. Solo conserva, eso sí, los miedos a la oscuridad interminable que nuestros pequeños antepasados superaban escuchando relatos de sus mayores terroríficos y ejemplarizantes a la luz del fuego de la chimenea mientras mudos comían filloas, frisuelos, crêpes y otros preparados enrollados con miel y otros dulces de miel y frutas. En el siglo XIX las calabazas naranjas—que son americanas—iluminadas sirvieron para recordar las calaveras de la antigüedad celta con una vela dentro.
Pero basta de teoría, que para lo que estamos aquí es para meternos en la cocina con los niños, celebrar y tomar ideas para una fiesta de Halloween con cosas que puedan confeccionar ellos, ellos solos, para invitar a sus amigos. Bueno, solos, pero con un poco de ayuda de los mayores. Así no tienen que acercarse al fogón o al horno encendidos, ni utilizar cuchillos o tijeras de cocina.
TRABAJO PRELIMINAR: Los padres tendrán que hacer la salsa boloñesa para la pasta.
Entregar a los niños la salsa y la pasta para que entre todos se preparen este plato y coloquen encima su fantasma de la noche. ¡UUUUUU!
TRABAJO DE LOS NIÑOS: Cada niño recortará con ayuda de una plantilla de cartón y con un cuchillo infantil en una loncha de queso de sandwich –o en una loncha de otro queso de color claro—la figura del fantasma. Los niños se repartirán la pasta y la salsa en 4 platos soperos pequeños. Terminarán con un montoncito de queso rallado. Cubrirán todo con el fantasma recortado y clavarán los granos de pimienta como ojos –no olvidar retirarlos antes de que se los coman. ¡A la mesa!
PARA TERMINAR LAS CALABAZAS (Trabajo para los niños, supervisado)
Para adultos: Pasar las cucharadas de mermelada por un colador fino con ayuda de una cuchara sobre un cazo. Mezclar con la cucharada de azúcar y llevar a fuego suave hasta que hierva en grandes pompas. Ya está hecho el glaseado de albaricoque.
Para niños: Pegar por la base con un poco de glaseado de albaricoque de dos en dos los bizcochos. Con cuidado recortar lo necesario para dar forma parecida a una calabaza –ver imagen. Forrar con el glaseado el exterior de las calabazas. Colocar cada bollo en 1 plato grande y esperar a que el glaseado no manche la punta de un dedo.
Mientras, hacer la glasa. Batir las claras en una cubeta o cuenco con la batidora eléctrica –a esto pueden ayudar los niños. Cuando comiencen a subir, añadir de una en una las cucharadas de azúcar. Cuando estén bien subidas ir añadiendo azúcar molida cucharada a cucharada hasta que la glasa—así se llama—espese mucho y la batidora casi no pueda trabajar. La glasa llega a su punto ideal cuando al sacar la espátula queda un pico que no cae. Aún añadir un poco más de azúcar. Retirar como un tazón de la glasa y teñir de color naranja calabaza.
Los niños forrarán con ayuda de los adultos las calabazas con la glasa naranja. Se puede hacer con manga pastelera con boquilla mediana o con cuchillos y espátulas. Para igualar en lo posible la superficie, mojar en agua las espátulas y pasarlas por encima. Marcar los “gajos” de la calabaza.
Teñir 1 cucharada de glasa con tinte negro o con mezcla de los colores básicos, para que los niños pinten los triángulos de ojos, nariz y la boca de las calabazas maléficas cuando la glasa naranja se haya secado—ver imagen superior.
¡Qué terror!
1. Se recomienda el azúcar molida en un robot de cocina porque la comercial suele llevar productos anti-apelmazantes, pero también se puede usar.
2. La mejor calabaza para este bizcocho es la alargada, en forma de cacahuete. Las de forma típica de Halloween suele ser muy fibrosas y blandas.
3. La glasa real hay que conservarla en un envase de cristal con tapa apenas se haya confeccionado. Extraer la cantidad necesaria cada vez y volver a cerrar.
4. El tamaño de cupcake es el de una magdalena grande, como una taza de te. Si solo se dispone de cápsulas de magdalena normal, calcular que saldrán 18 por lo menos.
5. Conviene introducir las cápsulas en bandejas con 12 senos del tamaño de cupcakes –a la venta en establecimientos especializados y grandes supermercados—para evitar que con el peso de la masa se abran y deformen.
6. Los biberones de plástico así como las mangas pasteleras, las boquillas y los tintes para el adorno en pastelería se encuentran en establecimientos especializados y grandes almacenes.
7. Para que los niños –y los adultos—trabajen bien la glasa real es útil disponer de espátulas de confitería o, cuando no se tienen, de cuchillos de plástico de camping, que no cortan.