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En el año 95, Stella González y su marido, Juan Riera, sustituyeron los cultivos de cereales de las tierras familiares por viñedos. Empezaron removiendo el terreno para extraer del fondo las capas que aún eran fértiles y bajar las yermas. “Tuvimos la suerte de empezar de cero, entonces nos pudimos adaptar a las nuevas tecnologías y facilitar el trabajo en el campo”.
Desde entonces, ‘Can Rich’ cultiva en dos plantaciones, la que se encuentra al lado de las instalaciones de la bodega -con 20 hectáreas: 17 de viñas y dos de olivos- y otra en el Parque Natural de las Salinas, y allí “es al revés: 17 hectáreas de olivo y tres y media de vides”, explica Stella. “De las variedades tintas, tenemos monastrell, cabernet sauvignon, tempranillo y merlot; en blancas, malvasía, chardonnay y algo de moscatel”. Uvas que se traducen en unos 60.000 litros anuales, unas ochenta mil botellas.
Para ellos, la vendimia arranca muy pronto: a finales de julio pasado estaban recolectando la malvasía que cultivan en Las Salinas; y en agosto, se recolectó el viñedo próximo a la bodega. Estas vendimias tempranas les obligaron a plantearse desde el principio mecanizarlo todo. “En Ibiza es muy difícil encontrar mano de obra para el campo y mucho menos en verano”, suspira la bodeguera siendo consciente de que la hostelería es la aspiración de la mayoría de los jóvenes en la isla.
Dentro de las instalaciones de la bodega, Stella muestra los depósitos de fermentación diferenciando entre los tintos, los blancos y los rosados para explicar todo el proceso de la elaboración del producto. Las uvas, después de ser tratadas con todo el cariño para que den el mosto que será fermentado, son trasladadas -o más bien lo que queda de ellas- al campo como abono. Después, es “muy importante que la fermentación se realice a una temperatura controlada y lo logramos con las camisas de frío que llevan los depósitos”, afirma Stella.
“Una vez han fermentado los vinos blancos y rosados, se realiza un proceso de filtrado y ya se pueden embotellar porque son vinos jóvenes”, asegura la dueña, mientras muestra la bodega ubicada en el sótano “donde criamos a nuestros bebés”, dice riéndose.
Varios tintos de la casa y un blanco muy especial, Ereso, 100% malvasía, pasan su crianza en barricas de roble francés. “Ahora se buscan vinos que sean más elegantes ya no tan toscos, y el roble francés”, en este sentido, es mejor que el americano, según Stella, aunque influye en la decisión de haberse decantado por este tipo de barricas los inconvenientes que tiene vivir en una isla y donde arreglarlas supone un problema extra.
Un lugar especial en la bodega es ocupado por las ánforas, con las que trabajan desde 2020. “Nuestra enóloga dice que es el vino en estado puro porque es como lo hacían los fenicios”, sonríe la bodeguera para añadir que ahora mismo crían un blanco y un tinto con este sistema que le aporta mineralidad a los vinos. “Los olores son especiales, sobre todo en el tinto, es como cuando llueve y se mojan las macetas… Ese olor a tierra mojada”.
Stella profundiza en los vinos de estos recipientes del tamaño de una persona: “El blanco es moscatel, de la variedad que tenemos en la finca de Las Salinas, bien seco y pasa en las ánforas unos seis meses”, explica. “Y el tinto es monastrell, también la variedad local, y sirad. Es un vino que una vez ha fermentado en los depósitos, pasa a hacer su crianza de 12 meses en las ánforas antes de ser embotellado”.
Antes de sentarnos a catar alguno de sus vinos, Stella nos revela otro de los detalles bien cuidados y estudiados que han tenido en cuenta en la bodega. El logo de ‘Can Rich’ es un barco fenicio, homenaje a los primeros habitantes, y que consideraban Ibiza una isla mágica “porque no había animales ni plantas venenosos”.
La selección realizado por la bodeguera materializan esa personalidad de la isla impregnada en su producto. Arranca la cata con Blanc D’Àmfora, blanco de ánfora, moscatel, muy aromático y con una falsa percepción dulzona en la nariz se tranforma en un seco en la boca. Las Salinas y la terracota le han aportado la mineralidad. Continúa con un rosado, Bes 2021, monastrell 100%. “Para que tenga este color tan clarito lo conseguimos dándole una prensada muy poco tiempo con las pieles”.
Y Stella acaba con el vino bandera de la casa: Selección 2017, un tinto sauvignon y merlot que tiene un año en barrica de roble francés. “Este es un vino que llevas a cenar a casa de unos amigos sin saber qué tipo de vinos les gusta y aciertas seguro. Tiene madera, tiene cuerpo, es complejo, pero no es tan potente como otros vinos”, cierra Stella orgullosa de esa personalidad ibicenca y arrolladora de este y de sus otros vinos.