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Agroturismo ‘Ca’n Beneït’ (Valle de Binibona, Mallorca)

Bendito campo mallorquín

19/11/2024 –

Actualizado: 20/07/2022

Fotografía: César Cid

Se llega por muchos caminos, porque es una de esas fincas-destino deseadas. Alejada de los circuitos turísticos habituales de la Sierra de Tramontana, espera ‘Ca’n Beneït’, el dolce far niente de la Mallorca rural en pleno Valle de Binibona.
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Una estrecha carretera rodeada por muretes de piedra, olivares y algarrobos lleva hasta esta antigua alquería, al noreste de la isla de Mallorca. Enfrente, a lo lejos, la Bahía de Alcudia, el pueblo de Campanet, con su iglesia sobre los campos mediterráneos, o Inca, con su campanario de Santa Magdalena, van marcando el camino hasta este antiguo caserío de 1890.

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Olga Jiménez, madrileña de sangre, pero mallorquina de convencimiento, vino hace diez años hasta el Valle de Binibona. Ya no se fue y hoy es subdirectora de ‘Ca’n Beneït’. “Me encontré con una Mallorca diferente; me enganchó”. Olga cuenta que por aquí vienen muchos excursionistas y apasionados de la montaña. También ciclistas, porque este es un buen punto de partida para llegar hasta el Monasterio de Lluc, allá en lo alto.

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Para quienes son de playa, cerca espera la de Muro, con su gran arenal, o el puerto de Pollença, cuya playa, más estrechita, sigue a mil calas de esas que quitan el hipo. Todo puede visitarse con una de las bicis italianas que presta el hotel, así como en coche o Vespa, vehículos que también proveen.

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‘Ca’n Beneït’ es como un pueblo-hotel donde las buganvillas rodean la eterna piscina en la que tomar un pícnic con la sierra abrazando las tardes de siesta y limonada. Aunque lleva un año abierto, la historia se remonta a la familia Vicens, agricultores de profesión. “Ellos vendían agua a las diferentes fincas y compraron esta a mediados del siglo XX, aunque la historia del caserío se remonta al siglo XIII. A finales de la década de 1990 empezaron a alquilárselo a extranjeros para que lo gestionaran, hasta el año pasado, cuando lo cogimos nosotros”.

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Aunque trabajan con la familia que sigue al cargo de la parte agrícola, es el equipo de Toni Durán y Olga quien lleva el día a día de esta antigua almazara (tafona, en mallorquín), donde un camino, cual pueblo, va señalando con grandes piedras las antiguas casas de los trabajadores del campo. “En unas se guardaban los cerdos, otra era la casa donde dormía el pastor, los guardianes, otra era la cocina antigua, el granero o la estancia donde pesaban la lana. Por la noche os encontraréis con el concierto de las ranas de este estanque. De hecho, tenemos una especie protegida que se llama ferreret”, comenta.

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Pero ‘Ca’n Beneït’ es agua, mucha agua. Empezando por la que les llega de la sierra. “Contamos con muchos recursos naturales. De hecho, en la montaña tenemos un pozo natural, que es el que nos suministra de agua, y nosotros la filtramos para contar con agua potable en todas las habitaciones”. Afortunadas las plantas aromáticas de su terraza, que beben directamente del aljibe de debajo; su huerto ecológico, con ese aguacatero fotografiable, o sus jardines de naranjos. Todo se aprovecha, en cocina o para ese té antes de que caiga el sol.

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Pasear por esta antigua casa de campo es un coupage entre el brindis disfrutón y la historia viva, como esos porches que conservan el agujero por el que el burro tiraba las aceitunas y que caían en su almazara, parte museística con sus capachos de mimbre, y parte en uso a día de hoy. “El acuerdo con la familia Vicens es que ellos se encargan de la gestión agrícola y a cambio de la cesión de la almazara, nos dan la mitad de la producción de AOVE, que servimos tanto en desayunos como en cenas. Nos dura de diciembre hasta el verano siguiente”.

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Relax vanguardista y tradición

Una finca, miles de rincones que esperan a la sombra, discretos, pero no por eso menos solemnes, donde hacer yoga (vinyasa flow) entre aperos del campo, darse un masaje o simplemente leer un libro rodeado del romero blanco de la Tramontana. Para el descanso con mayúsculas, cuatro suites, dos junior suite y cuatro habitaciones dobles reflejan el espíritu de este oasis para hedonistas. El dato: 22 personas para 20 huéspedes.

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Entonces llega la entrega de la llave, la de la habitación-casa, porque eso es lo que es cada estancia en ‘Ca’n Beneït’, cada una diferente. Suelos de terrazo, paredes de piedra, cabeceros que podrían formar parte de los libros de historia y esas camas, con sus sábanas de algodón egipcio de cuatrocientos hilos, fruto de la historia de alguien que priorizó siempre el descanso: Mats Wahlström, fundador de Spirit of the Nomad. “Fue antiguo propietario y fundador de ‘Puro’ y ‘Purobeach’ en Palma, y siempre se llevaba sus sábanas de calidad en sus vacaciones. Al final, creó su propia marca”. Hoy Spirit of the Nomad engloba todo lo que envuelve al huésped en ‘Ca’n Beneït’: sábanas, albornoces, toallas.

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Habitaciones dobles en la planta baja, casi como una continuación de sus jardines y de la piscina, con sus persianas mallorquinas siempre impolutas. Las junior suite, algo más grandes, con su propia salita de estar y su terraza privada. Y finalmente las suites: 40 metros cuadrados con terraza privada con vistas a la Sierra de Tramontana o a los diferentes patios de la finca.

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La pequeña capilla del siglo XVII en torno a San Lorenzo, santo de la zona de Selva, habla de esas gentes del campo que habitaron este caserío a lo largo de los años. “Como veis, es una capilla de gente honrada, con los cuadros sin restaurar, los bancos señoriales de delante, para las gentes de bien que venían a misa, porque la gente humilde se ponía detrás con sus propias sillas que traían de casa”. Consagrada y con su propio púlpito, su confesionario y su sacristía, en la capilla del caserío se han hecho hasta retiros de yoga.

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Sabores clásicos de la tierra

Por la noche, cuando se pone el Sol, la terraza del ‘Restaurante Mirabona’, con vistas al valle de Binibona, espera como el mejor decorado natural. El AOVE producido en la finca y el pan de masa madre inaugura el festín bucólico que firma Joan Ferragut, oriundo de Consell, tras pasar los pueblos de Inca y Binissalem. Treinta y dos años, con estadías en Noruega, Chile, Perú y vuelta a su Mallorca natal. “Una de las cosas que más me gusta de aquí es la libertad que me dejan. Esta es una cocina honesta, sin cosas raras, adaptándome al espacio donde estamos, en torno al huerto, a las aromáticas y a la cocina de producto”.

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Comienza la fiesta, se inaugura el verano. Tartar de corvina salvaje con salsa de soja y miso frito mallorquín de verduras. “Menos los guisantes, todo es del huerto”. Y eso incluye las patatas, el pimiento rojo, el calabacín, las berenjenas y el hinojo. “Solo falta el aguacatero, que este año la primavera ha venido tarde y estamos esperando a recoger los frutos”. Luego está su calamar con arroz de Sa Pobla y sobrasada, montaña y mar bailando al son de la Luna de verano.

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Y antes de los postres, en una oda al trabajo de los ganaderos de la zona, el xot, el cordero de finca aromatizado con crema de zanahoria. “Usamos el rack de cordero, la costilla, pero con el corte más francés, con más chicha”, cuenta Joan.

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Y entonces llega el dulce. Primero la creme brulée con fruta de la pasión y un aguaymanto como decoración. Luego el gató con helado de almendras y crema de algarroba. Todo mallorquín, como las empanadas que enseñan a preparar los martes en el taller o el grupo de jazz de Manacor que hace de ‘Ca’n Beneït’ un verano acústico sin fin. Por cierto, beneït, con la diéresis, significa bendecido. “Así que, ¿cómo no voy a ser feliz?”, despide Olga desde el portón.

‘CA’N BENEÏT’ - Camí de Binibona. Binibona, Illes Balears. Tel. 871 81 18 71.

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