Actualizado: 14/12/2016
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Vinilos, brasas y un bikini con club de fans
En la frontera entre el animadísimo barrio de Chueca y el silencioso barrio de las Salesas, este hotel es un mix entre los dos ambientes. Integrado en la vida de la calle Barquillo como un vecino más, trata de reproducir la palpitante vida ibicenca en un palacete del siglo XIX. Todo está preparado para una noche a la medida en el corazón de Madrid.
No imaginó la marquesa viuda de Alhama, Elvira Balez y de la Cuadra, que el palacete, en el que vivió más de 30 años con su marido, acabaría convertido en un hotel de la familia Matutes (Grupo Palladium) –propietarios de 12 hoteles en Ibiza y 40 en medio mundo-.
Las recepciones en las que la alta burguesía madrileña se reunía, como correspondía a un edificio aristocrático construido en 1860, han dejado paso al trasiego de clientes alojados a los que se suman quienes entran a tomar una copa, unas tapas o simplemente un café a cualquier hora del día.
Americanos y británicos, que se han convertido en los huéspedes más asiduos del Only You Hotel Boutique, pueden así palpar el auténtico ambientillo de la capital casi sin necesidad de abandonarlo. Pues uno de los objetivos que el hotel ha logrado con éxito es invitar a los transeúntes a entrar, atraídos por una nutrida oferta a pie de calle para romper la barrera invisible que se crea con este tipo de establecimientos.
El sello del decorador Lázaro Rosa Violán salta a la vista. Su característica habilidad para lograr que convivan con fluidez espacios que podrían parecer antagónicos es lo que marca la diferencia. La antigua librería 'El Padrino', que fue punto de referencia durante muchísimos años con su fachada de mármol, sus miles de títulos y sus paredes forradas de madera, se semivació de su esencia, los libros, y se convirtió primero en coctelería y después en bar de tapas aderezado con todos los ingredientes que permiten a un turista llenar la memoria de su móvil de fotos típicas.
Sin perder su aire majestuoso, el jerez, el vino, el jamón y el queso se convierten también en elementos decorativos, como las pizarras con las tapas escritas con tiza o la máquina de cortar embutidos. Un moderno y estudiado made in Spain que deja secos a los extranjeros que lo visitan.
El laberíntico interior se ha aprovechado para dar rienda suelta a la diversidad de escenarios. El vestíbulo, que precede a la recepción, es una explosión ibicenca tapizado de azulejos baleares de intensos azules que evocan las puestas de sol infinitas, el olor a salitre y la indolencia de las vacaciones.
La vorágine de la isla, con la música como protagonista con cinco pistas diseñadas por el Dj Jordi Carreras, hace un guiño a Madrid con el rojo ladrillo que se usa para dar continuidad al restaurante de cocina balear y al lounge al que se accede por la calle de Augusto Figueroa –famosa por la sucesión de tiendas de zapatos-. El azul y el blanco son los indiscutibles protagonistas.
La planta baja del hotel es una caja de sorpresas. Desde los ascensores-librería, que te trasladan en lo que dura el viaje hasta la planta pulsada a esos tiempos en los que las librerías eran un lugar central de las casas bien en el que aislarse y reflexionar. A la pastelería de la cadena Celicioso, que ahora que el gluten free es tendencia, atrae a un público que encaja con la filosofía del hotel.
La foto impresa en los folletos de información de una pareja en cómplice actitud basta para detectar al cliente al que les gustaría dirigirse. En la privacidad del dormitorio, la amalgama decorativa desaparece dejando paso a una sobriedad asociada al relax. Cabecero y pared frontal se confunden, tapizadas en azul imitando los sofás de cuero retro remachados.
Destacan las amenities para baño de 'Hierbas de Ibiza' y el albornoz de jirafa que se puede comprar. Las habitaciones son la última parada de una noche que puede ser tan loca como cada uno de sus huéspedes decida. Según se prefiera: el ritmo más del trepidante de Chueca o el discreto encanto burgués de las Salesas. Por lo pronto, se impone colgar el cartel de 'no molestar'.