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Parador de Lerma

Parador de Lerma (Burgos)

Vivir bajo las columnas que arroparon las obras de Lope y de Quevedo

Actualizado: 05/01/2022

Fotografía: Alfredo Cáliz

Lerma o el Palacio del Duque de Lerma está en el corazón de Castilla. Y ese Palacio-Castillo es, desde principios de este siglo XXI, uno de los Paradores que definen la red hotelera de la península. Ya sea orientado hacia la increíble vega del río Arlanza o hacia los campos castellanos, parar aquí -a media distancia de tanta historia y media hora de Burgos- es disfrutar del sueño de un ambicioso personaje; respirar el Siglo de Oro, con Lope de Vega y Quevedo, que vieron sus obras representadas entre estas paredes.
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Un día de enero de 2020, Eva Legaz descubrió desde la carretera A-1 -la de Burgos- “la majestuosidad del Palacio del Duque de Lerma”, las torres azuladas y puntiagudas de pizarra del hoy Parador. Es el centro de una ciudad que durante un breve período de tiempo fue tan poderosa como su señor, Francisco Gómez de Sandoval y Rojas, Duque de Lerma, valido de Felipe III. Legaz llegaba al impresionante palacio-castillo en el siglo XXI en un mes frío, de los que pelan en Burgos y tierras castellanas, pero estaba feliz. Iba a ser la directora del increíble lugar.

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Reformado en 2003 por el arquitecto Carlos Fernández-Cuenca, la entrada al enorme patio-salón cubierto, con doble altura y de enormes ventanales, típicos de los de la nobleza del XVII, con aires de claustro pero para nobles, es espectacular. Más aún desde que han regresado los turistas, huéspedes deseados ahora más que nunca tras los dos años de experiencias tan duras.

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Las numerosas mesas, con la suficiente distancia gracias a la grandiosidad del patio, están ocupadas. Han vuelto las charlas animadas al atardecer, después de las excursiones por los alrededores burgaleses. En este caso, más de un centenar de empleados o jubilados de una notable empresa catalana, han llegado eufóricos de Silos y ayer, de la catedral de Burgos. Huele a normalidad y esa es ahora la principal conquista.

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La directora del parador está contenta. Lo lleva en el rostro, porque aterrizó aquí al principio de la pesadilla. “Este parador, junto con otros como León, San Telmo o Santiago, son marca señera de la red por sus condiciones históricas. Cuando llegué y recorrí esa calle mayor, no me costó trasladarme al Siglo de Oro. Por aquí han pasado desde el mismo Felipe III a Lope de Vega y Quevedo. Era la cultura de la grandeza y también del despilfarro”, reflexiona Eva, que procede del sector privado.

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Un hermoso palacio del siglo XVII

El espíritu de la directora contrasta ampliamente con el del fundador de esta ciudad del barroco, una hermosa anomalía de un ambicioso valido de un rey débil. Ese era el Duque de Lerma, quien durante 20 años fue la mano derecha del hijo de Felipe II. Apuntan los historiadores que se popularizó -al parecer con justicia- un dicho de la época: "Para no morir ahorcado, el mayor ladrón de España, se vistió de colorado". Era tan poderoso en su cargo de valido, que trasladó la corte de Madrid a Valladolid y luego montó en Lerma esta corte a mayor gloria de sí mismo. Encargó la obra al arquitecto del rey, Francisco de Mora.

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El lugar es bello, con los jardines de un río tan burgalés como el Arlanza y los campos de Castilla, que regalan esos amaneceres y atardeceres memorables. En los años de su poder, Lerma logró que aquí crecieran monasterios e iglesias interesantes. Levantarse en una de estas habitaciones, con esas vistas a la vieja Castilla y bajar al desayuno, es una forma de empezar el día con más que buen pie. Hace ya meses que regresaron los desayunos de Paradores de siempre, los abundantes, los de dedicar más de una hora a preparar la jornada, esos que forman parte del viaje, la excursión o el trabajo, pero con el toque que te recuerda que has roto la rutina.

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El palacio fue construido por tramos. En 1602 se adaptó el castillo -ya existente- y entre 1613-1616, se anexionó y levantó otra construcción en la fachada norte. Después, de 1616 a 1618 los dos lugares se unieron y la primera casa castillo quedó encajada dentro. Todas estas cuitas de construcción para tan poco tiempo. El Duque de Lerma cayó en desgracia hacia 1620.

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En el XVII, el gran patio central rodeado de “galerías arcadas” en el que arranca una sensacional escalera de piedra -siempre concebida para la aparición del personaje dueño del lugar y sus damas- era un clásico. Pero quizá lo más interesante es la puerta de entrada, en la plaza “rematada por un frontón curvo y encima, un balcón flanqueado por dos escudos ducales”, reza la promoción del parador.

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Por fuera, siempre se ha hablado del estilo escurialense que Francisco Gómez de Sandoval pidió al arquitecto del rey. Las cuatro torres esquineras de pizarra con chapiteles, la piedra de toda la fachada, transmiten la sensación de que el valido de Felipe III quería hacer de Lerma a Valladolid lo que El Escorial fue a Madrid. El poderoso hombre tuvo tal influencia que, además de convencer al rey de que trasladara la capital a Valladolid, tuvo todas las facilidades para levantar su hacienda a costa del erario del rey, que era el público también. Lerma era del valido, no del rey.

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Pasión por tierras castellanas

Todas las circunstancias históricas quedan atrás. Pero cuando se abren los balcones o las grandes ventanas que muestran la meseta castellana, se entiende la pasión que estas tierras -en apariencia tan áridas- despertaron en escritores, no solo del Siglo de Oro, sino mucho más tarde, en los hombres del 98 y del 27 que cantaron a Castilla.

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En el patio palaciego, al pie de la gran escalera, es imprescindible pararse ante uno de los tesoros artísticos -para muchos de los más notables- del patrimonio de Paradores: la Virgen en el Trono. Es una talla grande -un tamaño poco corriente- en madera policromada y dorada, de clara influencia flamenca. Dicen los expertos que es “un estilo de transición, que se evidencia entre el hieratismo y su pose frontal frente al naturalismo de su expresión”.

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Son expresiones de expertos, pero lo cierto es que el rostro de la virgen, su expresión y sonrisa, todo del siglo XIV, asombran. Es una belleza, aunque el niño sobre sus rodillas resulte más inexpresivo. Los ángeles que la coronan son del siglo XVIII. El hecho es que merece la pena no perderse la talla, aunque hay que observar dentro de una urna acristalada. Es el precio de la protección para poder tenerla cerca.

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La directora Legaz -ya hay ocho mujeres dirigiendo Paradores- muestra todo lo que la rodea con orgullo y la seguridad de alguien que ya ha aterrizado aquí hace más de un año -se trasladó a vivir a Lerma con sus hijos-. “Estoy contenta. Tengo un excelente equipo, son maravillosos. Y tenemos muchos proyectos para el futuro”, añade mientras muestra la magnífica colección de tapices de la Real Fábrica -"una parte ya es nuestra", dice orgullosa- que hacen aún más acogedor el gran patio-salón.

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Tapices de Pérez-Villalta, Manolo Valdés o Alberto Corazón “que ya son patrimonio también de Paradores”, aclara Legaz. La colección se irá trasladando a otros hoteles de la red. Un lujo. Al dejar atrás la villa del Duque, Castilla se abre con sus infinitas posibilidades, ya sea hacia Burgos y Palencia o a cualquiera de los monasterios, iglesias, desfiladeros, bosques, donde se esconden tantos trozos de historia y arte.

PARADOR DE LERMA - Plaza Mayor, 1 (Lerma, Burgos). Teléfono: 947 17 71 10

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