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Historia y sofisticación, arqueología y moda, madera policromada y telas coloridas, diseño contemporáneo y guiños estéticos al clasicismo hotelero de hace un siglo. Este establecimiento de la cadena Fontecruz habla de la historia de la ciudad y de la dimensión histórica de un personaje fascinante: Eugenia de Montijo, una mujer que marcó una época por su forma de entender la vida y que llegó a convertirse, en la Francia del siglo XIX, en el símbolo de la mujer moderna.
Y es precisamente ella, su retrato, quien recibe al visitante de este hotel: de frente, mirando a la puerta de esta casa-palacio que los propietarios del hotel sacaron del abandono y reformaron. Eugenia de Montijo nos observa al llegar y nos invita a disfrutar este primer espacio en el que no debemos pasar por alto el colorido artesonado del techo, alfarjes policromados del siglo XVIII que aparecieron durante los trabajos de restauración y que se dejaron a la vista en la recepción, en el hall del hotel y en el restaurante.
"Este es un edificio con un indudable valor histórico que fuimos descubriendo durante las obras de reforma. Y basta con asomarse al spa para comprobarlo". Hugo Ortega, uno de los propietarios de este hotel, habla con una evidente pasión del que considera su proyecto más especial. "Fueron tres años de obras muy intensos. Descubrimos restos del alcantarillado romano y arcos de un palacio gótico mudéjar del siglo XV que hemos conservado en la zona del spa".
Pero regresemos a la figura inspiradora de este alojamiento, que se diseñó como un homenaje a quien durante una época dio su nombre al palacio: Eugenia de Montijo, emperatriz de Francia entre 1853 y 1870. "El hotel es un recorrido por algunos de los elementos fundamentales en su vida y, por encima de todo, su relación con el mundo de la moda y el diseño", nos cuenta Hugo Ortega mientras repasa de memoria cada estancia y cada elemento decorativo.
El mostrador de recepción que evoca en algunos de sus detalles las plumas que abundaban en los diseños de la época, apliques con forma de corsé, la sala de desayuno inspirada en un vestidor clásico entre espejos y paredes recubiertas de papel al estilo de las ricas telas del XIX o las lámparas convertidas en la interpretación que hizo un artesano de Madrid de los collares de perlas.
"El equipo del estudio Leitmotiv, encargado del diseño del interiorismo, estudió durante meses la figura de Eugenia de Montijo y nos propuso varias ideas para intervenir en este espacio". Y cada color, cada moldura utilizada en la decoración, cada forma y cada mueble buscan su inspiración en la rica vida de una mujer poliédrica que permitió a ese estudio de diseño jugar con formas, colores y texturas.
Y ella, siempre presente en este hotel. También en el espacio con más personalidad del edificio: el especular lobby bar coronado por una gran vidriera superior y presidido por una versión contemporánea de Eugenia de Montijo que observa la vida pasar desde el otro lado de la barra. "Con la reforma del 2018 conseguimos revitalizar este espacio. Apostamos por una gran barra que atraiga a los huéspedes del hotel y a cualquier persona que quiera disfrutar de este lugar".
El ambiente es acogedor, el colorido mármol del suelo arropa los butacones de diseño y las mesas azul Tiffany. Y en uno de los laterales, el mazapán corner. Un espacio más recogido que sirve para exponer uno de los productos convertidos en emblema de la gastronomía de Toledo: los mazapanes, aquí firmados por el prestigioso obrador 'Santo Tomé'.
Por este lobby, nos cuenta Hugo Ortega, también transcurre la viuda toledana. "Este espacio se ha convertido en un lugar en el que celebrar ferias de artesanía local, muestras de marroquinería o damasquinado, exhibiciones de elaboración de dulces típicos…". Y Toledo se asoma a la carta de bebidas del bar. La cerveza que se sirve es una variedad artesana elaborada en la ciudad, también la ginebra 1085 con la que se elabora el cóctel Eugenia de Montijo: ginebra, zumo de naranja natural, refresco de naranja, semillas y una rodaja de naranja caramelizada.
Todo en este hotel gira en torno a la emperatriz pero hay un espacio reservado a un hombre. Charles Frederich Worth, uno de los primeros grandes modistos de la historia. Para muchos, el primer gran diseñador de alta costura y que fue el creador de cabecera de Eugenia de Montijo. A él se le atribuyen los primeros diseños firmados por un modisto como si se tratara de obras de arte o la creación, por primera vez, de dos colecciones nuevas cada temporada. La Emperatriz fue, sin duda, su mejor clienta. Basta con echar mano de las crónicas de la época para descubrir que llegó a encargarle más de 200 vestidos con motivo de la inauguración del Canal de Suez.
Y el restaurante del hotel está dedicado a su figura. Por eso las paredes se visten de tonos más intensos, más masculinos y el mobiliario es más funcional, menos sofisticado. Y como guiño al modisto, un maniquí que, desde su quietud, nos observa en un segundo plano, asomado a la ventana que aporta algo de luz a la estancia. Y también aquí hay que mirar al techo para contemplar otro de los hermosos artesonados del palacio.
Con una decoración de corte clásico, en tonos pastel, con grandes cortinas que, en algunos casos, se convierten en el cabecero de las camas, con colchones cómodos y almohadas mullidas, el 'Eugenia de Montijo' cuenta con 40 habitaciones de cuatro tipologías diferentes. Además de la suite presidencial, el hotel ofrece dos junior suites, ocho habitaciones superiores y 29 estándar.
Y por la propia planta irregular del palacio, casi todas las habitaciones son diferentes y cuentan con una selección muy cuidada de complementos de baño, albornoz y zapatillas, cafetera con cápsulas de café seleccionado, fruta fresca, mazapanes o caramelos como detalles de bienvenida.
El hotel cuenta con una zona de spa en la parte más antigua del edificio y en la que se han integrado los restos romanos o góticos que fueron encontrados durante las obras de remodelación del edificio. Está dividido en dos partes, una destinada a los tratamientos corporales y otra al circuito de agua, sauna, camas calientes y hammam.
Fontecruz hoteles nació con la idea de levantar hoteles boutique y así nació el primero de los establecimientos, el primer cinco estrellas de Ávila construido en el campo de golf. Era el año 2004. Desde entonces, Fontecruz ha abierto sus hoteles en Toledo, Sevilla y Lisboa.