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Las Médulas

Carucedo, León

Sus riscos de arena rojiza bien podrían levantarse en la superficie de Marte, tal como las películas nos la muestran. Eso si de verdad hubiese vida en ese planeta y un manto de vegetación de robles, castaños, encinas y carrascas cubriese parcialmente sus laderas, como sí ocurre en el entorno de Las Médulas. Así de peculiar y marciano es este paisaje de montañas en mitad de El Bierzo, que no es producto de la Naturaleza sino el resultado de una obra civil de hace 2.000 años.

Poco podían sospechar los ingenieros romanos que cumplían diligentemente la orden de extraer el oro de las laderas leonesas que su trabajo iba a alterar el medio ambiente de tal forma que el entorno sería declarado algún día Patrimonio de la Humanidad por la Unesco (1997), Monumento Natural (2002) y Bien de Interés Cultural, gracias a su interés arqueológico. Y es que Las Médulas no son otra cosa que los restos de un yacimiento, la mayor mina de oro a cielo abierto del antiguo imperio romano. Una mina que decidió explotarse extrayendo el metal por medio de canales a través de las montañas que, convenientemente inundados de agua, buscaban un camino de salida a través de la roca, destruyendo sus paredes y arrastrando ladera abajo  el fango arenoso. Y, mezclado en él, el ansiado oro. Así nació también el lago de Carucedo, allá donde fueron a calmarse las aguas. 

Hoy se conoce a Las Médulas como Las Catedrales de barro. Pocas veces unas obras dan como resultado algo tan bello.
 

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