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La belleza serena
Contra la creencia de que el urbanismo se ha adueñado de Mallorca, se puede viajar a Artà, a 68 kilómetros de Palma y a 20 de Manacor, para convencerse de lo contrario y encontrar uno de los lugares más hermosos de la isla. La costa de Artà, con 25 kilómetros de longitud, conserva todavía su estado natural, en el que destacan la playa y las dunas de sa Canova, la Colònia de Sant Pere o los altos acantilados del Cap de Ferrutx, así como una serie de calas pequeñas con playas de arena desde s'Arenalet d'Albarca hasta Cala Torta.
La belleza de sus playas no ensombrece el encanto de una ciudad tranquila, dominada por el recinto amurallado de San Salvador y por su iglesia convento de estilo gótico, a la que se accede descendiendo por una curiosa escalinata. Desde allí, una villa de amplias calles salpicadas de terrazas de los locales de restauración nos da la bienvenida y nos invita a contemplar sus señoriales casas edificadas en el siglo XIX por los grandes terratenientes de la región: Can Marquès, antigua residencia de los marqueses de Bellpuig, con unas magníficas escalinatas interiores; Can Cardaix o Can Epifanio, sin dejar de lado a Ca Na Batlessa, que actualmente es un centro cultural que expone la obra del artista Miquel Barceló, natural del vecino municipio de Felanitx.
A tan sólo un kilómetro del casco urbano se encuentran los orígenes más primitivos de la localidad en el poblado talaiótico de “Ses Païses”, declarado monumento histórico-artístico en 1946. A dos kilómetros, en la espesura del bosque, el monasterio de Bellpuig, construido en 1230, ensalza la victoria cristiana en tierras mallorquinas del Rey Jaime I. Y, si le gusta visitar cementerios, no se pierda el de Artà, considerado como una excelente muestra de arte funerario al aire libre.