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Dénia

Naturaleza y gastronomía frente al mar

La capital de la Marina Alta alicantina es mucho más que playa y el destino diario de imponentes barcos. De esto se da cuenta el viajero en cuanto percibe los olores provenientes del mercadillo y la artesanía, casi al lado del mar, en la explanada de Cervantes, el aperitivo para disfrutar de una localidad con sabores gastronómicos innovadores: cocas, erizos de mar, platos típicos como la llandeta,  la zarzuela de pescado... Todos ellos conducen sin remedio al barrio, el puerto y la lonja de Baix la Mar, la zona más pintoresca de la ciudad donde reinan el blanco, el azul, el amarillo y los ocres entremezclados, y uno de los cuatro ravales que componían Denia en la época islámica. 

El municipio tiene historia, y su pasado de medina árabe sigue muy presente en su castillo, sede del Museo Arqueológico donde se puede conocer aún más sus orígenes, así como en el Museo Etnológico, casi a los pies de la fortaleza. De ellos arranca el casco antiguo, que llevará al visitante al Ayuntamiento, el convento y la iglesia de San Antonio de Padua, la parroquia de Nuestra Señora de la Asunción y a conocer la importante industria que impulsó a la urbe en el Museo del Juguete, en la antigua estación de tren.   

A escasos kilómetros, se alza el Parque Natural del macizo del Montgó, que invita a una jornada completa de senderismo, con unas impresionantes vistas sobre Denia como firme promesa desde la torre renacentista del Gerro. La atalaya también permite admirar la reserva marina del cabo de San Antonio y la costa rocosa de Les Rotes, muy diferente a la playa de arena del otro lado del puerto, Les Marines, o Les Deveses, más al norte. Y es que, al final, todo lleva irremediablemente al agua, incluso una de sus festividades más conocidas, Bous a la Mar, en honor de la Santísima Sangre.

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