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Éibar

Castaño tesoro entre montes vascos

Éibar rezuma vida. Una localidad en medio de las montañas que se caracteriza por sus calles estrechas, sus llamativas cuestas de estilo medieval y sus altos edificios tostados. La ciudad presenta dos tipos bien distintos de trazado: por un lado, el centro urbano, cuajado de altos edificios multicolor –hasta la casa consistorial es de tono rojo– así como lleno de tiendas y centros comerciales; por otro, los barrios, que presentan la clásica ruralidad vasca llena de vegetación y caseríos. En esta zona más natural, se encuentra la cruz de Arrate, que parece una reliquia prehistórica.

Y ya que hablamos de patrimonio clave, no se puede olvidar el recio santuario de la Virgen de Arrate, del siglo XII, un templo icónico en torno al cual se ha tejido la religiosidad del lugar. Otros edificios llamativos por sus ampulosos escudos de armas son las casas-torre de Unzuela y de Markeskua. Asimismo, destacan, por su monumentalidad, la esbelta y muy vertical iglesia de San Andrés, y, por su forma de cubo, el palacio de Aldatze. Al fondo, los montes Opinburu, Kalamua y Akondia, rocosos y fragantes, engalanan la vista y el aire con su fuerte aroma a naturaleza. 

La industria tradicional de Éibar siempre ha sido la armería. La Portalea o Casa de Cultura fue una antigua fábrica de armas y existe un Museo sobre dicha industria. Hoy día, ese turismo ha quedado en segundo plano frente al cultural, tal y como delata la transformación de la Portalea, al de naturaleza y al deportivo. 

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