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Los Realejos

Con los encantos a la vista

Los Realejos da un nuevo sentido a la expresión “todo en uno”. Busque lo que uno busque parece muy difícil que no lo encuentre en este municipio de la zona de acantilados del norte de Tenerife. Es el fruto de la suma de dos núcleos anteriores, Realejo Alto y Bajo. Cuando ambos juntaron sus destinos sumaron también sus diversos encantos, y el resultado es algo que el viajero puede intentar abarcar con la vista desde los miradores que salpican aquí y allá el terreno: al que busque paisajes espectaculares, le aparecerán a su alcance en la inmensidad del Valle de Orotava; quien quiera playas, que gire la mirada en dirección al trecho de costa; allí va a encontrar un rincón de arena volcánica que viene a ser como el edén de los amantes del surf, medio escondido entre los riscos. Igual que la playa de La Grimona y otros paradisíacos parajes.

Si esos mismos ojos se dirigen hacia el casco urbano, en algún momento se toparán con los tesoros que guarda Realejo Alto, sembrado de joyas arquitectónicas que tienen como guinda la iglesia del Apóstol Santiago; y los de Realejo Bajo, que atesira otras tantas prendas, algunas civiles, en forma de hacienda señoriales como Los Príncipes civiles, y otras religiosas, como la iglesia de La Concepción, cuyo edificio es un recorrido por la evolución del arte en Canarias.

Y cuando el viajero, abrumado por lo que le espera, se sumerja en el corazón del pueblo, lo más probable es que lo encuentre en fiestas, porque Los Realejos celebra al año casi un centenar de festejos de todo tipo. Es la sorpresa final con que el pueblo termina de seducir a cualquiera.

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