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Monasterio al cuadrado
Tanto monta, monta tanto…, en San Millán de la Cogolla, pueblo y monasterio son términos casi intercambiables. Si, cuando presenciemos desde lo lejos su impresionante silueta, queremos saber por qué, tendremos que remontarnos al siglo V. Entonces, el anacoreta y santo Millán creó en La Rioja la comunidad de eremitas de Suso que pronto se convertiría en un foco de cultura para la Europa medieval. Sobre el sepulcro de Millán se levantó un cenobio y, a partir de él, un monasterio, San Millán de Suso, a poca distancia del río Cárdenas. Ese primitivo claustro, de dimensiones reducidas, es hoy un tesoro del mozárabe y el románico más añejo. Cuatro siglos después de edificarse Suso, al convento le crecerá una réplica ladera abajo: el Monasterio de Yuso, adonde se trasladarán en 1053 los restos de San Millán.
Con esas dos joyas culturales y arquitectónicas como centros neurálgicos, los verdes campos de alrededor pronto se llenaron de pobladores, y así fueron naciendo los cuatro barrios de San Millán de la Cogolla. El primero, ya en el siglo IX, Santurde. Más tarde el Barrionuevo, como un puente entre ambos claustros. Luego llegarían los núcleos de Lugar del Río, algo más alejado, y El Prestiño, al norte de Yuso, para albergar el antiguo hospital del monasterio además de molinos y almacenes. Con los años, esas construcciones acabarían convertidas en viviendas, y la memoria que queda de aquello son estas solitarias calles que recorremos. Y, por supuesto, los dos magníficos claustros. Todos los caminos de San Millán de la Cogolla, básicamente dos arterias alargadas, llevan hasta ellos. Entre ambos valen por un pueblo y más de quince siglos de historia.
En el siglo XVI, San Millán de Yuso fue demolido y vuelto a reconstruir al estilo herreriano, de moda entonces. Así es como podemos contemplarlo hoy, como un pequeño y rústico Escorial en mitad de La Rioja.