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Geocaching y diversión en familia en el Prepirineo aragonés

Jugando a Indiana Jones entre gigantes de piedra

Actualizado: 31/07/2020

Fotografía: Ferrán Mallol

Un móvil, unas pistas y un tesoro escondido: el Prepirineo aragonés. Lejos de la típica visita cultural, esta experiencia nos lleva a recorrer sus pueblos en familia a través del geocaching, una especie de yincana mundial con pequeñas recompensas o cachés ocultos en los rincones más inesperados. Todo lo que un niño necesita para caminar sin fin hasta descubrir castillos, templos románicos, leyendas del medievo o caprichos de la naturaleza.
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Salimos de Zaragoza con dirección a la Hoya de Huesca, territorio de transición entre los Pirineos y el valle del Ebro. Allí podremos elegir una de las 11 rutas de Prepirineo Clandestino, una iniciativa que la asociación de empresarios turísticos, bajo la marca PrePyr 365, ha elaborado sirviéndose del geocaching.

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El geocaching es solo la excusa para descubrir pueblos con un gran encanto o participar en actividades ligadas al deporte de aventura en enclaves naturales "privilegiados" de estas tres comarcas: Cinco Villas, Hoya de Huesca y Somontano, en el lado occidental, más próximo a Navarra que a Cataluña. "Son rutas que se pueden llevar a cabo en grupos o en familia, puesto que se adecuan y se diseñan a la carta, según la condición física y la edad de los participantes", explica su presidente, Javier Díaz. Y según sus preferencias.

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Si lo que buscáis es la historia, no lo dudéis: elegid la ruta de El tesoro Al- Muqtadir, donde iréis tras las pistas de un cofre que los cristianos en la Reconquista vinieron siguiendo desde Zaragoza y que contiene 50.000 monedas de oro. Si preferís la aventura, optad por Los secretos de Guara, la más activa de todas. Y si queréis aprender a hacer cerámica, vino o aceite, vuestra ruta es Oficios y Tradiciones, una simpática propuesta para conocer cómo se elaboraban los alimentos o los útiles hace cientos de años.

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Elegimos la ruta Gigantes de Piedra, por ser en la que la naturaleza muestra su lado más salvaje y la más alejada de la civilización. Algo a valorar por la coyuntura actual.

En ruta: un zarpazo al paisaje

Pistas y tesoros hay por todo el mundo, pero Prepyr 365 las ha colocado en lugares clave y ha inventado historias para mostrarnos toda su belleza sumergida. Solo necesitamos descargarnos una aplicación, Geocaching.com, que nos conducirá a los cachés. Es muy sencilla y, además, es gratuita. Mientras vamos de camino, en apenas dos minutos, la descargamos, nos registramos y ¡listos para empezar a buscar!

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Pasado Huesca, por la carretera A-132 en dirección a Ayerbe, pronto descubrimos el porqué la ruta se llama así. Unas impresionantes moles de roca bermeja dan un zarpazo al paisaje.

Frente a frente nos encontramos con los Mallos de Riglos, que llegaron a tener su propio reino, independiente del aragonés. Estas agujas verticales de hasta 275 metros, capricho de la erosión, siempre han estado rodeadas de un gran misticismo: gigantes, dioses, reyes... ¡hasta superhéroes del medievo!

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Cada pueblo del recorrido –Aniés, Ayerbe, Marcuello, Murillo de Gállego y Agüero– esconde un tesoro, y a lo largo del camino trazado por senderos centenarios, los Mallos hacen de decorado. En cada una de las paradas tenemos unas coordenadas y una serie de pistas, algunas relacionadas con la historia del lugar, otras con la orografía del terreno.

Ayerbe, el primer tesoro

La ruta comienza en la Ermita de la Virgen de la Peña, en Aniés, desde donde se puede ver el castillo de Loarre. Pero nosotros partimos de Ayerbe, a 30 kilómetros de Huesca. Esta antigua villa de estación y mercado encierra en sus muros secretos del pasado que todavía perviven en las fachadas de algunas de sus casas y edificios.

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¿Dónde estará escondido nuestro primer tesoro? Probablemente, en el Palacio de los Marqueses de Ayerbe. O en la Torre del Reloj, o quizás en los restos del antiguo castillo musulmán y, por qué no, en la casa en la que vivió Santiago Ramón y Cajal. En uno ellos encontraréis el primero de los cachés, que lógicamente no os vamos a desvelar.

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Partimos con cierta ventaja. Viene con nosotros Diego Vázquez-Prada, geólogo y guía de la naturaleza. Diego cambió la vida cómoda en Zaragoza para venirse a Riglos, atraído por el misticismo de la zona. Porque Diego no es un geólogo al uso. Le gusta la ciencia, pero más si cabe le apasionan las leyendas de toda esta zona, que considera su hogar y que nos cuenta a través de mitos, cuentos y romances. En la actualidad trabaja como guía para Prepyr y para la Comarca de La Hoya de Huesca.

Antes de abandonar Ayerbe, no olvidéis una parada en una de las panaderías del municipio y probar unos refollaos, que son el dulce estelar. Podéis hacerlo en 'César Ascaso', la decana de la localidad oscense, con más de 70 años de tradición. La tienda está a pie de carretera y el horno a 300 metros, así que no hay excusa.

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Segunda pista: "Un arbusto muy espontáneo"

Conducidos por Diego y acompañando a unas niñas encantadoras, partimos de Ayerbe en furgoneta rumbo al Castillo de Marcuello, siguiendo una antigua vía romana que conectaba Caesaraugusta –actual Zaragoza– con las Galias.

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En esta fortaleza se esconde el segundo caché de la ruta. Atravesamos Sarsamarcuello, un pequeño pueblecito donde unos indicadores nos muestran el camino. En las inmediaciones del castillo encontraréis una explanada donde poder aparcar sin problema, mientras buscáis el caché. La pista dice así: "Un arbusto muy espontáneo protege sus muros de piedra". Esta vez nos cuesta un poco más, pero al final ¡lo encontramos!

Abrimos la cajita y descubrimos unas piedras brillantes que cambiamos por unas pintadas a mano. Las reglas de esta competición dicen que, si nos queremos llevar el tesoro, tenemos que dejar uno a cambio. Así que, ya sabéis, tened siempre preparado el vuestro cuando practiquéis geocaching.

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Antes de irnos a por el siguiente tesoro, no podemos dejar de asomarnos al impresionante balcón natural que nos hace sentirnos dominadores de todo el valle del Ebro. No es de extrañar que Pedro I, para conquistar a su esposa Berta, de la cual estaba profundamente enamorado, le llevase a este lugar y le ofreciese esos territorios como dote, vamos, como regalo de bodas.

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Encuentro con los buitres

La siguiente parada en el camino no tiene geocaché, pero es igualmente obligada: el Mirador de los Buitres. Sería un pecado no parar, porque desde este punto tenemos la mejor vista sobre los Mallos y podemos contemplar en su hábitat natural a este majestuoso ave.

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Prismáticos en mano, Diego nos ayuda a localizar los nidos. "Fijaos en las manchas blancas que hay sobre la roca. Son sus excrementos, con los que señalan que ahí vive una familia de buitres, de forma que cuando otros individuos de su especie sobrevuelan la zona, a lo lejos ya ven que hay una urbanización", bromea.

"¿Sabéis cómo aprenden a volar? La madre les deja sin comida y no les queda otra que echar a volar o morirse de hambre", nos cuenta. Diego lo sabe prácticamente todo sobre los buitres porque trabajó en el centro de Interpretación de Aves Rapaces ARCAZ que está en el pueblo de Riglos, minúsculo desde este punto. Estamos a más de 900 metros y el cierzo nos obliga a ponernos una chaqueta, que no debe faltar en vuestro equipaje.

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Siguiente 'caché': Murillo de Gállego

Seguimos la estela del Gállego en busca del siguiente caché. Nuestra siguiente parada es Murillo de Gállego, el más turístico de la zona, junto a Ayerbe y Riglos, ya que allí se concentran cuatro empresas de turismo fluvial, que nos darían para otro reportaje.

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Mientras hacemos un descanso para comernos un espectacular bocadillo de longaniza de Graus, en el bar terraza 'Casa Yeste', Diego nos cuenta la leyenda de Pedro el Saltamontes, un vecino que hace mil años se convirtió en todo un superhéroes en esta localidad:

"En tiempos en que el Reino de los Mallos, vivió en Murillo un joven con una agilidad asombrosa, sorprendiendo sobremanera por su agilidad y los saltos tan espectaculares que daba. Este joven se llamaba Pedro, y no es de extrañar que le apodaran 'el Saltamontes'. (…) Un día empezó a correr por Riglos el rumor de si Pedro el Saltamontes podría o no saltar desde uno de los mallos. Pedro aceptó la apuesta, pero puso una serie de condiciones: la gente estaría a más de 250 metros, tardarían al menos media hora en acercarse al lugar, y el dinero sería entregado a sus padres con antelación. (…) Pasado el tiempo pactado, Pedro no estaba. Ni vivo ni muerto. Pasaron los días, las semanas, los meses y los apero nadie supo que había sido del saltador de Murillo".

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Viendo la altura del Mallo Pisón, el más espectacular de todos, uno piensa que es imposible saltar desde ahí sin perder la vida. "En realidad se cuenta que Pedro el Saltamontes saltó hacia la parte de detrás del mallo, y así, jugando con el efecto óptico desde lejos, engañó a todos los vecinos y huyó con el dinero", nos explica Diego. "Otros señalan que fue la reina Berta, que le había nombrado mensajero real deslumbrada por su agilidad, quien le ayudó a escapar".

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No queremos irnos sin saludar a Raúl Ur, un joven de Murillo que se embarcó, junto a toda su familia, en la aventura de vivir en su propio pueblo y para ello creó Ur Pirineos, aprovechando el potencial del río Gállego, al que prometemos volver, pero subidos en un kayak.

La sorpresa final: Agüero

En Agüero nos espera el mayor misterio del reino de los Mallos: la inacabada iglesia de Santiago. Como dice Prepyr en su web, no te esperes una pequeña ermita. ¡Qué va! Sola, en mitad del monte, inesperadamente grandiosa e inacabada.

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En ella trabajaron los mejores arquitectos, canteros y escultores de la época. La leyenda una vez más habla de que fue un capricho de la reina Berta, pero al parecer, fue un encargo del primer rey de Aragón, Ramiro I,​ que enamorado del lugar quiso convertirlo en su retiro y que al morir, su yerno, Ramón Berenguer, trasladó a los mismos canteros y arquitectos a otro monasterio, el de Poblet, mucho más conocido y visitado.

Acabamos la ruta y nos llevamos la sensación de perdernos y descubrir un territorio pista a pista, de trabajar en equipo, en familia. Una aventura emocionante y clandestina. Y tú, ¿te atreves a jugar a Indiana Jones en el Reino de los Mallos?

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