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El Acuario de Sevilla, una aventura entre océanos

Una vuelta al mundo submarino sin salir de Sevilla

19/11/2024 –

Actualizado: 17/11/2022

Fotografía: Javier Sierra

El Acuario de Sevilla recrea el viaje llevado a cabo por Magallanes y Elcano que salió hace 500 años desde su puerto fluvial. Una propuesta para los más pequeños en la que aprender a través de las especies de ríos, mares y océanos los detalles de la gesta de la primera circunnavegación de la Tierra.
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Muy cerca del lugar en el que se alza el Acuario de Sevilla, al otro lado del río, se encuentra el lugar donde comenzó todo. Del Muelle de las Mulas, donde hoy comienza el barrio de Los Remedios y se abre la Plaza de Cuba, partió hace cinco siglos la expedición comandada por Fernando de Magallanes. Allí dio inicio la primera circunnavegación de la Tierra, que terminaría tres años después Juan Sebastián Elcano. Una esfera de hierro en el lugar donde se encontraba el muelle recuerda hoy ese hito de la navegación mundial.

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Pero hay una manera diferente de acercarse a este viaje y es la que propone el Acuario de Sevilla para toda la familia. Un itinerario por sus modernas salas que comienza en las aguas del Guadalquivir y se desplaza hasta las profundidades de los océanos, replicando el recorrido de aquellos marineros de hace 500 años. “El acuario está dividido en cinco zonas temáticas (Guadalquivir, Atlántico, Jungla, Pacífico e Indopacífico) y permite a las familias ver de cerca a los seres marinos que acompañaron a la expedición de Magallanes y Elcano en su extraordinaria gesta. Más de 3.000 metros cúbicos de agua, unas 400 especies marinas y más de 7.000 ejemplares les esperan a orillas del Guadalquivir”, explican desde el oceanario sevillano.

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Los niños miran con atención las especies que conviven en las piscinas del río, las más genuinas del acuario. Con el río como calle central de la ciudad, muchos descubren por primera vez los animales que lo pueblan. En el agua se mezclan las especies autóctonas como las anguilas y los esturiones -desde los años 30 del pasado siglo la familia Ybarra comercializaba el caviar de estos esturiones desde sus instalaciones de Coria del Río-, con las especies invasoras como la perca americana o la carpa.

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Desde allí se pasa al área relativa al Océano Atlántico. Aquí vemos una recreación del fondo rocoso, donde los más pequeños pueden ver el sargo, la lisa o las estrellas de mar, mientras en el fondo arenoso viven la breca y el pepino de mar. Uno de los niños se detiene ante uno de los paneles que van resolviendo preguntas a los visitantes, y que en este caso explica por qué el océano es azul si el agua es transparente. Como si fuera una balconada, un tanque de poca profundidad y a baja altura nos permite ver desde arriba la danza de las rayas por el fondo marino y una gran estrella de siete brazos, que deja a los niños con la boca abierta.

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Inculcar el valor de la sostenibilidad

Uno de los aspectos más relevantes de esta visita es inculcar a los niños el respeto por mares y océanos, la sostenibilidad y el papel que tienen ellos como futuros responsables de su cuidado. “Todo el recorrido del acuario está adaptado para que los diferentes públicos puedan seguir el viaje y conocer las riquezas de los fondos marinos, además de la importancia de su cuidado”, detallan durante la visita.

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“Pero hacemos especial hincapié en que los niños que nos visitan se lleven un mensaje de concienciación y que aprendan que todos podemos poner nuestro granito de arena para salvar el planeta. Lo hacemos a través de la cartelería, de los vídeos, del mensaje que dan los guías, así como de las actividades y talleres de divulgación/concienciación. Los niños son embajadores de la sostenibilidad del planeta y trabajar con ellos es fundamental para el futuro de los océanos”, explican los responsables de las instalaciones.

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Una de las piscinas que causan sensación es la de los pulpos, que avanzan extendiendo sus tentáculos por las cristaleras ante la atenta mirada de las familias. Más adelante, en la zona de la jungla, impresionan las anacondas y los lagartos arborícolas, además de las pequeñas ranas flecha, de vistosos colores y que parecen hechas de cerámica. Otro de los puntos fuertes del recorrido son los pequeños tanques en los que se pueden ver los caballitos de mar -muy de cerca- y donde los niños pegan la cara al cristal para intentar que respondan a sus toquecitos con los dedos.

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Dientes y aletas que hipnotizan

Y entonces, en plena oscuridad, se llega a la joya de la corona: el tanque de tiburones, el más profundo de la Península Ibérica. Nueve metros van desde el suelo hasta la superficie, y un túnel lo surca por debajo, creando una sensación envolvente. Niños -y también mayores- se quedan paralizados observando a los tiburones y tortugas marinas pasar sobre sus cabezas, pero también peces que forman parte de nuestro día a día como las doradas, las caballas y las corvinas.

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Por algo este tanque es una de las estrellas de la visita para los más pequeños, como cuentan desde el acuario. “La mayoría de los niños vienen buscando a los tiburones, y no vamos a engañarnos, son probablemente lo que más les sorprenda. También las tortugas marinas, tanto Chelo y Nando -las dos tortugas Caretta caretta que habitan en el oceanario- como las crías de tortuga, pertenecientes a los proyectos de conservación en los que participamos. Los pulpos y sus tentáculos, los huevos de tiburón y raya de la guardería, las ranas de colores, las enigmáticas medusas o las impactantes anacondas, sin olvidarnos de los peces tropicales más famosos del cine, son otros de los animales que más gustan a los niños”.

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Tras pasar junto a un enorme esqueleto de ballena, parece que nos adentremos en un laboratorio de una película de espías: es el gran salón de las medusas, donde podemos conocer a las cinco especies más venenosas del planeta. Su baile es hipnótico en los tanques tubulares iluminados, que dejan ver la transparencia de estos animales. Más allá y a través de una mampara, los más curiosos pueden ver el trabajo en la zona técnica de reproducción de medusas. Y si hablamos de peces venenosos, solo unas salas más adelante podremos ver a las morenas y al pez león, que intimidan a los niños desde el otro lado del cristal.

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Biólogos marinos por un día

Este acuario tiene, además, actividades especiales para los niños más allá de la visita tradicional. “Los talleres de fin de semana o las actividades Tiburones a medianoche y El lado oculto del Acuario son algunas de las actividades extras que pueden realizar los niños cuando hacen una visita con su familia al acuario. También pueden celebrar su cumpleaños en nuestras instalaciones y participar en los campamentos de verano, formando parte del equipo del acuario durante una semana”, explican en la institución.

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En la experiencia con tiburones se incluye la visita, la cena y la actividad El misterio de los tiburones; mientras que en la segunda podrás convertirte en uno de los biólogos por un día, conociendo el trabajo que realizan y compartiendo sus tareas en las zonas que no se visitan normalmente.

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Y, cuando llega el final de la visita, es el momento de deslumbrarse con los colores del manglar, “un ecosistema entre dos mundos”. Preciosos peces de distintas tonalidades crean una imagen sorprendente en esta área y tienen nombres tan vistosos como su aspecto: pez mariposa, cardenal pijama, pez ángel emperador o pez coral. Tras esa paleta de colores, que a algunos de los más pequeños le traen a la cabeza a Nemo y La Sirenita,, llega el final del viaje, en el que han podido recorrer el mundo sin salir de Sevilla y como unos intrépidos aventureros, conociendo esa parte del viaje que Magallanes y Elcano no pudieron disfrutar.

ACUARIO DE SEVILLA - Muelle de las Delicias, s/n. Tel. 955 44 15 41.

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