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No puede faltar una visita a la mezquita-catedral de Córdoba. Es patrimonio de la humanidad de 1984 y la foto que todo turista debe tener en su haber tras recorrerla es la de la sala de los arcos bicolores. Un secreto: si vamos antes de las 9:30, la entrada es gratis, así que merece la pena madrugar.
Además de los musulmanes, los judíos legaron un importante patrimonio a la capital cordobesa. Lo mejor sin duda es descubrirla calle a calle y dejarnos sorprender. La más curiosa tal vez sea la calle Pedro Jiménez, a la que llaman del Pañuelo, porque se dice que con sus apenas 15 metros es la más pequeña del mundo. En ella, tres puertas frente a dos naranjos. Otra fotografía que merece la pena traerse de recuerdo.
Los patios cordobeses, al resguardo del calor en verano, son una auténtica maravilla. Incluso hay un festival en mayo en el que se engalanan con las mejores flores. Si vamos en otra época, merece la pena acercarse a la Asociación de Amigos de los Patios Cordobeses, que durante todo el año ofrece visitas gratuitas a su sede.
Al igual que en otras capitales andaluzas, Córdoba presume de buena gastronomía. Muy cerca de la Judería tenemos la plaza de la Corredera, en pleno centro y donde abundan las terrazas de tabernas y restaurantes que sirven exquisitas tapas típicas y donde además podemos cenar hasta bien tarde.
Además del famoso barrio, los judíos legaron a la ciudad también la única Sinagoga que se conserva en Andalucía. Tras la expulsión de los judíos de la península, ha sobrevivido como hospital, como ermita y como escuela. Fue construida entre 1314 y 1315 y sorprende sus espléndidos atauriques mudéjares.
No sólo los romanos sabían relajarse en baños públicos y queda demostrado en los baños Hammam Al-Andalus, a pocos metros de la Mezquita y que nos servirá para relajarnos y transportarnos a una de las épocas de esplendor que vivió la ciudad, ya que están decorados como si en un cuento de las mil y una noche nos encontrásemos.
No podemos irnos sin probar el auténtico salmorejo. En el Mercado Victoria, de aire modernista y repleto de puestos, encontramos La Salmoreteca, donde además del típico salmorejo de color rojo podemos probar otros tan dispares como uno amarillo de maíz o un salmorejo de color verde intenso en el que el aguacate es el gran protagonista.
Edificio gótico de carácter militar que, además de ser la residencia de los Reyes Católicos, fue el lugar donde éstos recibieron a Cristobal Colón en audiencia cuando les contó su plan de viajar a las Indias por otro camino, el que le llevaría a América. Impresionantes los patios y jardines interiores que esconde bajo una sobria fachada.
En Córdoba hay una arraigada tradición ecuestre. Muestra de ello es que son protagonistas no sólo durante la feria, sino todo el año. Por la noche se celebran espectáculos en las Caballerizas Reales donde los caballos, elegantes, nos demostrarán que ellos también saben bailar.
Un imprescindible que no podría faltar. Y es que merece la pena perderse y callejear sin rumbo y sin mapa por las calles. Siempre mirando a lo alto para descubrir tantos tesoros en sus fachadas y buscar la foto perfecta, la que nadie tiene. De día o de noche nos embruja y nos sorprende a cada paso. Es la ciudad perfecta para perderse.