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Dentro de la bodega, aún es posible ver los restos del claustro que habitaron los franciscanos.

De Peñafiel a Pesquera de Duero (7 km por la VA-101) y a Castrillo de Duero (12 km por la N-122)

Día 3: Ruinas franciscanas, alta cocina y una despedida junto al Duero

Actualizado: 01/10/2019

Fotografía: César Cid

El broche de oro a nuestro viaje por la Ribera del Duero, en la ruta de Quintanilla de Onésimo a Peñafiel, lo pone un cata de vinos entre muros de más de ocho siglos, un menú gastronómico con el que devoramos -literalmente- el paisaje que nos rodea, y un apacible paseo junto al Duero que ayuda a cargar las pilas para retomar la vuelta a casa. Si es que quieres volver, claro...

CUADERNO DE VIAJE: CONSEJOS | DORMIR | COMER | BODEGAS | SELFIES

1. 'Convento de San Francisco': una bodega entre ruinas

Peñafiel es uno de los corazones latentes de la Ribera del Duero. Por sus venas corre el vino de importantes bodegas como 'Protos', 'Peñafalcón', ' Pinna Fidelis' o la del 'Convento de San Francisco', una de las más místicas de la zona. Allí espera César Pitarch, un extremeño que, junto a sus dos hermanos, rehabilitó en 1998 un antiguo monasterio del siglo XIII y en cuyos muros hoy guardan sus barricas de vino. "Cuando llegamos todo estaba en ruinas", recuerda César, que antes de ser enólogo, trabajó como economista. "Hicimos una gran tarea de restauración y recuperamos la antigua caballeriza y el viejo palomar que utilizaban los monjes", detalla mientras camina hacia el jardín de la bodega, donde es posible ver restos del claustro, el pozo y varias partes de la estructura que ha aguantado el paso del tiempo. Su ábside, otra joya, se puede ver desde la calle.

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Tienen una nueva nave de elaboración, donde se ha conservado parte del muro perimetral del convento, que llega hasta la carretera de Cuéllar. Allí es donde se hacen las catas de sus vinos, entre los que se encuentra un Crianza que obtienen de la mezcla de diferentes parcelas, de distintos suelos y altitudes. Tras la vendimia -toda manual-, pasan por unos grandes depósitos de acero inoxidable para una primera fermentación alcohólica y después maduran en barrica durante 12 meses (70 % roble francés y 30 % americano).

También tienen su Reserva Selección Especial, un vino que obtienen de sus cepas más antiguas con una maduración de 30 meses en barrica y del que solo sacan entre 4.000 y 7.000 botellas, de las 150.000 que produce la bodega anualmente. "Nuestra filosofía es elaborar vinos que expresen el origen, la climatología y la variedad del terroir", comenta el bodeguero de 41 años.

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También experimentan con vinos blancos de albillo, que envejecen en madera de roble francés. "La Ribera del Duero siempre ha sido una zona de claretes, en las que la uva tinta se mezclaba con la blanca. Y aunque actualmente la uva blanca no está incluida en la D.O de Ribera del Duero, tiene un gran potencial", comenta César, que asegura que su inclusión en la D.O es cuestión de tiempo.

2. 'Cepa 21' & 'Ambivium': así sabe la alta cocina del Duero

La alta cocina encuentra su sitio en la Ribera del Duero con restaurantes como 'Cepa 21' o 'Ambivium', los dos situados a pocos minutos de Peñafiel. Como es imposible comer en los dos al mismo tiempo (no sirven cenas), lo recomendable es tomar un vino en uno de ellos y probar el menú en otro. O quedarnos un día más y conocer ambos.

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'Cepa 21' se encuentra en el kilómetro 297 de la N-122, en la bodega del mismo nombre. Su chef, el palentino Alberto Soto, lleva 12 años tras los fogones y en 2014 recibió 1 Sol Guía Repsol. Su carta juega con trampantojos en torno a las viñas que convierten cada pase en un divertido juego. Sirven sarmientos de viña, uvas que no son uvas e incluso hojas crujientes de parra. También se atreve con macarons de vino y lechazo, ceviches de trucha, raviolis de patata trufada a la carbonara, huevos con carabinero y cochinillo confitado con gnoccis de romero. Su salón con grandes cristaleras ofrece unas bonitas vistas frente a los viñedos.

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En 'Ambivium', es la madrileña Marina de la Hoz la que dirige la cocina de este restaurante que nació hace dos años en el 'Pago de Carraovejas' con la firme apuesta de poner al comensal el paisaje en el plato. Proponen bocados singulares como una hoja de viña auténtica con trucha y caviar, una ostra con lechazo crujiente o un trozo recién cortado de un panal de miel de San Llorente sobre un crumble de mantequilla.

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Pero la experiencia en 'Ambivium' no solo se limita a la comida. Todos los platos han sido pensados junto a un vino, a veces dos, tres o cuatro, tomados en el mismo pase. El maridaje del menú incluye botellas históricas difíciles de encontrar, desde un Château d'Yquem del 85 a un Barolo del 75, un champán de Gosset del 71 o un vermú embotellado en los años 30.

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"Queremos democratizar los vinos y regalar tiempo, el tesoro más valioso del mundo", asegura Guillermo de la Cruz, director y sumiller del restaurante, que prevé aumentar su bodega de 1.300 referencias a 2.500. El restaurante cuenta además con un gastrobar (abierto de 12:00 a 18:00h) donde tomar un vino o uno de sus 15 cócteles en carta. Las vistas sobre el castillo de Peñafiel que hay desde la terraza invitan a no marcharse nunca.

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3. El puente que serpentea sobre el río Duero

Antes de retomar el camino a casa y decir adiós a estos paisajes tan llenos de vida, nos acercamos al río Duero para descubrir uno de los puentes más famosos de la zona: la pasarela de Pesquera de Duero. Hay varias maneras de llegar a ella: caminando por la Senda Natural GR14 que une Peñafiel con Quintanilla de Onésimo, atravesar el gran pinar que nace en Padilla de Duero o conducir hasta el pueblo por la carretera VA -101. Desde Peñafiel son apenas 7 kilómetros. Un corto recorrido donde podrás ver desde el coche otras importantes bodegas de la zona, como 'El Marqués', 'Hesvera' o 'Emilio Moro'.

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Una vez en el pueblo, busca la calle Nueva que va paralela al río. Verás mayor vegetación, y a lo lejos, un llamativo puente de madera con una ondeante forma sobre el Duero. Prepara tu cámara, has llegado. La situación del puente en pleno meandro ofrece unas bellísimas vistas del río y del bosque de ribera.

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Es habitual ver a los niños corretear en este entorno natural o a los paisanos del pueblo, con sus largas charlas junto a la orilla. Ellos te contarán que estás ante una de las pasarelas de madera más largas de España, con sus 106 metros de longitud; que se construyó en Asturias y que, en verano, hay chiquillos que se atreven a tirarse al agua desde lo alto. Siéntate en el césped y empápate bien de lo que te cuenten. Ellos conocen el lugar mejor que nadie.