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EN RUTA CON ISABEL COIXET

"Pazos de Arenteiro, en Ourense, es un pueblo de piedra súper bien conservado"

Actualizado: 07/09/2018

Inmersa en el montaje de la que será su próxima película, 'Elisa y Marcela', y con un constipado a cuestas, Isabel Coixet nos abre las puertas de su productora, Miss Wasabi. Sibarita y viajera, reconoce haber hecho la maleta en busca de un restaurante y que la comida siempre ha sido fundamental en sus películas.
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Disfruta de la alta cocina, aunque no siempre: a veces ha hallado mayor placer gastronómico engullendo un bocadillo de porchetta de un bar en la misma calle donde trabaja. Contra lo healthie y lo cuqui de Instagram, la directora de cine reivindica el croissant relleno de Nocilla.

Acabas de rodar tu última película, Elisa y Marcela, en Galicia. ¿Qué sitios has descubierto?

Celanova, cerca de Ourense, tiene un monasterio y una basílica impresionantes. Luego hay otro pueblo, Pazos de Arenteiro, súper bien conservado, de piedra, sin ninguna construcción nueva. Hay un hotelito rural, que se llama 'Aldea Rural Pazos de Arenteiro', encantador. La gente que lo lleva cocina muy bien y las habitaciones son estupendas. En Celanova, en la calle de San Roque, hay varios lugares para comer para todos los bolsillos. Uno de alta gama con muy buen producto, 'O forno do Lito', y otro que se llama 'Casa Berta', que hacen muy bien las tapas, las croquetas de chipirones, la ensaladilla rusa y esas cosas. Además, el lugar tiene mucho encanto. Era una antigua fábrica de telas. Es el típico local que podrías encontrar en cualquier ciudad europea. También recomendaría 'Adega do Iván', más sencillo pero exquisito.

¿La película cuándo la estrenáis?

Yo creo que al año que viene, todavía no tiene fecha. Con Natalia de Molina, Greta Fernández, Tamar Novas, María Pujalte, Francesc Orella, Luis Homar…

¿Cómo te llegó la historia?

Hay un libro de un historiador, Elisa y Marcela más allá de los hombres, de Narciso de Gabriel. Le conocí en A Coruña hace ocho años, cuando iba a publicar el libro. Hablamos mucho de esta historia de amor entre dos mujeres que me pareció fascinante. Pero entonces, cuando decías que querías dirigir una película sobre eso nadie te hacía mucho caso. Ahora parece que más.

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Hace poco publicabas en Instagram un vídeo de la piscina del hotel 'Cap Sa Sal', en Begur. ¿Cuáles son tus rincones secretos de la Costa Brava?

En la costa todo está muy explotado, pero todavía existen pueblos en el Empordà como Sant Martí Vell y alrededores, donde puedes pasear y respirar el ambiente como debía ser allí hace muchos años. Cerca hay un restaurante, 'La Riera' (en Peratallada, Girona), al que voy desde hace mucho. Tiene una cocina sencilla pero un ambiente maravilloso... Es fantástico cómo tienen montado el jardín....

Tú misma eres prescriptora gastronómica y haces recomendaciones en Crónica Global. ¿Siempre te ha interesado el tema o tiene que ver tu trabajo?

Sí, siempre he viajado mucho y he tenido curiosidad por probar sitios nuevos.

¿Qué papel juega la comida en tus películas?

Fundamental. En esta película he encontrado una gran aliada en la decoradora de la película. Yo siempre he dicho que si un actor tiene que comerse algo durante el rodaje, que esté bueno, y eso me ha costado muchas peleas. Quiero que huela bien, que la persona no tenga que reprimir una mueca de asco. En Elisa y Marcela, Silvia Steinberg me ha seguido y todo estaba impresionante. Del caldo gallego al pulpo o el pan. La cámara quería a ese pan… todo ha estado muy cuidado. En Canadá, cuando rodaba Mi vida sin mí y veía lo que las niñas comían, los quería matar. Silvia debe ser la primera que me ha hecho caso. El caldo lo traía la madre de uno del equipo y era excepcional, tanto que los actores lo seguían comiendo cuando decían "corten".

El otro día reivindicabas el croissant con Nocilla en tus redes sociales...

Nunca me he comido uno pero me gusta mucho la idea. Flipo con que cada vez que pones en Instagram un plato de comida haya alguien que te tenga que afear la conducta. "Uy, esto engorda, uy, esto te va a subir la tensión". Primero, la tensión la tengo bajísima, no tengo colesterol, no tengo azúcar. Puedo beber lo que me dé la gana. Además, a mí no se me ocurre, cuando alguien pone un plato de morcilla, decirle "no te comas esto". Si lo pongo es porque me gusta, si a ti no, no le des al like. Pero esa manía de comentarlo todo… Yo si no voy a decir algo positivo es que no pongo nada.

Parece que con la comida en Instagram todo tiene que ser estético y saludable.

Sí, vi el croissant de Nocilla en una gasolinera y pensé "qué gran concepto". Me molesta esa manía de arreglarle la vida a los demás. Por cierto, un sitio que hacen los croissants espectaculares es la pastelería 'Ochiai' de Barcelona. Tienen uno relleno de té matcha exquisito, pero el clásico también lo bordan.

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Hablando de gasolineras, ¿alguna carretera en la que perderse?

La que va a Pazos de Arenteiro es espectacular. Pasas por unos rosales salvajes impresionantes, no solo árboles y verdor, sino también, muchísimas flores.

Tú eres una gran conocedora de la cocina asiática. ¿Cuáles son tus restaurantes favoritos de este tipo en España?

De cocina kaiseki, la clásica japonesa, no hay muchos en España. Pero sí hay grandes restaurantes de sushi porque tenemos un gran producto. Al final se trata de eso y de la maestría del corte. Ricardo Sanz, en Madrid, tiene quizás el sushi de más categoría de España, el del 'Kabuki'. Pero a mí lo que más me gusta son cosas muy simples, el ramen, el Xiaolongbao... En Barcelona está el 'Shoronpo' donde hacen muy bien los dumplings rellenos de caldo, además dándoles una vuelta con trufa y otros ingredientes. También el 'Shunka' y el 'Koi Shunka' y para la alta cocina asiática de fusión, el 'Dos Palillos'.

Decías que el mejor bocadillo de Barcelona lo hacen en la calle donde está tu productora, Miss Wasabi, en la Riera de Sant Miquel.

Sí, en un sitio que se llama 'Taca de Cafè'. Es de porchetta, rúcula, mozzarella y tomates secos y lo sirven enrollado en una torta de maíz. Se llama Trastévere. Hay una mezcla de ingredientes, con una salsa secreta que le ponen, espectacular. Y mira que tampoco soy muy fan de los bocatas. En los rodajes, de noche te traen un bocadillo y yo en general no quiero cenar eso.

¿Qué valoras de un hotel?

Que no me deprima. En una cadena todo responde a algo corporativo y eso lo ves. Valoro que sea personal, que la gente de recepción no ponga mala cara a la primera de cambio, que las habitaciones tengan vistas y la carta del servicio de habitaciones no tenga el típico crab sandwich. Que se cuiden los detalles y no pongan el vaso de plástico con la funda plastificada. Al final, es una cuestión de mimo, de que la gente se tome el negocio como algo personal.

¿Y a qué hoteles que cumplan estos requisitos te gusta ir para hacer una escapada?

Hay un hotel que me encanta. Si fuera más barato iría más. Está cerca de Prades (Francia), el 'Château de Riell', en Molitg les Bains. Es un lugar maravilloso y mira que tiene una cosa un poco kitsch, un bar estilo Memorias de África, que en otro lugar me parecería una horterada, pero allí tiene un punto armónico. Los jardines son preciosos. Es pequeñito pero tiene mucho encanto. En la Costa Brava el 'Cap Sa Sal', un hotel no muy grande y muy cuidado, con un excelente restaurante y todas las habitaciones con vistas al mar.

Aseguras que 'Boadas', de Barcelona, es tu coctelería favorita...

Sí, además de unos ochenta años de historia, tiene algo más, no sé, la madera, los personajes que han pasado… Fui al instituto Eugeni d’Ors, de Badalona, con uno de los barmans. Cuando a mi padre le trasladaron a la térmica de Sant Adrià, nos fuimos a vivir allí.

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¿Y cuáles son tus cócteles favoritos?

A mí me gusta el champán y el vino. Quizás un pisco sour bien hecho, pero podría pasar sin cócteles. Por ejemplo el que preparan en el bar del hotel 'Alma', en Barcelona. Los hoteles por fin se están abriendo a la ciudad.

¿Qué te parece la transformación de Barcelona a raíz del turismo?

El problema es que nos viene un turismo que no distingue mucho las cosas y es muy fácil colársela. Por ejemplo, las paellas con colorante que se toma la gente en las terrazas de Las Ramblas es algo tremendo.

Desde que tú eras pequeña, ¿qué te produce más nostalgia de todo lo que ha desaparecido de Barcelona?

Los restaurantes en la playa de la Barceloneta donde iba con mis padres. Aquella cosa cutre de madera, de chiringuito, laberíntica. Entiendo que las cosas tengan que mejorar, pero los añoro. Ir a La Boquería también se ha convertido en una pesadilla. No quiero ir a comprar rape y encontrarme a dieciocho haciéndose un selfie.

De los lugares a donde te han llevado tus rodajes, ¿cuál ha sido el que más te ha impresionado?

Muchas cosas, pero quizás el parque natural de las Bárdenas Reales, en Navarra. También me encantan los pueblos del norte, Getaria por ejemplo. Yo a Donosti he ido muchísimo y hay sitios alucinantes, pero claro, ir a 'La Cuchara de San Telmo' y tener que pelearte por el pincho con los 17 que van y que luego no vuelven es un poco duro. En Donosti con los pinchos también hay una homogeneización tremenda, ¿necesitas tanta mayonesa para todo? A mí de Donosti el que me gusta muchísimo es el restaurante 'Ganbara'. La dueña es una madraza y esos revueltos de boletus con la yema casi cruda que hacen…

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Para una ruta gastronómico-festiva, ¿a quién te llevarías?

A Ben Kingsley, que le gusta mucho comer. Una vez le vi comerse una lata entera de caviar y flipé. Luego se dio cuenta y pidió otra para los demás. A Emily Mortimer también la he llevado a muchos sitios en Barcelona, Patricia Clarkson, ves, come menos. Rosa María Sardá es estupenda. Nos gusta mucho ir al 'Senyor Perallada' a comer un arroz con navajas. Es de esas personas que puedes hablar libremente de libros porque leen. Pero con ella siempre volvemos a los clásicos.

¿Quizás con la edad te apetece menos experimentar y tienes los gustos más establecidos?

A mí me gusta mucho variar, aunque a veces te lleves chascos. Pero valoro, sobre todo, los ambientes. Eso de "este restaurante es extraordinario"… Yo he ido a restaurantes con estrellas y no ha sido una experiencia agradable. Valoro mucho la calidez, un restaurante como 'Les Cols', que tiene dos Soles Repsol. Aparte del lugar, ya que es uno de los restaurantes más bonitos del mundo, hay una calidez en Fina y lo que hace muy importante. Es una persona que quiere que la gente se sienta a gusto. Ofrece platos muy elaborados de apariencia sencilla.

¿Puede ser que algunos cocineros hayan perdido de vista eso?

Es fundamental disfrutar. Al final, comer sandía mirando una puesta de sol puede ser la experiencia de tu vida. Claro que cuando has ido a muchos restaurantes necesitas un poco de caña. Pero yo sobre todo necesito que el lugar me guste. Por ejemplo, he ido a la 'Osteria Francescana', de Massimo Bottura, y hay una cosa tan franciscana y tan de convento que te da hasta corte reír. Esto de las listas, de los "50 mejores restaurantes del mundo", ¿quién lo dice? Me arrepiento de haber picado y haber ido a 'Noma'. La comida me pareció repugnante. La cocina nórdica no me gusta y además, el tipo es bosnio, y la cocina bosnia tampoco me gusta. La mezcla me pareció el horror.

¿Acostumbras a viajar en busca de un restaurante?

Sí, pero no solo porque tenga estrellas o Soles. Yo, en un sitio de cuatro asientos cutre, en la estación de Shinjuku en Tokio, por ejemplo, me lo he pasado muy bien comiendo. Para mí Tokio, y sobre todo la comida callejera de Osaka, es espectacular. No he comido en ningún sitio mejor cocina china.

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