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Mónica López

En ruta con Mónica López

"Me fliparon los acantilados de Vixía de Herbeira"

Actualizado: 30/05/2022

Canaria de cuna y catalana de adopción, la actriz Mónica López es una enamorada de lo local y de descubrir nuevos lugares mientras camina. Ahora lo ha vuelto a hacer para rodar la serie de estreno Rapa, con la que ha podido acercarse a una parte de Galicia que no conocía, algo que ya hizo en Canarias para Hierro.
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Toda una veterana de las tablas y la televisión en Cataluña, la actriz grancanaria Mónica López vuelve a un gran papel protagonista en una serie con Rapa, la esperada nueva serie de los creadores de Hierro, que acaba de estrenar Movistar Plus+.

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Rapa es un thriller puramente gallego con el que López tuvo la suerte de vivir durante semanas en una zona rural, la de la Serra da Capelada, que no conocía. Algo parecido a lo que pasó con la isla de El Hierro cuando hizo Hierro, la serie con la que volvió a conectar con su tierra. La actriz nos habla de sus descubrimientos a pie o de sus sitios imprescindibles cuando vuelve a casa.

¿Con qué te quedas de esas semanas viviendo en Galicia para el rodaje de la serie?

De Galicia conocía solamente las capitales, de ir a hacer teatro en A Coruña, Santiago de Compostela o Lugo. Pero no conocía la parte rural. La sierra de Capelada es con lo que más me quedaría, con Vixía Herbeira y esos acantilados, los más altos de la Europa continental. Me fliparon con las vacas allí paciendo y con caballos salvajes. Es verdad que están allí las eólicas que marcan e intoxican el paisaje, pero vale mucho la pena.

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Estando en Cedeira, el pueblo de Rapa, también me gustó mucho Villarrube, que es una playa que está en la entrada de la ría. Es lo maravilloso de las rías gallegas, que cuando sube la marea es mar y, cuando baja, puedes caminar por el lecho del río y se convierten en unas dunas increíbles, un paraíso para surfistas. Ahí fui muchas veces caminando.

¿Y cómo fue la vida en el pueblo (Cedeira)? Ofrece vida rural estando, a la vez, muy cerca de núcleos urbanos más grandes como Ferrol.

Me pusieron un coche cuando estaba allí, pero me gustaba caminar. Al lado de donde yo vivía podía ir caminando a un acantilado en el que no había nadie. Allí había esta cosa que tienen los gallegos, que ponen los bancos en los mejores lugares posibles. Vas a un sitio alejado y, de repente, hay un banco solitario colocado en el mejor lugar para poder mirar la puesta de sol, el acantilado o la montaña que tienes delante.

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En ese acantilado había un castro celta y el Castelo da la Concepción. Después de los rodajes, como se iba el sol tan tarde, que es una hora menos, pero no cuenta, me iba a allí. Tenía una caminata de 20 minutos en medio de un bosque de eucaliptos, me sentaba y miraba cómo se iba la luz.

Esa sensación de tranquilidad…

Total. Y yo, que soy del Atlántico, me sentía muy en casa. La luz es otra cosa.

Y para comer en la zona, ¿dónde parabais?

Por todas partes (risas). Encima estuvimos en una época en la que había mucho percebe. Comí más percebe en mis cuatro meses en Galicia que en el resto de mi vida. Intentaba cambiar de restaurantes. Cedeira está más apagado en septiembre, octubre, noviembre y diciembre que fue cuando rodamos la serie, por eso también íbamos dando vueltas. Estuvimos en el ‘Kilowatio’, donde hacían el pescado rebozado, pero al día siguiente estábamos en otro sitio.

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No olvidaré tampoco nunca, en medio de un día de rodaje, en la Sierra da Capelada, cuando bajamos a comer a San Andrés de Teixido, que me imaginé lo turístico que tenía que ser, pero aquel día estábamos nosotros solos en el pueblo. Fue un privilegio estar así en ese lugar maravilloso. Estaba todo abierto, pero no había nadie, solo los del equipo de la serie, que éramos como seis personas. Comimos unas vieiras, unas zamburiñas, unos percebes y un Godello, que es mi vino favorito. Un lujazo.

La otra experiencia gallega que vivisteis en el rodaje de Rapa fue, claro, la famosa rapa das bestas. ¿Qué impresión te dio estar en medio de esta tradición tan especial?

Entiendo que haya gente que pueda pensar que es un poco salvaje, pero a mí las costumbres ancestrales, si no se mata y no hay sangre, me parecen maravillosas. Realmente la rapa, hoy en día, está hecha para desinfectar e higienizar a los caballos. Se les cortan las crines y se les pone un chip para asegurarse de que están sanos.

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Es verdad que cuando los besteiros tiran al suelo a los caballos puede parecer algo salvaje, pero todo lo que significa culturalmente para la gente, que se abre la pulpería y está todo el mundo comiendo y celebrando, me parece una maravilla. No seamos una sociedad tan hipócrita como para pensar que el tirar a un caballo es terrible, pero no lo es comernos los pollos del supermercado.

Rapa es de los creadores de Hierro, serie en la que también actuaste y con la que también pasaste varias semanas en la isla de El Hierro. ¿Qué recuerdas de tu estancia allí?

Con El Hierro fue una historia de amor total. Yo había estado de jovencita una vez, pero un fin de semana, y no me había enterado de nada. Y esta vez fue enfrentarme a volver 30 años después a mi tierra. Estaba nerviosísima porque llevo mucho tiempo en Cataluña y tenía miedo de que mi canario no sonara canario.

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Una vez vivida la experiencia, te confieso que me hubiera quedado a vivir en El Hierro. Me recordó a mi tierra (Gran Canaria), pero más salvaje, porque es la más occidental de las islas, la más atlántica, con lo cual es todo lo que hay en Gran Canaria, pero multiplicado. La lava petrificada por el viento y por el mar… Candela Peña se reía de mí porque había días que, como tenía un papel más pequeño y no tenía rodaje o acababa muy pronto, me echaba a caminar horas y no veía a nadie, me quedaba sola con los elementos.

Mi parte favorita de ese paisaje increíble era El Golfo, que era donde vivíamos, ese volcán que colapsó hace miles de años y dicen que llegó como un tsunami a América. Pero realmente el anfiteatro que hace sobre el mar, con las nubes sempiternas que no acaban de pasar la montaña, los ala deltas que se van tirando… es un paisaje increíble.

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Por lo que comentas, a la hora de conocer lugares, lo tuyo es caminar y hacer rutas a pie lejos de los principales centros de actividad...

Sí, en este mundo tan lleno de gente, siempre intento huir un poco de lo masificado. Creo que con Hierro nos cargamos un poco esa parte más tranquila porque la isla se empezó a poner de moda y mucha gente hacía las rutas de la serie. Es verdad que también, si va más gente, el dinero se mueve más en una isla que es bastante pobre, lo cual no deja de ser bueno.

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Pero sí, antes era motera, pero perdí mi moto y no tengo coche, con lo cual ahora camino mucho y, sobre todo, busco dónde está la gente del sitio. Si veo un sitio con la gente del lugar, ahí me quedo. Intento hacer lo que hacen los locales.

¿En El Hierro identificaste esos lugares para los locales?

Sí, porque no había mucho turista. La Restinga, en el sur, está muy bien, es donde se va a la gente a hacer snorkel, submarinismo, pero es más turístico, como en Gran Canaria, porque hay más sol. Yo me enamoré de El Golfo, que tiene esa salida de la carretera en la que sales de un túnel y, de repente, te encuentras con ese paisaje verde lleno de plataneras, de tacos, piñas, aguacates y mangos.

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Para comer te subías al barrio de La Candelaria, en La Frontera, que está donde la iglesia aquella tan bonita, tan característica, y allí te parabas en cualquier guachinche y te hacían una carne o un peto -ese pescado que parece un emperador- y te lo hacían allí a la plancha, unas papas con mojo…esos son los sitios que me gustan.

Tirando un poco más del hilo, cerca de El Hierro está tu hogar de nacimiento: Gran Canaria. ¿Qué sitios no fallan nunca cuando vuelves?

Mi sitio favorito, sin duda, es la Playa de Las Canteras, una de las playas urbanas más bonitas del mundo. Cuando hay marea baja, sale la barra y ves el Teide de Tenerife enfrente e, incluso, puedes llegar a ver la carretera del norte, los coches que van subiendo y bajando. La puesta de sol ahí, caminar por la orilla, pasar por la playa chica, llegar a La Cicer… esa caminata, de ocho kilómetros más o menos, es un sueño para mí. Siempre que llego lo primero que hago es llegar a la playa, descalzarme y caminar.

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Luego está también el interior en Gran Canaria, que es muy completo y tenemos de todo. De la playa de Maspalomas tengo el recuerdo de niña de ir con mis padres de veraneo y de bajar muy temprano por la mañana para que no estuvieran los turistas y caminar hasta la Playa del Inglés. Luego subíamos al apartamento y nos comíamos unos huevos con beicon. Pero lo más bonito de Gran Canaria es seguramente el Roque Nublo y el Roque Bentayga, o pasar por Artenara. Mi carretera favorita es la que va de Mogán a Aldea de San Nicolás, es como si estuvieras entre Latinoamérica o el Gran Cañón del Colorado en miniatura. Es un paisaje absolutamente indescriptible, muy bello.

Tu residencia habitual, sin embargo, está en Cataluña desde hace años. Una comunidad muy distinta a Canarias de la que habrás tenido tiempo de conocer también muchos lugares.

Yo era muy joven cuando vine, tenía 17-18 años, y fue una aventura la carrera del teatro y llegar aquí, al Mediterráneo: la historia, la luz luminosa... conocí muchos sitios entonces. Mi hermano me llevaba de excursión, porque yo no conducía, y conocí todo, de Gerona a Tarragona, los Pirineos... Fue fantástico.

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Cataluña es mi casa, llevo más tiempo aquí que en Canarias. Mis mejores amigos están aquí, todo está aquí. Barcelona me acogió con los brazos abiertos… Es verdad que me adapte totalmente y aprendí catalán rápido, por ejemplo. De hecho, la gente aquí no sabe que soy canaria, piensan que soy catalana porque hago teatro y televisión en catalán. Ahora estoy un poco enfadada porque, como ha pasado en otras ciudades del primer mundo, la Barcelona que yo conocí en los años 80 y 90 ha desaparecido. Vivimos de cara al turismo, a los cruceros. Yo viví 15 años en el Raval, que era mi barrio, el barrio chino, y cuando yo llegué tenía un ambiente muy diferente, ahora muy gentrificado.

Aún podrás descubrir algunos sitios nuevos en la ciudad.

Sí, me gusta ir ahora a la Plaça d'Osca (Plaza de Huesca), por ejemplo, que es un sitio que todavía sigue siendo muy popular, de barrio, con los niños, los abuelos, los matrimonios y los amigos. Hay mucha vida. Aunque me están diciendo algunos amigos que están empezando a encontrar dificultades también para encontrar piso en esa zona, la de Sants… Es algo que nos deberíamos de mirar todos.

¿Y qué escapadas te gusta hacer para desconectar de la ciudad?

Me gusta muchísimo viajar, y yo, cuando quiero desconectar de verdad, intento hacer viajes lejanos, que es verdad que hace dos años que por trabajo no puedo. Yo siempre digo que trabajo y vivo para viajar y conocer mundo. Pero sí, para hacer escapadas tengo un amigo que vive en Castellón de Ampurias, en el Ampurdán, y él me invita muchísimo a su casa y a su pueblo, que no tiene nada que no tenga los sitios más famosos. Me encanta. Vamos a caminar, a mirar pájaros, a pasear por el bosque.

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Pero mi debilidad principal es el Delta del Ebro. Me vuelve loca. Y además hicimos un rodaje ahí, en la Isla de Buda, que recuerdo ahora porque en el rodaje de [Rapa] me reencontré con Carlos Blanco, un actor gallego con el que hice una producción en el Delta, y él recordaba muchísimo esos días. En la Isla de Buda, que está protegida y no se podía entrar, pero nos abrieron las puertas y pudimos ver cómo cambiaba el paisaje de un día para otro...no lo olvidaré nunca. Y cuando puedo, vuelvo con mi hermano al Delta para refrescar la memoria.

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