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La pasión por la buena mesa le viene de familia a Roberto. Su madre, Puri, ha sido durante muchos años cocinera profesional y con ella suele comentar sus últimos descubrimientos culinarios, los platos nuevos que ha probado o los valiosos trucos de cocina que logra robarles a los chefs mientras los camela para que den su mejor pose ante la cámara. A Puri, sin embargo, todavía no se ha atrevido a retratarla.
Con motivo de la novena edición del GastroFestival en la capital, Ranero expone 35 retratos de cocineros en la azotea del Círculo de Bellas Artes (del 20 de enero al 20 de febrero), desde donde se puede contemplar el skyline de Madrid. "A raíz de mi experiencia profesional con Guía Repsol se hizo más intensa mi relación con el mundo de la gastronomía. Así que, cuando me propusieron montar esta exposición, mi primer impulso fue escoger las fotografías de los chefs más reconocidos. Pero revisando el material me di cuenta de la importancia y peso que tenían todas esas otras cocinas humildes, pequeñas y valientes y de esos otros cocineros que, a pesar de no ser tan conocidos, realizan su trabajo con fervorosa profesionalidad".
Los trisoleados Diego Guerrero ('DSTAgE'), Francis Paniego ('El Portal de Echaurren') o Nacho Manzano ('Casa Marcial'), jóvenes promesas como Borja Gracia ('47 Ronin'), Omar Malpartida ('Barra / M') o Mario Rodríguez y Jennise Ferrari ('Qué Leche!'), algunos más anónimos como Bixente Muñoz ('Bar Gran Sol') o Asier Alcelay ('Katarri')... También maestros de la cocina latinoamericana –de la que Roberto confiesa ser un apasionado– como la danesa Kamilla Seidler, que triunfa en Bolivia ('Gustu'), el peruano Pedro Miguel Schiaffino ('ámaZ') o la colombiana Leonor Espinosa ('LEO').
"Son solo una muestra personal y mínima acerca de la cantidad incontable de cocineros que hay en el mundo, en cocinas modestas o lujosas, en plena urbe, en un lugar recóndito de la costa o en lo alto de una montaña. Cocinas de proximidad, exóticas, fusionadas o tradicionales, pura vanguardia o aquellas que tratan de preservar los sabores de toda la vida. Son fotografías que no se adhieren a una lista, tan solo momentos concretos con chefs que me han permitido entrar y mirar".
Roberto reconoce que lo primero que hace al entrar en una cocina es observar cómo se mueve el cocinero en ella. "Es su pecera, el espacio donde no solo trabaja, sino un taller donde crea. Hay algunos que se mueven de manera impulsiva, otros se quedan quietos en una zona concreta, otros colocan de manera meticulosa sus pinzas y cuchillos antes de empezar el servicio...".
Sin embargo, la mayoría de los retratos que componen esta exposición están tomados alejados de los fogones y las ollas. "Suelo preguntarles a los cocineros por ese rincón del restaurante que reservan para familiares y amigos cuando van a su casa y donde se sienten más cómodos y tranquilos".
Tras la lente de esa Canon que le acompaña desde hace quince años, Roberto busca para sus retratos una pose natural, alejada de los malabarismos con cazuelas y sartenes o el automaquillaje con plancton a la que sometían hace unos años a estas nuevas estrellas del rock.