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'Eduardo Chillida 100 años': Dónde ver sus obras en Madrid

Tras el rastro madrileño del escultor que abrazó el aire

02/07/2024 –

Actualizado: 10/01/2024

Fotografía: Marga Estebaranz

En el año del centenario de Eduardo Chillida trazamos una ruta donde ver las obras del irrepetible escultor vasco esparcidas por las calles de Madrid.
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Hoy se cumplen cien años del nacimiento de Eduardo Chillida. Considerado uno de los grandes artistas del siglo XX, el escultor donostiarra va a ser uno de los nombres importantes de este 2024. En torno a la efeméride, el Ministerio de Cultura y Deporte junto con la Fundación Eduardo Chillida-Pilar Belzunce -esposa y alma mater del creador-, ha preparado Eduardo Chillida 100 años. Lugar de encuentro, un intenso y multidisciplinar programa que incluye exposiciones, proyectos audiovisuales, publicaciones y actos académicos, entre otros.

Eduardo Chillida Madrid

El centenario va a poner en valor y divulgar la figura del creador, fundamental para entender el arte contemporáneo, en especial, la escultura. Prolífico e inconfundible artista, Chillida esparció sus monumentales creaciones por todo el mundo. Sus esculturas forman parte cotidiana de ciudades como Berlín, Frankfurt, Dallas, Helsinki, Washington y, en nuestro país, especialmente en Donostia-San Sebastián y el cercano Hernani, donde abre sus puertas ‘Chillida-Leku’, el museo personal del artista.

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'Chullida-Leku', en Hernani, acoge una impresionante muestra de sus grandes obras. Foto: Alfredo Cáliz

Aunque nacido en Donostia-San Sebastián, con 19 años Chillida marchó a Madrid para estudiar Arquitectura y abandonó esos estudios para dedicarse al dibujo en el Círculo de Bellas Artes. Tras ello, marchó a París, crisol del arte universal en la primera parte del siglo XX. Tiempo después realizó su primera exposición, también en Madrid, en la galería Clan.

Eduardo Chillida Madrid

La enorme creatividad y la revolucionaria visión que imprimió a su obra permitieron que el arte de Chillida se extendiera universalmente. Vitoria, Bilbao, Gijón, Barcelona, Palma de Mallorca, Valladolid y, por supuesto, Madrid acogen en sus espacios públicos obras del artista. La capital de España presume de ser una de las grandes urbes que mayor número de esculturas de Eduardo Chillida engalanan sus calles, sino la que más. Las recorremos para admirarlas y redescubrir su historia.

El primer Peine del Viento y otras 30 obras

El Museo Centro de Arte Reina Sofía es el punto de partida más recomendable para empezar este itinerario chillidiano. Una treintena de obras guardan los fondos de la institución, según refiere su web. Grabados, collages, obra sobre papel y esculturas. Estas son variadas en su forma y dimensiones y, prácticamente, abarcan medio siglo del periplo creativo del artista.

Eduardo Chillida Madrid

En el jardín Sabatini recibe a los visitantes la monumental Toki Egin (Homenaje a San Juan de la Cruz). Realizada en acero corten con una longitud cercana a los tres metros, fue diseñada entre 1989 y 1990 como parte de la colección de piezas en memoria del santo español expuestas en 1993 en la iglesia de Sankt Peter de Colonia. A propósito de esta obra, Chillida señaló en su momento el por qué de su nombre, que en castellano significa hacer sitio. “El espacio es anónimo. Antes mis obras eran protagonistas, ahora deben ser medios para hacer protagonista al espacio”. Y en ese lugar bucólico y relajado que es el patio ajardinado Sabatini, unida a su arbolado, la obra del vasco abraza ese espacio, ese aire que no deja de mover al móvil de Alexander Calder que convive con ella.

Eduardo Chillida Madrid

No conviene dejar todavía el museo. En sus salas se exponen obras que a pesar de carecer de la monumentalidad característica de las producciones de Chillida, acercan al visitante a su realidad creativa. Junto a singulares collages y la llamativa serie de sus propias manos, destacan esculturas como El espíritu de los pájaros I, Yunque de sueños XIII, Homenaje a la mar III y, especialmente, El peine del viento I, escultura de 81 centímetros en su lado más amplio, realizada en chapa de hierro recortada y soldada. Compuesta en 1952, es la primera de las 23 que componen la serie de este tema y que alcanza su más monumental expresión en la obra así titulada que se instaló en Donostia en 1977. La pequeña obra madrileña, en comparación con aquella, permite vislumbrar el concepto más esencial de Chillida, el de los límites entre el espacio y la materia. “El límite es el verdadero protagonista del espacio”, subrayó el creador.

Eduardo Chillida Madrid

La segunda parada casualmente nos lleva al Ministerio de Cultura y Deporte. Frente a su puerta, en una esquina de la trasera de la histórica -y fantasmal- Casa de las Siete Chimeneas, en el más oculto rincón de la plaza del Rey, se ancla otra escultura de Chillida. Lugar de Encuentros II es una escultura perteneciente a la serie de siete obras monumentales incluidas bajo esta denominación. Tres están en Madrid. Una de ellas es esta, que destaca del resto de sus hermanas por, al contrario que ellas, realizadas sobre hormigón, ser la única forjada en acero corten. Diseñada en 1971, sus tres piezas abrazaderas determinan un espacio interior abierto y cerrado a la vez. Simplicidad de líneas, volúmenes rotundos que definen y determinan la obsesión de Chillida: el espacio, la materia y sus límites.

La lucha de ‘La sirena varada’

Paseo de la Castellana arriba, el Museo de Esculturas al Aire Libre es la siguiente parada de la ruta Chillida madrileña. En su centro se localiza la obra más conocida del escultor en la capital. Pertenece a la serie Lugar de encuentros. Como se verá, los avatares que sufrió hasta que encontró acomodo definitivo hicieron que los madrileños le cambiaran el nombre. Este amplio espacio se extiende bajo el puente de Eduardo Dato, erigido en los pasados años 60, para aliviar el entonces incipiente tráfico. El museo se inauguró en 1970 bajo diseño de Eusebio Sempere. Este escultor contactó con lo más granado del arte español, de manera que creadores de la talla de Joan Miro, Alberto Sánchez, Julio González, Martin Chirino, Pablo Serrano, Gustavo Torne, el propio Sempere y, claro, Eduardo Chillida, aportaron sus obras.

Eduardo Chillida Madrid

Lo hicieron con gusto para apoyar la iniciativa de acercar el arte moderno a la ciudadanía en un momento en que el arte no era algo que recibiera el apoyo de las autoridades. Buena muestra de ello fue el acontecer de la obra que aportó Chillida, que determinó la historia de los primeros años de este museo. Lugar de encuentros III, debía colgarse de los pilares del puente. Era alcalde de Madrid Carlos Arias Navarro. Significado preboste franquista, destacó en la posguerra por su papel represor que, a la postre, le regaló la alcaldía capitalina y, posteriormente, el sillón del Ministerio de la Gobernación. Como referencia, señalar que quien anunció al país en un discurso televisivo plagado de lágrimas la muerte de Franco, se declaró dispuesto a la invasión de Portugal al estallar la Revolución de los Claveles que, en 1974, se llevó por delante al dictador vecino Salazar.

Chillida era vasco y significado opositor al régimen franquista, algo que Arias Navarro no estaba dispuesto a pasar por alto. De manera que no toleró que en la ciudad que gobernaba se expusiera una obra suya. La razón esgrimida era un presunto excesivo peso de la escultura. La obra pesa 6.150 kilos, la mitad que cualquiera de los autobuses que cada día cruzaban, y cruzan desde entonces,a cientos sobre el puente de Eduardo Dato. Los datos técnicos de los ingenieros contradecían lo que afirmaba aquella excusa política. Mientras, la escultura permanecía en el suelo, lo que hizo que los madrileños la encontrasen un nombre más adecuado: La sirena varada, con el que desde entonces es conocida.

Eduardo Chillida Madrid

El propio Joan Miró se unió a Chillida, negándose a que su escultura, Mère Ubu, fuera colocada en el museo, mientras no se hiciera lo propio con la de su colega vasco. Chillida retiró su escultura, trasladándola a la Fundación Maeght en París y, más tarde, a la Fundación Miró de Barcelona. El litigio se prolongó durante cinco años. Arias Navarro no consintió que se colgara. Sólo fue posible en 1978, cuando ya había abandonado la alcaldía madrileña.

Eduardo Chillida Madrid

Sin salir del barrio de Salamanca, aguarda la Fundación March. En la esquina más prominente de su jardín exterior se ancla la tercera escultura madrileña de la serie Lugar de encuentros, la número VI. En un principio se barajó la posibilidad de que, de igual manera que su cercana hermana del Museo de Esculturas al Aire Libre, colgase en el interior del vestíbulo del edificio. La idea fue desestimada para situarla donde se encuentra desde 1975. Mascarón de proa de la institución, empeñada desde los años 50 del pasado siglo en la difusión y el fomento de la cultura en nuestro país, sus desmesurados brazos de hormigón arrugado se abren para recibir a los visitantes y establecer el diálogo y la convivencia que persiguió toda la vida el creador euskaldún.

Sorpresa escondida en la última naturaleza urbana

El parque Agustín Rodríguez Sahagún recuerda a quien fue regidor de Madrid entre 1989 y 1991. Inaugurado en 1995, extiende sus prolongadas 18 hectáreas a los pies del no menos prolongado Paseo de la Dirección, en la última cornisa del distrito de Tetuán. Es una de las zonas que registra mayor desarrollo urbanístico en la actualidad. En una de las más escondidas vaguadas del espacio verde se esconde su más valiosa joya. A pesar de su interés e importancia, casi ningún vecino tiene la menor noticia de su existencia. Si acaso, alguno de los irreverentes grafiteros que, de vez en cuando, ensucian con sus tags las cachas del monumento, los mismos que han destrozado la placa a los pies del monumento.

Eduardo Chillida Madrid

“No, no tengo ni idea”, responde Julián, jubilado que pasea por el parque a su perrillo, a la pregunta sobre dónde se encuentra la escultura. Igual respuesta devuelven, todos a una, la media docena de jóvenes que, torso desnudo y pesas en las manos, practican gimnasia aprovechando los aparatos de un espacio infantil muy cercano a la escultura.

Al final, un jardinero pone en la pista. Bajo el antiguo trazado del Canal de Isabel II y entre macizos de arbustos se eleva Estela funeraria, la más desconocida entre todas las obras de Chillida localizadas en Madrid. Fue colocada en este lugar en 1995, a los cuatro años del fallecimiento del edil que da nombre al espacio verde, cuya afición por el arte contemporáneo era de sobra conocida.

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