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Un buen punto de partida para seguir las huellas de Goya en Madrid es la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, de la que fue miembro y director de pintura. En este edificio de la calle de Alcalá número 13 se conservan 228 planchas de cobre grabadas al aguafuerte, entre ellas las de sus famosas series pictóricas La Tauromaquia, Los Caprichos, Los Desastres de la Guerra y Los Disparates. Una selección de estas planchas, que constituyen una de las cumbres del grabado universal y un alegato a favor de la libertad de creación, se exponen al público en el Gabinete Francisco de Goya.
Las planchas se acompañan de reproducciones digitales en alta calidad de sus correspondientes estampas, para facilitar la comprensión del proceso creativo del genio de Fuendetodos. Un vídeo explicativo completa la dimensión didáctica de este gabinete, que invita al estudio y a la contemplación de unas obras únicas.
En la Academia también hay un vaciado en escayola de un busto del pintor, realizado por Mariano Benlliure, que se ha visto salpicado por una cinematográfica polémica. La Fundación Mariano Benlliure sostiene que la estatuilla de los premios Goya está "claramente inspirada" en el mencionado busto del escultor valenciano y acusó a la Academia de Cine española de entregar un galardón que "no respeta los derechos de propiedad intelectual".
Pero el mayor tesoro de Goya que guarda el antiguo palacio de Goyeneche es una colección de 13 cuadros, obras maestras representativas de sus distintas etapas, la única en el mundo donde pueden verse dos autorretratos. Junto a ellos, otros 11 óleos excepcionales, como el retrato de la actriz La Tirana, o los del Fernando VII y Manuel Godoy. Especialmente significativos son también los llamados cuadros de Gabinete, cinco tablas de pequeño formato en las que, según sus palabras, Goya dejaba vía libre "al capricho y a la invención".
Precisamente, una de estas obras, El entierro de la sardina, nos traslada a uno de los lugares más ligados con la figura del genio: la iglesia de San Antonio de la Florida. De allí parte cada año la Cofradía del Santo Entierro de la Sardina, para poner punto y final al carnaval madrileño. En esta pequeña ermita neoclásica, situada en el Paseo de la Florida, pueden admirarse unos de los más bellos frescos realizados por Goya.
El pintor decoró las bóvedas de su cúpula con escenas relativas al milagro de San Antonio de Padua, en el que resucitó a un hombre para que pudiera demostrar que no lo había matado su padre, injustamente acusado del crimen. Los espejos colocados estratégicamente, facilitan la observación de estas pinturas, que destacan por su original composición, el realismo de sus personajes –entre los que aparecen querubines y ángelas, de gran belleza y sensualidad–, y el tratamiento de la luz y el color.
Bajo la cúpula, encontramos un sencillo altar a cuyos pies está situada la tumba de Goya con una lápida igualmente austera: una cruz, la palabra "Goya", y una inscripción latina. Se trata de la última sepultura del pintor, que tras su muerte en Burdeos, en 1828, fue enterrado en un pequeño cementerio de la localidad francesa, junto a su consuegro Martín Miguel de Goicoechea. En 1880, el entonces cónsul español en Francia, Joaquín Pereyra, descubrió casualmente la humilde y olvidada sepultura y puso en marcha la repatriación a España de sus restos, que en 1900 fueron depositados en el mausoleo de hombres ilustres de la Sacramental de San Isidro, junto a los de Leandro Fernández de Moratín, Donoso Cortés y Meléndez Valdés.
La exhumación de Goya en Burdeos reveló uno de los secretos mejor guardados: a sus restos le faltaba la cabeza. Sin ella, fueron enterrados en el camposanto madrileño con los de su consuegro, que le acompañaron desde Francia. En este cementerio permanecieron hasta 1919, fecha en la que fueron trasladados, junto a los de Goicoechea, a San Antonio de la Florida.
¿Qué pasó con la cabeza de Goya? No hay respuesta cierta, pero sí varias hipótesis: que alguien la robara para hacer estudios frenológicos; (determinar la personalidad y las aptitudes e inclinaciones de alguien según la forma de su cráneo) o que acabara en la familia Fierros, ya que en la parte trasera de un cuadro del pintor Dionisio de Fierros hay una leyenda que dice: "El cráneo de Goya pintado por Fierros en 1849".
El misterio de los restos decapitados continúa e incluso ha dado lugar a un documental, Oscuro y lucientes, en el que el director Samuel Alarcón, indaga en la figura y en la obra del artista, en un intento de encontrar el cráneo perdido, una misión, fallida hasta la fecha, que una reciente iniciativa ciudadana quiere recuperar. Todas estas curiosidades y misterios hacen muy atractiva la visita a este museo panteón para los niños, aunque también hay visitas guiadas gratuitas para grupos, con cita previa.
Cerca de San Antonio de la Florida hay otro vestigio goyesco de obligada visita: el cementerio de la Florida. En él descansan los héroes del 3 de mayo, cuyo fusilamiento en la montaña de Príncipe Pío inspiró una de las obras más famosas del pintor, Los fusilamientos del 3 de mayo, que aparece representada en un mural cerámico en esta recoleta necrópolis. Bordeando el recinto, encontramos también una escultura conceptual compuesta por cuatro grandes bloques blancos de hormigón –cada con una letra de la palabra "Goya" y una leyenda en la parte posterior, extraída de los textos del pintor– que miran hacia la ermita, donde reposan sus restos, desde hace justo un siglo.
Frente a esta célebre ermita, en una placita de la calle Felipe IV, encontramos una de las mejores estatuas de Goya, obra de Aniceto Marinas, que representa al genio sentado pintando. Muy cerca, cruzando el renaturalizado río Manzanares por el puente de la Reina, nos topamos de nuevo con Goya, que aparece retratado en un mural situado en un lateral del Teatro San Pol.
Siguiendo el curso de río, recorremos paisajes que aparecen en muchos de sus cuadros costumbristas. Aunque el urbanismo acabó con la mayoría, aún es posible reconocer algunos desde la orilla contigua a la Casa de Campo, con la iglesia de San Francisco el Grande al fondo. Continuando río abajo, llegamos hasta la calle Saavedra Fajardo, donde estuvo, en el número 35, uno de los lugares claves en la vida del pintor: la Quinta del Sordo.
La ubicación, carente de interés artístico, es solo una parada sentimental para conocer los distintos escenarios en los que desarrolló su creatividad Goya. Una reproducción gigante de su cabeza, cincelada en piedra caliza por Juan Cristóbal, nos recuerda uno de ellos a pocos metros de allí, el Parque de San Isidro, desde donde se dice que el artista pintó La verbena de San Isidro.
Pero antes de recalar en la Quinta del Sordo, cuyos muros decoró con sus Pinturas Negras, Goya tuvo varios domicilios en Madrid, de los que no queda apenas rastro. Solo en la calle del Espejo, una placa recuerda que allí vivió en 1777 y nació uno de sus ocho hijos, Vicente Anastasio.
En la Comunidad de Madrid existen más de una docena de emplazamientos en los que se conservan obras de Goya. Entre ellos destacan la Basílica de San Francisco el Grande, las iglesias dedicadas a la advocación de nuestra señora de la Asunción en Valdemoro y Chinchón, los museos Thyssen, Lázaro Galdiano y Romántico, la Real Fábrica de Tapices, el monasterio de El Escorial, el Palacio Real, el palacio de El Pardo…
Pero la mayor colección de obras de Goya, se encuentra en el Museo del Prado, en cuya fachada norte, una estatua de bronce del pintor, realizada por de Benlliure, parece dar la bienvenida a los visitantes. La pinacoteca cuenta con más de un millar de obras, entre pinturas, dibujos, grabados, documentos y estampas.
La maja desnuda y La maja vestida, Los fusilamientos del 3 de mayo, Saturno devorando a un hijo, La familia de Carlos IV o Duelo a garrotazos son algunos ejemplos de la vasta obra del que está considerado el primer artista moderno y uno de los más influyentes de la historia. Incluso hoy, en plena era digital, son pocos los turistas que se resisten a hacerse un selfie en la estación del Metro de Goya, con las reproducciones de las pinturas negras que adornan los andenes, como telón de fondo.