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Estudio Teresa Moro

Exposición ‘El Efecto Reliquia’ de Teresa Moro (MARCO, Vigo)

El ritual diario del estudio llega a la sala de exposición

Actualizado: 27/01/2022

Fotografía: Adrián Baúlde

Teresa Moro nos hace de cicerone por su última exposición, El Efecto Reliquia, que hasta el 1 de mayo convierte al Museo de Arte Contemporáneo (MARCO) de Vigo en un homenaje a la pintura y al acto de pintar a través del espacio de trabajo de los artistas. Carritos, paletas, camas o sillas de pintores y escultores a los que admira, y que lleva años coleccionando, se convierten en su particular acto de resistencia frente a la estandarización y un tributo a sus maestros.
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Una mirilla nos da la bienvenida, como una invitación a colarnos en un nuevo mundo, al universo íntimo en el que, a resguardo de ojos ajenos, se fragua la creación de pintores y escultores. Es la mirilla exterior del antiguo estudio de Teresa Moro (Madrid, 1970), un cuadro de pequeño tamaño -acrílico sobre tela- a través del que nos permite asomarnos al lugar de trabajo en el que nace su particular acto de resistencia frente a la globalización.

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Entramos de la mano de la pintora madrileña en El Efecto Reliquia, una exposición en la que recopila pequeños objetos de la vida cotidiana de artistas a los que admira y los convierte en su particular homenaje al acto de pintar frente a las amenazas de la estandarización hacia la práctica del arte. Se puede visitar hasta el próximo 1 de mayo en el Museo de Arte Contemporáneo (MARCO) de Vigo.

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Tras la mirilla nos esperan dos salas y dos pequeños anexos en los que Teresa nos va introduciendo, paso a paso, en los espacios de trabajo de pintores como René Magritte, James Castle, Diego Velázquez o Giorgio Morandi. De los cuatro nos muestra postales con vistas exteriores de sus casas-estudio en una serie que culmina con la puerta llena de batas de trabajo del estudio de Barbara Hepworth, una de las pocas escultoras a las que rinde culto esta muestra.

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El montaje invita a ir descubriendo poco a poco, como haciendo zoom, los lugares y objetos de trabajo de los artistas, fundamentalmente pintores. Fiel a su estilo, Teresa Moro los muestra a través de cuadros de pequeño formato -salvo tres pequeñas excepciones en las que el objeto le pedía un tamaño mayor- y en dos técnicas diferentes, acrílico sobre tela y gouache sobre papel.

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'El Efecto Reliquia' se siente

El recorrido va mostrando, de mayor a menor, un botín que ha ido recopilando durante años en su archivo gráfico. Mientras nos acompaña a ir descubriéndolo, nos explica que el efecto reliquia con el que lo ha bautizado hace referencia al “sentimiento que despierta en mí cuando creo estar delante de un objeto, una paleta, una silla, una cama, un tubo de pintura, un pincel… usado o que perteneció a un artista que me gusta o del que he aprendido o con el que tengo alguna conexión”.

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Tras la puerta de Barbara Hepworth nos asomamos a los estudios en sí y descubrimos los carritos de pintar de la portuguesa afincada en Inglaterra Paula Rego; la estadounidense Lee Krasner, esposa de Jackson Pollock; los también norteamericanos Alex Katz y Georgia O’Keeffe; el irlandés Michael Craig-Martin; el francés André Derain; el inglés Dexter Daiwood, con el que siente gran conexión por sus pinturas de interiores y camas; y dos pintores españoles, Juan Manuel Díaz-Caneja y Joan Miró.

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Todos ellos se exponen ante el espectador invitándolo a ir buscando lo especial y lo diferente de una misma pieza. “Es un mismo elemento con ruedas que mueve el pintor al lado del caballete y, sin embargo, no hay uno igual”, reflexiona. Los hay ordenados, desordenados, de óleos, de colores pastel; todos diferentes y todos reflejo de la personalidad y el espíritu del artista. El de Miró, por ejemplo, es de un azul mironiano que recuerda al mediterráneo tan característico de su obra.

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El zoom del pincel de Teresa Moro da un paso más y acerca al espectador a una nueva serie en la que expone, a modo de bodegón clásico, un primer plano de las mesas de trabajo de los artistas. Los acerca al espectador, que puede descubrir el porrón que utilizaba el artista catalán para el aguarrás, o las paletas y pinceles de Miró, Díaz-Calleja, Ángela de la Cruz, Lee Krasner, Michael Craig-Martin, Georgia O’Keeffe o el británico Howard Hodgkin.

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Décadas coleccionando este homenaje

Durante años de viajes reales o virtuales, a través de libros, visitas a estudios y mucha investigación, ha logrado una colección que luego va acumulando en su estudio, en las paredes, al lado del caballete o en la mesa de trabajo, y las va pintando en papel o lienzo. Aunque el grueso de la exposición la ha creado ex profeso para mostrarla en Vigo, es el resultado de décadas de recopilación y de fotos que la acompañan a diario en su trabajo, a modo de un altar votivo que le inspira.

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Uno de los objetos que no falla es la pipa de Duchamp, que en el MARCO sirve de transición entre las dos principales salas de exposición. Lo considera un “artista imprescindible en el siglo XX” para muchos pintores, a los que enseñó a mirar objetos y resignificarlos a través de lo que él bautizó como ready-made, objetos ordinarios que la mano y el ojo del artista convierte en obra de arte. “Duchamp nos abrió a todos unas posibilidades impresionantes del lenguaje y de contar cosas”, opina Teresa Moro. Y, como homenaje, una pipa siempre le acompaña en su creación.

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“Duchamp me protege”, confiesa. Una más de sus reliquias que, además, aparece en dos lugares de la exposición: en esta transición y también en uno de los dos pequeños anexos, entre los cuatro cuadros que ubicaron dentro de la biblioteca como extensión de la muestra y conexión con el resto del museo. A su lado, unas gafas de Donald Judd, un mueble de estudio de Francis Bacon y un mueble auxiliar de Henri Matisse. El otro pequeño anexo es un guiño también al resto del MARCO, la mesa de trabajo de Manuel Quintana Martelo, artista cuya exposición coincide en el tiempo en el centro.

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Teresa Moro ha acumulado a lo largo de los años una amplia trayectoria que ha llevado su obra a museos y colecciones como el MoMA (Colección Judith Rothschild) y la Hoggard-Wagner Collection de Nueva York; las colecciones Coca-Cola, Unicaja o Himalaya; el CGAC de Santiago de Compostela; la Colección Norte del Gobierno de Cantabria; CAB de Burgos; el Museo de Arte Contemporáneo del Ayuntamiento de Madrid; la Fundación Endesa; o la Colección Aduana de la Diputación de Cádiz.

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La pintora madrileña ha expuesto por toda España y también en Nueva York o Pekín, y su obra es habitual en galerías de toda la península, con una especial conexión con el norte, con Siboney (Santander), Espacio Líquido (Gijón) y Galería Trinta (Santiago de Compostela) como principales anclajes. La madrileña My Name’s Lolita Art, la portuguesa MCO de Oporto y la neoyorkina Foxy Productions son otras de sus salas frecuentes, que han visto a lo largo de las tres últimas décadas cómo se mantiene fiel a su estilo.

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Dormitorios que muestran la personalidad

Uno de esos elementos a los que es fiel, y con los que más ha trabajado, son las camas que lleva retratando desde que, en su primera exposición, incluyó la litera en la que dormía con su hermana. Y esta exposición no podía ser menos. Suponen un elemento central de esos objetos a los que el zoom de su pincel se acerca para introducir al espectador en el universo creador. Miguel Fernández-Cid, director del MARCO, y Pilar Souto Soto, ambos comisarios de esta exposición, ven en todas estas reliquias y la forma en que las pinta “un homenaje a la pintura, al acto de pintar”.

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Dicen los comisarios que visitar el estudio de un artista es “una experiencia delatora”. Quien entra con ojos inquietos descubre sus materiales, su modo de trabajar, sus apoyos, incluso sus costumbres. En algunos reina un orden, en otros el desorden, hay artistas que clasifican brochas y lápices, otros que amontonan cuadros en habitaciones y pasillos. En los cuartos que dibuja Teresa se percibe a la perfección.

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Cada vez que Teresa Moro se encuentra una cama, la fotografía o guarda la imagen y la va añadiendo a su colección, porque considera que “el dormitorio y la cama es donde el artista piensa, imagina, empieza a crear; es donde sueña, el sitio más íntimo que se puede ver de una”. Y, en esta lucha contra la estandarización y el “exceso de espectáculo vano y sin contenido”, apuesta por esta vuelta a la intimidad, al cara a cara que las camas cuentan mejor que nadie, recogiendo la personalidad de su dueño.

Viajar a bordo de una cama

A través de sus cuadros viajamos a México para ver la ya simbólica de Frida Kahlo; a Manhattan para conocer la de estilo versallesco de Andy Warhol, o a la cargada de detalles de Martin Kippemberger, un artista alemán del que se ve que “era excesivo, medio performance”, con un punto surrealista que fue de culto para toda una generación. Es su particular homenaje al autor, una de las tres piezas en formato grande de la exposición- en un acrílico sobre tela-, que riñe en protagonismo con la barroca de John Currin que pintó ya en 2013 y muestra en la capital viguesa.

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La cama del estudio de Sorolla, la “muy loca” de Salvador Dalí, la llamativa de René Magritte o las de Morandi, Judd, Calder, O’Keeffe o Louise Bourgeois, son otras de las paradas de su recorrido que se complementa con objetos que entran más al detalle, como varios elementos significativos que retratan la personalidad de otro de sus artistas más admirados: Donald Judd. Del artista no solo trae varias camas de los distintos espacios en los que trabajó, sino también su metro de carpintero, una manta roja y negra que recoge todo el espíritu de su estilo o varias de sus mesas de trabajo.

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En ese trabajo de años de detenerse en los espacios de trabajo de los artistas y visitando los de sus amigos, Teresa Moro se ha encontrado también otros componentes como sillas, sofás o escaleras que va exponiendo. Se repiten artistas, como Judd, Calder, O’Keeffe, Paula Rego o Bourgeois, y trae piezas que le llaman la atención de otros con menos difusión como un taburete y un sillón de Constantin Brâncuși, escultor, pintor y fotógrafo rumano pionero del arte moderno; o una escalera de pintar del artista visual belga Luc Tuymans.

Prendas a modo de tributo

La ropa no se escapa a esta recolección de las reliquias de artistas, y llega a incluir algunas en las que juega con el espectador como una camiseta de rayas que recuerda a Pablo Picasso, o una corbata de rayas o unas gafas que emulan a David Hockney, aunque, en realidad, sean prendas de la propia Teresa o de su abuelo. Nada mejor que un delantal de trabajo de Henry Moore, una camisa tejana de Donald Judd o un vestido de Georgia O’Keeffe para acercarnos a la personalidad de cada uno de ellos.

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Y, como un juego, el zoom se acerca y aleja y el visitante vuelve a conocer mesas y muebles de estudio de Morandi, Frida Kahlo, Ross Bleckner, Din Matamoro, Luc Tuymans o Gillermo Kuitca. Algunos más conocidos, otros menos, pero que, de alguna forma, le han marcado. Es su forma de rendir tributo a los maestros y, al mismo tiempo, de proclamar que “no se concibe la práctica artística separada de la vida”.

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Y, tras ellos, una nueva mirilla, esta desde el interior del antiguo estudio de Teresa, lo último que el espectador ve antes de irse y dejar en el aire la pregunta que lanza el historiador y crítico de arte Ángel González García, a quien la autora tanto admira: “¿Quién sabe lo que hacen los pintores en sus estudios? ¿Dormir? ¿Soñar, tal vez?”.

'EL EFECTO RELIQUIA' - MARCO, Rúa do Príncipe, 54. Vigo. Tel. 986 11 39 00.

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