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Es el lugar que marca el inicio del Camino Inglés para los que marchan desde Ferrol. El mismo sitio donde, en la Edad Media, los peregrinos ingleses llegaban con sus barcos para luego emprender a pie el camino hacia la tumba del santo Apóstol. Impepinable hacerse una foto aquí para guardar ese recuerdo de cuando comenzó todo. A partir de aquí, tu vida no será la misma, vendrá marcada por todas las vivencias que irás acumulando en tu mochila hasta llegar a Santiago de Compostela. Y eso merece una buena foto.
Rodea este antiguo puerto pesquero del barrio de Ferrol Vello y busca la mejor perspectiva, esa en la que los pequeños barcos atracados en las dársenas componen un bonito telón de fondo con los edificios de la ciudad, como el Cuartel de Instrucción del muelle, primer ejemplo del neoclasicismo. Un consejo: sea con la luz del amanecer o con la caída del día, ambos momentos te dan una estampa difícil de olvidar.
A siete kilómetros del muelle de Curuxeiras, también en pleno Camino, el monasterio de San Martiño de Xubia y su entorno son otra sorpresa digna de fotografiar. El recorrido, que sigue paralelo a la carretera que lleva hasta Narón, acaba en este místico templo románico del siglo XII con unas fantásticas vistas sobre la ría de Ferrol.
Arropado de verdes prados donde vacas y ovejas pastan apaciblemente, las panorámicas de este edificio religioso, que en su tiempo de máximo esplendor fue abadía y priorato, se completan con las suaves montañas de Neda al fondo, y un gran puente que salva la distancia con Narón. Frente al monasterio, un pequeño gato ronronea junto a un antiguo cruceiro llamando la atención del peregrino. Otro buen punto para posar y darle al botón de tu cámara.
Frente al mercado de Pontedeume, en la Praza do Conde se alza la Torre del homenaje, único testigo del tiempo que sobrevivió a la desaparición del palacio-fortaleza de los Condes de Andrade. De planta cuadrada, este edificio con muros de dos metros de grosor y una altura de 18 metros está considerado uno de los mejores ejemplos de arquitectura militar medieval en Galicia.
Aquí se encuentra la oficina de Turismo de Pontedeume y un centro de interpretación sobre el linaje de Los Andrade. Vale la pena entrar, recorrer sus cuatro plantas y asomarse a sus saeteras y ventanales góticos al tiempo que vas ascendiendo. La subida tiene recompensa: la terraza. Desde lo más alto tendrás una bonita panorámica del Ponte de Pedra sobre el río Eume con sus barcos descansando. Y al fondo, el pueblo de Cabañas con sus suaves colinas. Las vistas son una gozada y siempre quedan bien ante la cámara.
Antes de salir de Pontedeume, ascendemos por la Rúa do Empedrado, callejeando entre casas abandonadas y otras nuevas. Atento al Camino, porque en pleno recorrido hay un pequeño rincón que merece una parada. De forma inesperada, un balcón con bancos donde podemos dejar las mochilas se asoma a esta ciudad medieval con nuevas perspectivas.
Desde aquí es posible ver el puente del ferrocarril, con sus 160 metros de longitud sobre la ría del Ares; las tres torres de la iglesia parroquial de Santiago y los tejados de las casas del pueblo que minutos antes hemos dejado atrás. También desde aquí se visiona el pueblo de Cabañas y el gran pinar que arropa la playa de la Magdalena, que se adivina detrás. Un buen lugar para descansar unos minutos, darle un trago a la cantimplora y seguir el Camino rumbo a Miño tras una buena foto.
Si hay un tramo en el Camino Inglés donde la naturaleza te arropa literalmente ese es el bosque de Poulo. Un paraje natural que discurre entre Bruma y Poulo –dirección Sigüeiro– y que parece sacado de un cuento de hadas. La magia la produce la frondosidad de los carballos centenarios –robles–, que se mezclan con loureiros –laureles–.
La vegetación es tan abundante que se forman techos vegetales sobre las corredoiras. Incluso lloviendo, a las gotas les cuesta colarse por estas improvisadas bóvedas. Sin duda, uno de los recorridos más bellos de todo el Camino, donde sería imperdonable no subir una fotografía a Instagram.