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No hace falta conocer el rico vocabulario que envuelve a las carreras de caballos, ni tan siquiera ser aficionado a ellas para disfrutar de las Noches del Hipódromo que los jueves y sábados, hasta mediados de agosto, se celebran en el Hipódromo de Madrid. Estas sesiones son la mejor alternativa para aquellos que quieren huir de las altas temperaturas de la capital porque, según se va llegando al recinto, el aire fresco y el verdor de la naturaleza no sólo hace bajar el termómetro, también el nivel de estrés.
Aparcamos fácilmente en uno de los amplios aparcamientos señalizados aunque, si no disponen de vehículo, sale un autobús lanzadera gratuito desde el Paseo Moret -o desde la parada de Metro de Ciudad Universitaria si hay algún contratiempo- una hora antes de la primera carrera.
Las puertas se abren a las 20:30 horas, por lo que merece la pena llegar pronto si les gusta el ambiente más tranquilo o prepararse para contemplar un impresionante atardecer tiñendo de colores anaranjados y morados las cuatro torres de la Castellana, que se ven a lo lejos y que rompen la línea del horizonte. Al entrar por la puerta norte, lo primero que vemos es una frondosa pradera en la que apetece tumbarse o descalzarse. Aunque la idea parece muy apetecible tampoco hay que remolonear porque muy pronto empezará la primera competición.
Puede parecer algo trivial pero el dresscode es importante. En las Noches del Hipódromo no hay etiqueta establecida, vestir con bermudas y chanclas está permitido, pero lo suyo es arreglarse. Pantalones largos y camisas de manga larga para los señores y vestidos fiesteros -largos o minifalderos- acompañados de accesorios ad hoc para las señoras. Después de todo, aquí se viene también a socializar y a conocer gente nueva. Familias con niños que disfrutan correteando de aquí allá; parejas que quieren disfrutar de una cena diferente, grupos de jóvenes con ganas de alternar… En definitiva, aquí se da cita un público variopinto, multigeneracional y con ganas de pasarlo bien, incluso hasta más interesado por ver y ser visto que por estar pendiente de quién ha llegado primero a la meta.
Hay que puntualizar que las competiciones de los jueves y sábados no son tan profesionales e importantes como las que se celebran los domingos, pero sí son muy recomendables a la hora de iniciarse en la afición para conocer a jinetes y amazonas que empiezan a despuntar o aprenderse los nombre de los caballos y yeguas con madera de campeones. Con los últimos rayos de sol se anuncia la primera prueba. Los purasangres son conducidos desde sus cuadras hasta el paddock, una especie de corralito donde dan unas vueltas de calentamiento. Los aficionados se apelotonan para ver cuál será su favorito.
Algunos van a un paso tranquilo para conservar fuerzas para lo que les espera y a otros ya se les empieza a notar ese nervio que liberarán en la pista. Por un camino de tierra, los equinos llegan a sus cajones, algunos no quieren entrar, por lo que los jinetes les dan una vuelta para tranquilizarlos y así entran dócilmente en su puesto. Incluso hay algunos que llevan anteojeras para que se centren única y exclusivamente en la carrera, ya que los estímulos de luces y ruido son muy altos.
En el momento en el que el banderín amarillo cae, caballos y jockeys salen a tal velocidad que el momento es casi imperceptible a la vista. Gracias a una pantalla gigante se ve con detalle cómo transcurre la carrera: quién se coloca en cabeza, quién se queda rezagado… Además de la voz del narrador, ayudan mucho los diseños y colores de las chaquetillas de los jinetes y amazonas. Estas prendas tan características son como las camisetas de los equipos de fútbol: cada una de ellas identifica a qué equipo -en este caso cuadra- pertenece cada competidor.
Hasta casi la medianoche se disputarán cuatro lides, por lo que estaría bien probar una de las ceremonias más estimulantes de las carreras: apostar. A lo largo y ancho del recinto se distribuyen las ventanillas donde jugar unos euros. Lo mínimo es un euro. Rápidamente nos situamos en una de las vallas para poder jalear a nuestro caballo y nuestros ánimos se unieron a los que salían de la atestada grada. La suerte estuvo de nuestro lado, así que recuperamos nuestros dos euros más cuatro de beneficio, por lo que… ¿Qué hacer con esta fortuna?… ¡Ir a tomar algo!
Además de alternar y de disfrutar del deporte, uno de los mayores atractivos de las Noches del Hipódromo es su amplia y diversa oferta gastronómica, que se puede encontrar para todos los gustos y bolsillos. Si se quiere algo más informal, nada mejor que picar algo en alguno de los quioscos o foodtrucks instalados en las diversas praderas.
Los hay de caprichos dulces como helados, algodón de azúcar, crepes o granizados… pero son mayoritarios los centrados en salados: perritos calientes, bocadillos (embutidos ibéricos, queso), raciones (embutidos ibéricos), gazpacho fresco, pizzas, pinchos de tortilla, croquetas, patatas fritas con salsas diversas (brava, crema de queso y bacon, calamares…) y, por supuesto, hamburguesas. Aunque hay opciones para paladares más exigentes, como las ostras Amélie criadas en cautividad en la zona francesa de Marennes-Oléron. Así que, con nuestras ganancias, decidimos regalarnos un par de ostras abiertas al momento por el experto.
Optar por esta fórmula gastronómica nos da movilidad y autonomía para sentarnos en alguna de las mesas del merendero, situarnos en un puesto de la grada antes de la carrera o en plan pícnic sentados en la hierba. Aunque, si nos hemos vestido para la ocasión, qué mejor que lucirse en alguno de sus restaurantes, como por ejemplo ‘Calor’ con un menú degustación (60 euros por persona; bebidas aparte) diseñado por Ramón Freixa que consiste en unos entrantes para compartir (burrata caprese inyectada de albahaca y tartar de tomate; bikini trufado; quesadilla de cochinillo confitado y mole poblano…) para seguir con un plato principal a elegir entre tartar de atún rojo con aguacate, huevos fritos y alga nori en tempura; lomo de merluza gratinado con muselina de ajo o tartar de ternera gallega reposada con toques picantes.
Para acabar, un postre como fruta osmotizada o milhojas de de chocolate crujiente con avellanas caramelizadas. La privilegiada situación de las mesas, a pie de pista, nos permite estar al tanto de la evolución de cada carrera.
Aunque si prefieren sabores exóticos, mejor ‘Villa Panthera’, situado en el anfiteatro del Hipódromo. Aquí el chef peruano Luis Arévalo ofrece una carta en la que fusiona las cocinas asiáticas y latinoamericanas. El elegante espacio decorado con fibras naturales se transforma, a partir de medianoche, en un club donde escuchar y bailar ritmos latinos mientras se disfruta de un combinado.
Además de la entrada general, el Hipódromo ofrece la opción de disfrutar de una Experiencia Premium, disfrutando de las carreras de una forma más exclusiva. Esta entrada da acceso a 'La terraza de la Tribuna Torroja’ y es una opción que otorga una independencia mayor que la del restaurante tradicional, ya que podemos ir de un lado para otro: desde sentarse en la tribuna para ver la carrera hasta acomodarse en alguno de los asientos del espacio para disfrutar de su servicio de bar y de catering y, además, disfrutar de una banda sonora ambiental.
Tras la cena, los cócteles y la excitación de la competición se hace casi imposible volver a casa. Nos acercamos a Bumpers, una tienda de moda situada dentro del hipódromo, donde se pueden encontrar desde camisas hasta gorras, aunque el mayor souvenir, como no podía ser de otra forma, es la camiseta estampada con caballos y jinetes. Tras el shopping nos dirigimos a la zona norte donde una banda ameniza a los asistentes con temas pop muy conocidos. Todos los jueves, tras la última carrera, alguna de las mejores bandas de Madrid (Darwin, Venecia, La Banda de los 80…) ofrecerán lo más animado de su repertorio.
No somos los únicos en arrancarnos a bailar, aunque el plato fuerte desde el punto de vista musical tiene lugar los sábados de julio, ya que tras las pruebas de purasangres el Hipódromo ha programado una serie de conciertos que rendirán homenaje a la Movida Madrileña. ¿A quién no le apetece echar unos bailes con el cielo estrellado como techo? Las Noches del Hipódromo son una experiencia única y gratificante no sólo para aquellos madrileños que nunca se lo habían planteado como opción, también para todos aquellos turistas que visitan la capital y que quieren descubrir otro Madrid.
Las Noches del Hipódromo: Hipódromo de la Zarzuela. Avenida Padre Huidrobo, s/n (A-6, km 8), Madrid. Parking gratuito. Transporte lanzadera gratuito desde el Paseo Moret una hora antes de la primera carrera. Jueves y sábados de julio y agosto -hasta el 5 de agosto-. Entrada general Verano nocturna: 15 euros / 80 euros entrada premium con acceso a ‘La terraza de la Tribuna Torroja’. La entrada para carreras y concierto cuesta 20 euros.