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Estación de Metro de Gran Vía

Ruta por el Madrid de los años 20

Recuerdos madrileños de la loca década de los años 20

Actualizado: 28/11/2021

Fotografía: Hugo Palotto

En los años 20 del siglo pasado Madrid sufrió una transformación: los primeros automóviles, los iniciales viajes en Metro, las películas sonoras... y de la expansión de la Gran Vía. Recorremos las calles de la capital para descubrir qué queda de aquella loca década.
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Desde finales de julio que se instaló, no hay turista que no se pare a fotografiar la reproducción del templete de la estación de Metro de Gran Vía diseñada por Antonio Palacios hace 100 años. La estructura de metal y granito original creada por el arquitecto gallego fue desmantelada pieza a pieza en los años 70 y trasladada al parque Campo da Feira, en O Porriño (Pontevedra), localidad natal de Palacios, donde quedó instalada. Originariamente, este templete se encontraba entre la confluencia del primer y del segundo tramo de la Gran Vía, el que llega hasta la Plaza de Callao, un trecho que se cerró a principios de los años 20 y que podría considerarse el más interesante por edificios como el de Carrión o el de Telefónica.

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Cuando se excavan los subterráneos de la ciudad para ampliaciones y reformas del Metro, suelen aparecen muchos tesoros escondidos de tiempos pasados. Un ejemplo de ello es un antiguo mural publicitario de cerámica, un anuncio de Jabón y Sales de Carabaña que data de 1924. En los años 60, durante la primera reforma del suburbano, se cegaron muchos vestíbulos y pasillos -y con ellos, los murales publicitarios- de las estaciones históricas, las que se habían construido de 1919 a 1936. Durante las obras realizadas en la estación de Metro de Sevilla, se encontró el único superviviente -en total, había alrededor de 24- de aquellos anuncios. Desde 2019, los viajeros pueden volver a contemplar esta joya del Art Déco que ha sido restaurada y colocada antes de llegar a los andenes.

El Círculo de Bellas Artes, la joya Art Déco

Hay que decir que, en Madrid, durante aquellos años -casi- convivieron dos estilos arquitectónicos diferentes, pero con muchos puntos en común: el Modernismo y el Art Déco. El primero se dio durante los últimos coletazos del siglo XIX y, el segundo, es propio de los años 20 y 30 de la pasada centuria. "El Art Déco viene en parte del modernismo (o Art Nouveau) más depurado, de la Secesión vienesa, del palacio Stoclet de Bruselas, de la estación de Helsinki de Saarinen, de las casas cubistas de Praga… Es su evolución lógica, pero solo de parte del modernismo, el más sobrio y geométrico. Con el de Horta, por ejemplo, no tiene nada que ver", comenta David Pallol, historiador de arte y autor de Madrid Art Decó (Ediciones La Librería). Y de la arquitectura Art Déco encontramos en Madrid unos cuantos ejemplos dignos de ser mencionados y fotografiados.

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Es imprescindible, por ejemplo, visitar el Círculo de Bellas Artes (Alcalá. 42), construido entre 1921 y 1925 por Antonio Palacios, el autor del templete de Gran Vía. "El bueno de Antonio Palacios era un autor muy personal, un arquitecto inclasificable -puntualiza Pallol-. Más que por el Art Déco, estaba influido por el monumentalismo americano y la pujante vida urbana, pero se conserva muy poco de la época". El Círculo -como popularmente se denomina- es un espectacular edificio en el que destaca su recibidor, con la impresionante escalinata de mármol, el Salón de Baile y La Fuentecilla, un vestíbulo que da acceso a otras estancias principales.

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Pero... ¿cómo era el Madrid de aquellos años? David reconoce que existe un debate muy interesante entre casticismo y vanguardia. "Las clases populares era ajenas a las nuevas tendencias. Eran muy minoritarias, cosa de cuatro iluminados. Entre las clases altas el interiorismo típico del Art Déco tardó en cuajar y el estilo Remordimiento (que se daba mucho en despachos de letrados y consultas médicas, por cierto) daba aún sus últimos coletazos. Se trató más un asunto de un grupo reducido de arquitectos. Pero la burguesía y también la aristocracia fue poco a poco adoptando el estilo hasta hacerlo suyo. De todos modos, la Guerra Civil interrumpió todo eso y después de la contienda prevaleció la estética imperial".

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Cines y teatros que son Historia Viva

Hasta las pocas formas lúdicas y de ocio social extendidas entre la población, cambiaron. En aquella época, el cine sustituyó a los espectáculos populares y algunas de las salas más imponentes construidas en aquella década siguen hoy en funcionamiento. Es el caso del Cine Callao, construido en 1926 por Luis Gutiérrez Soto, que fue, además, la primera sala en España en proyectar El cantor de jazz, la primera película sonora de la historia, en 1929. Y también el Cine Doré, sede de la Filmoteca Española, cuya impresionante fachada fue obra de Críspulo Moro Cabeza, en 1922. Sin olvidar el Cine Barceló, hoy convertido en discoteca, merece la pena admirar su fachada.

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A pesar de la llegada del Séptimo Arte, los teatros siguieron siendo los dueños de la cultura. Muchos se construyeron en aquellos años, como el Teatro Pavón, obra del arquitecto Teodoro Anasagasti entre 1924 y 1925. En sus bajos se encuentra el 'Café Pavón', indispensable hacer una parada en él antes de pasear un domingo por El Rastro, cuyos puestos se despliegan muy cerca. En la reforma de 2015, se rescataron algunas joyas, como el artesonado del techo original de 1924 o los azulejos con los que el propio Anasagasti adornó las paredes y que llevaban años ocultos bajo capas de escayola. "Se han cometido verdaderos crímenes con la excusa de que estaba muy viejuno, que es una palabra que odio", comenta David.

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"En Nueva York se han conservado los vestíbulos del edificio Chrysler, del Empire State, del hotel Waldorf Astoria, de muchos bloques de apartamentos de Manhattan o de Brooklyn... Aquí se hubieran reformado hasta parecer un salón de bodas. Tenemos que corregir esa mentalidad porque no ayuda nada al patrimonio. En Madrid hay casos flagrantes de haber arrasado con el interiorismo original. Me vienen a la cabeza el edificio del Cine Callao, el Cine Capitol -que es una verdadera pena, porque era un diseño integral- y el de Gran Vía 52, pero por desgracia, abundan", añade el historiador.

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Del Museo Chicote a la Quinta de los Molinos

Desde luego, la Gran Vía es un filón para descubrir pequeños detalles Art Déco, como escaleras, celosías o molduras. "La ampliación del Banco de España, la que se llevó a cabo en los años 30, es magnífica y muy rica en detalles: vidrieras, molduras, rejas, lámparas... La vidriera del Patio de Operaciones, por ejemplo, es majestuosa y sin perder de vista su reloj central -aconseja David-. Los interiores de Gran Vía 60 y 64 son también típicos de la época y suponen a la vista un festival de artes aplicadas". Aunque para tesoro, el Museo Chicote, un cóctel-bar inaugurado en 1931 y cuya decoración se conserva casi intacta.

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Además de la mítica coctelería, David nos recomienda una serie de lugares que aún respiran la esencia Art Déco: "En el parque del Retiro, la fuente dedicada a Ramón y Cajal, que es una maravilla, y también la lápida en homenaje a Góngora. En el Parque del Oeste, el monumento a Concepción Arenal y, si quieres ver relieves bonitos en fachada, en la calle Alcalá, la antigua sede del Banco de Vizcaya (hoy oficinas de la Comunidad) o el friso de Marés del antiguo Banco Zaragozano, hoy integrado en el complejo Canalejas. ¡Y un parque Art Decó con aire mediterráneo: la Quinta de los Molinos!".

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Además, no se crean que todo está en las guías turísticas tradicionales, porque hay barrios que merecen la pena descubrir. "Existen cinco núcleos fundamentales: el tercer tramo de la Gran Vía, la avenida de Reina Victoria, el barrio de Almagro -con las calles de Zurbano, Zurbarán, Martínez Campos, Fernández de la Hoz, Fortuny, García de Paredes o Modesto Lafuente- y el barrio de Salamanca -finaliza David-. Para Déco posterior, lo que aquí se ha venido en llamar Racionalismo Madrileño, el streamline moderne o estilo aerodinámico, yo recomendaría el barrio de Moncloa-Argüelles". La apetecible caminata requiere llevar zapato cómodo.

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