Vermudos, Alfonsos, Sanchos, Ordoños, Fernandos, Ramiros, Sanchas, Elviras, Urracas... Aquí descansa hasta el último conde de Castilla, don García, frustrado consorte de Sancha I, que aspiraba a coronarse en León y que fue asesinado en la ciudad cuando venía a conocer a su prometida. "Hoy, reyes y vasallos, amigos y enemigos, víctimas y verdugos, yacen en santa y fraterna promiscuidad, compartiendo los mismos ataúdes", tal y como recogía el eclesiástico e historiador medieval Antonio Viñayo en uno de sus libros. Y es que, a principios del siglo XIX, las tropas napoleónicas convirtieron este panteón en pajar para las bestias y los sarcófagos, en abrevadores para los caballos. "Durante la Guerra de la Independencia, sacaron de sus tumbas a los Reyes, desvalijaron sus mortajas y amontonaron los huesos, haciendo imposible su individualización y reconocimiento posterior", recuerda Jaén.