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Nos despedimos de Madrid hacia el norte, con el rumbo fijado en Santa María de la Alameda, una localidad situada a algo más de 70 kilómetros de la capital, limítrofe con la comunidad de Castilla y León. El camino que nos conduce hasta el primer objetivo discurre por multitud de pueblos pequeños, curtidos por las temperaturas extremas. A través de campos y alguna pequeña zona arbolada, aparece frente a nosotros el embalse de Valmayor, un lugar donde se practica habitualmente pesca y deportes náuticos como la vela. Desde aquí, como buenos amantes de las motos, debemos disfrutar la carretera que asciende sinuosa frente a nosotros.
Así, casi sin darnos cuenta, exprimiendo la sensación de surcar el viento sobre dos ruedas, llegamos a nuestra primera parada del recorrido, Santa María de la Alameda. La visita a esta pequeña población comienza en la plaza Mayor, lugar de reunión de vecinos y foráneos. A su alrededor se levantan los edificios más significativos del municipio: la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Alameda, de la misma época que el Monasterio del Escorial; el ayuntamiento, el antiguo lavadero y varias construcciones que forman un conjunto de arquitectura serrana de gran valor arquitectónico.
Tras nuestro primer alto en el camino, regresamos a la moto para seguir descubriendo el sinfín de pequeños pueblos que pertenecen al término municipal de Santa María de la Alameda.
A solo unos minutos de aquí, por la AV-P-308 llegamos al desvío de Las Herreras. Es sencillo reconocerlo porque se trata de un espacio natural absolutamente desértico, castigado por el frío invierno y los vientos de la zona.
Proseguimos por la carretera estrecha que desciende retorciéndose en curvas. Varios cambios de rasante después, Las Navas del Marqués nos da la bienvenida. Lo mejor que podemos hacer nada más llegar a este pueblo es subir hasta su famoso mirador forestal. Se trata de una atalaya de hierro fundido que no sólo ofrece unas vistas espectaculares de la zona sino que además forma parte de la historia ya que fue diseñado por el famoso arquitecto Gustave Eiffel, autor de la torre más conocida de París.
Posteriormente, una buena opción es estacionar la motocicleta y recorrer a pie algunos de sus monumentos más destacables del municipio, como el Castillo de Magalia -construido en la primera mitad del siglo XVI por el primer marqués de Las Navas, Don Pedro Dávila y Zúñiga- y el Convento de Santo Domingo y San Pablo, fundado en el año 1545. Tras la visita a Las Navas del Marqués, seguimos de nuevo nuestro camino no sin antes probar alguna de las delicias de la cocina abulense, como las carnes al horno o las patatas revolconas (cocidas y machacadas, y aderezadas con pimentón y torreznillos).
A menos de diez kilómetros se halla el desvío hacia Navalperal de Pinares. Nos adentramos en zona ganadera a través de una carretera de curvas serpenteantes. Coronado el puerto de La Cancha, los gigantes de un parque eólico nos dan la bienvenida. Es el momento de detener el motor de la motocicleta para disfrutar del paisaje y el ruido que hacen los molinos al cortar el aire.
El trayecto continúa y el destino nos tiene preparada una sorpresa más: una hondonada infinita. Este paisaje nos acompañará durante los 26 kilómetros que nos separan de El Tiemblo, la última parada de nuestro viaje.
Este pequeño pueblo está situado al pie de la Sierra de Gredos y lo atraviesa el río Alberche, lo que ha propiciado que se formen tres embalses: El Burguillo, el Charco del Cura y Puente Nuevo. Se trata de un auténtico paraíso para los amantes de la naturaleza ya que está integrada en la reserva natural del Valle de Iruelas; una de las pocas áreas en Europa donde se cría el buitre negro. Un broche final perfecto para una ruta en la que hemos disfrutado de uno de los mejores paisajes del Sistema Central.