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Angelita, viva y alegre, es la primera del grupo en colgarse de la oreja un par de cerezas ayudándose del rabito para simular unos pendientes originales, que por si fuera poco, son comestibles. Forma parte de un grupo de 36 personas llegadas desde una pedanía de Badajoz, Gévora, hasta el pueblo de Rebollar, en el Jerte, para aprender todo sobre la cereza: conocer el árbol, sus variedades, la recolección y el empaquetado en un caja de dos kilos. Todo ello a pie de campo.
Son casi las 10 y aún hace fresco en esta mañana inestable de primavera. "Esperemos que no llueva", se oye entre las conversaciones que se abren paso en el silencio de los caminos de las parcelas sembradas de cerezos. De repente, alguno se arranca a cantar mientras el grupo sigue con paso ligero a Dalila Gándara, líder de la expedición y guía de 'ValleAventura'. "Tranquilos, que ya llegamos", avisa ella a los pacenses que se detienen a probar las cerezas de algún vecino.
Los de Gévora son un club de senderismo y vienen preparados para darlo todo en el campo, que algo saben, porque en su zona también se recolectan frutas, como peras o melocotones, aunque poco tienen que ver con la reina del Jerte. Antes de empezar la faena, Dalila entrega cestas y cubos en su propia finca y explica rápidamente cómo coger el fruto rojo sin destrozar los cerezos. "¡Esto es muy fácil! Esta variedad se arranca así –indica mientras agarra el rabito y tira de él para que salga con las cerezas– y se va echando en la cesta. Coged solo las maduras, porque las verdes aún no están ricas", asegura antes de organizar pequeñas cuadrillas y distribuirlas en distintos árboles.
Comienza la labor agrícola y se escucha de fondo una queja, que rápidamente silencia otro: "Hemos pagado por recoger y llevarnos unas cerezas, pero también para vivir una experiencia, ¿no?". Asienten y continúan con la recolección en un ambiente festivo, entre bromas y risas, con la boca siempre llena, porque nadie puede resistirse a probar las cerezas recién arrancadas del árbol. Otras imitan a Angelita y se van preparando los pendientes cereceros e, incluso, algún collar. Y los menos trabajan concentrados y en silencio, mimando el fruto.
Dalila supervisa las tareas, ayuda a los más inseguros y da consejos aquí y allá. La más joven del grupo, Alejandra, se deja asesorar mientras mira atenta las manos expertas de la guía, oriunda de la zona. Hay varias empresas de turismo en el valle que están potenciando el agroturismo con los cerezos y funciona. 'ValleAventura' lleva ya dos años. "Hacemos esto tanto con grupos como a nivel individual, aunque ya es otro precio. Ayer mismo estuvimos con una familia. También hacemos rutas 4x4 por la Garganta de los Infiernos y las cascadas, por ejemplo", afirma Dalila después de sacar de la casa que hay en la finca el tendal, una mesa donde se realiza la selección de las cerezas.
Los más aventajados comienzan a descargar sus cestas en la mesa y con la ayuda de Dalila preparan su cajita de cartón de dos kilos. "Si alguien quiere llevarse más, se preparan más cajas", grita la guía para que la escuchen todos. Son cinco euros más los dos kilos extra, lo que no es mucho teniendo en cuenta que estas primeras cerezas de la temporada están a 10 euros los dos kilos en tienda. Algunos intentan apurar y ponen la caja a rebosar, pero Dalila les avisa que la fruta aplastada sufre y se estropea rápidamente. "No os vayáis del Jerte con ganas de cerezas", se ríe y llena un par de botes como regalo para los visitantes después de colocar el nombre de cada uno en las cajas.
Trabajo hecho y paquetes listos, Dalila prepara una pequeña degustación con salchichón, chorizo y pan de la zona. Durante el pincho, la guía aprovecha para explicar información relevante sobre la picota, esa cereza del valle con denominación de origen. Para que no le den gato por liebre, apunte: se coge sin rabo, ("pero no todas las cerezas que encontramos sin rabo son picotas", según aclara Dalila), son autóctonas del Jerte, es más bien pequeña, es muy dulce, es crujiente y, lo que es más importante, su carne es casi blanca.
Sin embargo, ojo, porque "algunas variedades como la California y la Lapin, llegado un momento de maduración, se pueden coger sin rabo pero eso es cereza sin rabo, no picota, y que seguramente veréis en el mercado más gordas y muy rojas por dentro, y que están muy ricas también, pero no son picotas. Nosotros los llamamos 'picotas pirata'", aclara la guía y añade, para que resulte más fácil identificar a la verdadera reina del valle: "Las picotas son una serie de variedades de cerezas que ustedes encontrarán en el supermercado como Ambrunés, y algunas veces, aunque muy pocas, como Pico Limón, Pico Negro o Pico Colorado".
Algunos pacenses, después de la charla didáctica, quieren llevarse un cerezo a su tierra y Dalila hace unos apuntes para garantizar el éxito: "Hay que tener en cuenta tres cosas: el árbol tiene que acumular 1.100 horas de frío por debajo de los 7 ºC para que dé cerezas; segundo, se tienen que llevar una variedad que sea autofértil que no necesite otro polinizante, por ejemplo, la variedad Lapin; y tercero, al cerezo le gusta estar entre 600 y 900 metros". Murmullos y parece que un poco de decepción: la picota se queda en casa.
Petri Samino, la presidenta del club de senderismo, explica que otras veces han venido al Jerte para ver la floración. "Siempre hemos visto el valle en flor, pero nunca con la fruta. Queríamos ver el contraste del rojo y, por qué no, vivir la experiencia de recoger las cerezas", asegura riéndose. Ya caminando hacia el autobús en el que salieron de su pueblo a las 6.30 de la mañana, los recolectores por un par de horas comentan la vivencia. "Ha estado muy bien y las cerezas están muy muy ricas", dice Ana Belén, que habla del precio excesivo que tiene que pagar en Badajoz para "quitarse las ganas" de comerlas.
Sonia, que camina al lado de Ana Belén, está encantada con su club porque viajan bastante y van conociendo otros lugares. "Hoy aquí y hace un par de semanas estuvimos en un pueblo de Cádiz, que a mí me encantó. Llenito de gente, pero precioso", cuenta antes de despedirse. Contentos con las cerezas ya cargadas en el autobús, su próximo destino será la Agrupación de Cooperativas para ver cómo se selecciona y empaqueta la fruta; luego visitarán la garganta de Marta y la Cascada del Caozo, que en esta época corre abundante y ruidosa, es decir, como tiene que verse un buen salto de agua. Es mediodía, el tiempo acompaña y el sol brilla con fuerza sin llegar a picar. Parece que hoy el Jerte no decepcionará a nadie.