Establecimientos gastrónomicos más buscados
Lugares de interés más visitados
Lo sentimos, no hay resultados para tu búsqueda. ¡Prueba otra vez!
Añadir evento al calendario
La muerte resucitará a Ponga. El 'Bosque de la Vida' es el primer proyecto en España que ve la luz como un espacio natural donde poder enterrar las cenizas de los seres queridos en un entorno idílico. Las lápidas son sustituidas por hayas, los muros desaparecen y solo queda la inmensidad de la montaña o una panorámica espectacular de los parques de Ponga y los Picos de Europa. Además de en Soria, Bécquer, hay otro Monte de las Ánimas y está en el Paraíso Natural.
El silencio de la montaña solo lo perturba el silbido del viento y el tañido del cencerro en la ladera. En medio de una orla dibujada por picos y cerros, asoma el Monte Otero Torneru, el lugar elegido para albergar el 'Bosque de la Vida'. Nos encontramos en el corazón del Parque Natural de Ponga, un entorno protegido de 20.533 hectáreas, aislado en la parte sureste del Principado de Asturias, entre la reserva de los Picos de Europa y la de Redes. Abarca la totalidad del municipio homónimo, donde “siempre ha habido una gran demanda para el enterramiento de cenizas”, según Manuel García, secretario de la Alianza de las Fundaciones para el Desarrollo de los Territorios, y uno de los promotores de este proyecto. “No es solo en Ponga, esta demanda se ha extendido por toda la zona”, añade García.
El viaje de este proyecto natural empezó hace cuatro años como una colaboración entre el Ayuntamiento de Ponga, que veía la necesidad de buscar soluciones ante la despoblación y la falta de iniciativas para activar este concejo de 600 habitantes, y la Alianza, que se encargaría de encontrarlas. Dentro de esa estrategia de desarrollo territorial para Ponga, planteada por este conglomerado de empresas asturianas, el 'Bosque de la Vida' era el plato fuerte. “Tenemos los terrenos, el bosque está acotado y definido”, explica Pablo Priesca, portavoz de CTIC Rural y miembro de la Alianza. “Hemos pasado ya todos los trámites”.
El 'Bosque de la Vida' es el primer “cementerio natural” de España que utiliza una fórmula extendida por toda Europa. “Nos fijamos en este modelo que se desarrolla en países como Inglaterra, Irlanda o Escocia”, añade García. “Nos pareció que había una oportunidad aquí de identificar un determinado bosque para el enterramiento de cenizas”, explica el portavoz de la Alianza.
¿Cómo enterrar los restos de un familiar en un monte de Ponga? Hay varias opciones. Se pueden extender las cenizas por zonas abiertas, entre los hayedos y robledales; se pueden enterrar junto a un árbol en una urna biodegradable, para vincularlo a esa persona, o también plantar uno nuevo, autóctono, sobre los restos de la persona fallecida. Serán la base para el nacimiento de una nueva vida.
“Más adelante, prevemos también que se entierren cenizas de mascotas o animales”, comenta Manuel García. “Este proyecto tiene una segunda posibilidad”, añade, “el enterramiento de cuerpos humanos. No lo vamos a abordar a corto plazo”.
Buscamos entre las montañas de Ponga el camposanto más natural de España, en un entorno idílico y, a la vez, macabro, con un magnetismo que nos obliga a arrancar el coche y atrevernos a venir hasta aquí. Proponemos un recorrido “de muerte” hasta el 'Bosque de la Vida' en vísperas de Halloween.
La carretera N-625 bordea el embalse de Riaño, en León, mientras nos regala una serie de panorámicas estilo Rocosas Canadienses hasta llegar a los valles boscosos de Oseja de Sajambre. El otoño se ha dado un homenaje aquí entre el roble y el haya, y cada recodo seduce al viajero para detenerse y sacar la cámara. Aún hay que llegar a nuestro destino y mejor no hacerlo hoy de noche.
La puerta de entrada por esta vía al Principado de Asturias la conforma una enorme garganta esculpida por decreto del río Sella. Nuestro recorrido de asfalto avanza en un curso serpenteante entre las paredes del desfiladero de los Beyos hasta llegar a Puente Vidosa, donde tomamos la salida a la izquierda que indica el camino hacia el Parque Natural de Ponga.
Si antes había pocos vehículos, ahora hay menos, y si antes la carretera era retorcida, ahora lo es más, pero en ascenso. Nos alejamos de la ruta turística que conduce a Picos de Europa para adentrarnos en la cara más solitaria de la comarca. La PO-2 nos lleva hasta Viego, una aldea de montaña que se asienta entre las cumbres y riscos de esta reserva de la biosfera atravesada por los ríos Sella y Ponga. Aquí las masas forestales se adueñan del 37 % del territorio, siendo los protagonistas vegetales los robledales y hayedos, mientras que los animales son el ciervo, el corzo, el lobo y el oso pardo, de vez en cuando. En otras palabras, un escenario que alcanza ahora su máximo esplendor en un sinfonía visual de rojos, dorados, azafranados y púrpuras.
La PO-2, rumbo a San Juan de Beleño, descansa en la Collada Llomena, donde se ubica una de esas zonas de aparcamiento con las que suspiran los campers. Desde este enclave, situado a mil metros de altitud y antigua parada de arrieros, parte la ruta de senderismo (P.R. AS-211) hacia la cima del Pico Pierzu (1.552 metros). La tomaremos para llegar al Otero Torneru. Desde aquí también parte la ruta de la Foz de los Andamios (P.R. AS 181), pero esa la dejaremos para otro día.
Rumbo norte, caminamos por una pista de tierra que discurre prácticamente en llano a través del bosque frondoso. Pronto aparece un desvío donde la señal indica la senda hacia el Pierzu, pero no hacia el Otero Torneru. A este llegaremos tomando el camino de la derecha, que acompaña la ladera en un cómodo trayecto.
Hemos llegado al lugar donde descansarán los muertos con vistas a este dibujo cambiante de las cumbres del Pico Raso, Luengu, Zorru, Recuencu, Maciédome, Tiatordos o Llamabria, además de las crestas plateadas de los Picos de Europa, al este. Al fondo del valle, más allá de las praderas alpinas donde pasta el ganado, aparece la aldea de Viego, donde se ubicará el centro de interpretación del 'Bosque de la Vida'. Es esta la visión de un espacio que será sagrado y que aparece ahora como un monte salvaje donde los árboles se apoderan de la ladera y el tojo y el helecho de su parte alta. Desde aquí se difuminan los caminos por derroteros solitarios. Aún no hay nadie enterrado aquí, pero lo habrá muy pronto.
El sol amenaza con esconderse tras las montañas mientras avanzamos por la senda que bordea la pendiente de vuelta a la Collada Llomena. Lo que antes era bucólico ha derivado en tenebroso. Las tumbas no estarán marcadas por lápidas o carteles. “Estarán identificadas únicamente por GPS para no alterar el entorno”, aclara el portavoz de la Alianza de Fundaciones. “El objetivo del 'Bosque de la Vida' es que su impacto medioambiental sea cero” y así “mantener la vida natural que existe a día de hoy”, explica Manuel García. “Es un bosque abierto donde seguirán pasando los jabalíes”.
Eso sí, se habilitará un espacio camuflado entre la naturaleza y sin ningún tipo de perturbación para la biodiversidad de Ponga “para rezar y realizar rituales, independientemente de la religión”, concluye García. Tras la presentación del proyecto, el ayuntamiento de Ponga aseguró que ya había gente interesada en la zona y preguntando cómo podían hacer para enterrar a sus seres queridos una vez incinerados.
Tanto desde el consistorio como desde la Alianza, aseguran que el 'Bosque de la Vida' activará el turismo en el parque natural, favorecerá “su desestacionalización” y que verá la luz muy pronto. Las leyendas macabras están aquí aún por contar, pero lo que está claro es que Asturias tendrá su particular Monte de las Ánimas.