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El Camí del Riu es un recorrido de poco más de 40 kilómetros por el cauce de los ríos Mediona-Bitlles, Lavernó y Anoia, que serpentéan por seis municipios del norte de la comarca del Alt Penedès: Mediona, Sant Quintí de Mediona, Sant Pere de Riudebitlles, Torrelavit, Subirats y Sant Sadurní d'Anoia, "la capital del cava". Los viñedos, sobre todo de xarel·lo, macabeo y parellada, nos acompañarán en esta ruta por el tramo más vegetal y húmedo, donde turistas y locales suelen refrescarse en primavera y verano.
"Este año, los chorros tienen menos fuerza y el río baja más seco" se lamenta la Marta, mientras muestra en su pantalla del móvil la vigorosidad con la que emanaba el agua del manantial por los 23 caños de Les Deus no hace mucho tiempo. A estas piscinas naturales, de escasa profundidad y resguardadas a la sombra de chopos, alisos, olmos y fresnos, se acercan numerosas familias y cuadrillas de amigos para disfrutar de una jornada de baño y entretenimiento en plena naturaleza del Alt Penedès.
Bajo las cascadas o sumergiéndose en los pèlag ("que es como llamamos los de Sant Quintí de Mediona a las pozas o charcas de agua"), pequeños y adultos tratan de sobrellevar las agobiantes temperaturas. "Desde hace unos años hemos desarrollado varios municipios de la comarca un proyecto en el que tratamos de poner en valor el entorno natural y el atractivo que tiene el agua bajo el lema nature y culture", remarca el alcalde de la localidad, Pol Pagés. Por encima de la piscina de Les Deus, varios niños se deslizan por la tirolina y atraviesan, asegurados con arneses, un puente colgante de madera. Al frente de 'Les Deus Aventura' está Lluís Ràfols, un guía de alta montaña, de esos que ayudan a coronar Ochomiles, y que aquí organiza excursiones de remontada del río, descensos de barrancos o rutas nocturnas.
Pero, sin duda, el mayor atractivo de la zona es la gruta de Les Deus. A ella accedían por el cauce del río los niños del pueblo desde hacía mucho tiempo, pero para el resto del mundo la descubrieron en 1941, "cuando vinieron del zoo de Barcelona a extraer rocas calcáreas, lo que aquí llamamos turo y que es muy común en las chimeneas y portales de las casas del pueblo, para la construcción del acuario", recuerda Pau Hil. Este joven espeleólogo lleva 20 años enseñando la cueva -"empecé con 15, porque quien llevaba el proyecto era nuestro profesor de Educación Física y decía que me explicaba muy bien"- y este es el primer año que ve tan secos los manantiales que discurren por ella.
El descubrimiento de la gruta, donde la fuerza del agua y la permeabilidad del terrero han ido dando formas curiosas al travertino, generó un auge del turismo en las décadas de los 60 y 70 del siglo pasado. "Aquí llegaban todos los días excursiones y visitas escolares desde todos los rincones de Barcelona. Y no faltaba quien arrancara una de estas estalactitas -formadas por la petrificación de las ramas de árboles y plantas hace millones de años- y se las llevara a casa", continúa explicándonos Pau. Ahora la cosa es distinta, y las arduas tareas de conservación y mantenimiento han permitido que, a pesar de la sequedad de los últimos años, "la gruta vuelva a supurar humedad".
Aunque Les Deus es la parte más concurrida y conocida, "a los del pueblo nos gusta más adentrarnos por los caminos del río", apunta Carlos Herrero, vecino de la localidad y cuyas pulardas, patos y gallos negros del Penedés se cotizan al alza en los restaurantes de alta cocina. Las riberas están escoltadas por las huertas de los paisanos -garbanzos, judías, patatas, tomates y lechugas, según la temporada-, y por los viñedos, olivos y almendros, que van cambiando la policromía del paisaje con el paso de las estaciones. Cubierta de helechos, berros y las lilas flores de la viola de bruixa, que florece en invierno, se van sucediendo los pèlag, como el de Les Bruixes, "con el que hay que tener cuidado, porque debajo del pequeño torrente, el agua te arrastra al fondo", advierte el alcalde. También hay que estar alerta a partir de mediados de septiembre, "porque lo que ahora es cauce seco, una tormenta puede provocar en cuestión de pocas horas una crecida peligrosa".
Subidas, bajadas, trepar por una pendiente, asomarse a una pequeña cueva que sirvió de escondite en la Guerra Civil, tratar de no resbalarse con el musgo adherido a las rocas, cruzar el riachuelo saltando de piedra en piedra y pegarse un buen chapuzón debajo de la cascada... hasta salir por el puente que conduce a la antigua colonia textil de Ca l'Oliver, en cuya balsa de agua, donde no es aconsejable el baño, podemos observar una bandada de patos, gansos y garzas.
Muy cerca de este sitio está la huerta y la granja 'Can Nadal'. Aquí, de manera autodidacta, Carlos Herrero cría sus aves, con la pularda -una gallina castrada- como reina del corral. "Las alimento con piensos propio, que este año empecé a elaborar, y con leche de ternera en polvo, que le aporta un dulzor especial a la carne", explica. También tiene legión de fans entre los chefs -Rodrigo de la Calle, el trío de 'Disfrutar', Carles Gaig o los cocineros a los que distribuye en Madrid y el Levante el pollero Higinio Gómez- sus capones y los pequeños patos, de unos 600 gramos, de piel gruesa pero con una textura interior "como la de un cochinillo". En el pueblo se pueden adquirir en la carnicería familiar y ya preparados, en la rostiserria contigua (Carrer de Pi y Margall, 5).
El camino hacía Mediona nos llevará poco más de una hora a paso normal. Durante la primavera y el verano, el cauce de esta parte del Camí del Riu estará seco con toda probabilidad -"otra cosa es a partir de mediados de septiembre, ¡mucho ojo! "-. Estamos en una parte de la comarca del Alt Penedès, al norte, "con un microclima muy particular, con temperaturas altas durante el día y frío por la noche, incluso en verano. En invierno, aquí se llegan a acumular hasta 20 centímetros de nieve", nos cuenta Carlos mientras nos dirigimos a Mediona.
Las lluvias abundantes propician que estas sierras y colinas sean uno de los destinos predilectos de los cazadores de setas, sobre todo de los amantes de los robellones (níscalos) y camagrocs (angulas de monte). El río, que en agosto sólo se dibuja en el imaginario del senderista, ha ido perfilando un desfiladero donde abundan los pinos blancos y encinas, con matorrales de jarras entre los que pululan jabalíes y visones. En las paredes escarpadas de sus acantilados, también se dejan ver algunos escaladores. Durante siglos, este desfiladero ha sido punto estratégico de comunicación, pues era paso obligado que unía el interior con la costa. "Por aquí salieron las tropas napoleónicas tras la Guerra de la Independencia, y se dice que aquí recreó Cervantes uno de los capítulos de El Quijote", explica con detalle Consol.
Ella, junto a su marido Ramón, llegaron a Mediona en el año 1997 y desde entonces se encargan del cuidado y de las visitas guiadas del Castell (hay que concertarlas con cita previa: 648023399). El castillo medieval es de estilo románico, y las primeras referencias documentadas son de finales del siglo X. De los restos que aún se conservan, rodeados de frondosa vegetación, destaca la capilla del siglo XII de la iglesia de Santa María, ampliada posteriormente ya con el estilo gótico, "y donde se celebran exposiciones y conciertos", o el ábside templario del siglo XIII. También quedan de pie una torre circular de escasa altura y otra de planta cuadrada, con escalera de caracol, ideal para divisar el desfiladero y observar las numerosas aves que sobrevuelan este entorno, como halcones peregrinos, mirlos, lechuzas, petirrojos o verdecillos.
En el pueblo de Mediona se respira un ambiente hippie. Hay escuelas alternativas, cooperativas agrícolas y un importante taller de moda catalana. A Jaume Bertran no le gusta salir en las fotos, pero se le nota como disfruta al descubrir el efecto que provocan en el visitante lego sus artes en el cultivo de los tomates y viñas. Entre agosto y la primera quincena de septiembre, recogerán de sus huertas unos 100.000 kg de tomacons de secà, de la variedad perfecta para sucar ("es difícil encontrar una palabra en castellano que signifique exactamente lo mismo, pero sería como restregar y dejar ligeramente húmedo el pan", explica), que es la que se utiliza en el famoso pa amb tomàquet. "Estos tomates te aguantan perfectamente hasta abril; te doy mi palabra. Contienen un gen de alcobaça, que impide la recepción del etileno. Su maduración, además, es de dentro hacia fuera".
A Bertran no le preocupa que los senderistas crucen por sus viñedos, "siempre y cuando los cuiden y respeten". Cuenta con 4 hectáreas y media de viñas de sauvignon blanc, merlot y cabernet sauvignon a los pies de la sierra. "Es un privilegio que nos ofrece la naturaleza. En este valle de Mediona y La Llacuna, por las noches tenemos una inversión térmica: el aire del mar asciende la montaña y luego baja, ya frío, a los viñedos hasta primera hora de la mañana. Esto nos permite una maduración mucho más lenta de la uva, con lo que podemos obtener acideces altas (de hasta 5 mg/l) en graduaciones de azúcares de 12 y 13 grados. Son vinos del Penedès que nos recuerdan a los de la Borgoña", presume el viticultor.
En 2004 salió la primera añada de los vinos 'Tayaimgut', de los que se producen unas 28.000 botellas anuales de las tres variedades. Sin crianza (Frsssc), un coupage con las mejores añadas de merlot y cabernet de larga evolución (Sta Paciència) o el Per si Sol (100 % sauvignon blanc), para el que utiliza levaduras propias y crianza de un año en barricas de Ermitage, una tonelería que tuesta con vapor de agua, "lo que le aporta al vino unos matices más suaves de madera" . El estilo de los blancos de Jaume Bertran recuerdan, para los expertos, a las artes del famoso enólogo francés Didier Dagueneau en la región de Sancerre.
Con una copa de cava o de vino recibe siempre a sus huéspedes David Ribas. "Dice mi mujer Pilar que es una excusa para tomármela yo; y creo que tiene razón", confiesa entre risas. A los pies del río que cruza Sant Pere de Riudebitlles, nuestra última parada en este Camí del Riu, este artista penedesenc reconvirtió hace diez años su taller en un acogedor hotel rural de tres habitaciones.
En el 'HD Riudebitlles', en pleno barrio de L'Altra Banda (el barrio viejo), el arte es el anfitrión. No sólo se exhiben las obras de Ribas, un artista del abstracto que pasó del negro y gris al color tras su estancia en el Magreb - "donde conocí y me ganó, en un tú a tú a beber, el gran escritor Mohamed Chukri"-, sino que también acoge obras de colegas invitados, que exponen en el hall.
Los sábados se celebra jornada de puertas abiertas en este hotel, donde se organizan conciertos de instrumentos clásicos, presentación de libros, pequeñas representaciones teatrales o cuentacuentos. Y como alternativa al televisor en las habitaciones, una amplia biblioteca está a disposición de los clientes, donde destacan los ejemplares de novela negra, arte, cómic y viajes, en los que sumergirse en el sombreado patio interior. En la cocina, con vigas vistas y suelo de baldosa hidráulica -"que me regalaron durante una reforma de una casa del Eixample de Barcelona"-, David y Pilar preparan a los huéspedes un desayuno puro payés, con embutidos y quesos de la zona, el pan amb tomaquet y unos huevos fritos.
Además de sus refrescantes pélag, como la del Bullidor, el histórico puente de Barquies o la explanada para un pícnic de Plàtans d'en Soler, en Riudebitlles los protagonistas son los molinos. "En el barrio antiguo se conservan cinco, más otros tres en la entrada del pueblo. Proliferaron durante el siglo XVIII con la industria papelera y han sido reconvertidos en viviendas particulares, hoteles, industrias más modernas de papel o galerías de arte, como el que tenemos justo al lado del hotel", explica Ribas.
Los diez artistas que viven en esta localidad, de apenas 2.000 habitantes, lograron que el molino de Can Xerta no fuera sede de un museo del papel -"ya existe el de Capellades, que está muy bien" - sino en una galería de arte, donde distintos creadores han ido dejando su huella empapelando las paredes, "que luego se ha ido arrancando, dejando unas capas sobre otras". Igual que el río, cuyo cauce desaparece y vuelve a renacer con las lluvias del otoño.