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Conduciendo por la comarca de Guadix son constantes las chimeneas encaladas que asoman por las laderas de sus características cárcavas rojizas. Este peculiar paisaje de western americano es como un hormiguero troglodita donde bajo cada una de estas chimeneas se esconde una cueva artificial. A día de hoy, estas casas-cueva siguen siendo una construcción muy extendida en distintas zonas de Almería o Cádiz, pero particularmente al norte de la provincia de Granada, donde todavía se conservan cerca de 5.000 habitadas.
Suele ser útil echar la vista atrás para encarar el futuro de una manera más sostenible. A veces, sin embargo, es la casualidad o el capricho los que nos llevan por los caminos de la ecología. Ofrecer alojamientos en una cueva comenzó como un exótico reclamo para quienes querían descubrir la España profunda. Ahora resulta que, además de ser una herramienta contra la despoblación, también es una oportunidad para recuperar un modelo ancestral de construir viviendas bioclimáticas.
La tradición de cavar cuevas tiene su explicación en el suelo arcilloso de la región, que es fácilmente maleable. También en la gran cantidad de abruptas colinas que brindan la oportunidad de comenzar a cavar a ras de suelo y avanzar sin necesidad de profundizar. Una vez allá adentro, bajo varios metros de arcilla, se consigue una asombrosa estabilidad térmica con temperaturas que oscilan entre un máximo de 24 ºC en verano y un mínimo de 18 ºC en invierno, pero que habitualmente se mantienen en torno a los 20 ºC, haciendo innecesaria cualquier climatización durante la inmensa mayoría del año.
La arcilla es un material que parece tocado por la varita de Dios y que se emplea ampliamente en construcciones bioclimáticas. Presenta unas propiedades térmicas y acústicas muy interesantes. Por otro lado, es prácticamente impermeable pero a la vez transpira, como si fuese un Gore-Tex. Con todo, basta con un sencillo sistema de ventilación natural para que tengamos una vivienda silenciosa, a buena temperatura y sin humedad. Por si fuera poco, este tipo de construcción “en búnker” es resistente a terremotos, algo a tener en cuenta en esta zona, una de las que cuenta con mayor actividad sísmica de España.
El barrio de las Cuevas de Guadix es el mayor enclave troglodítico que se conserva en Europa. Tiene su origen en los siglos XVI y XVII, particularmente a raíz de la expulsión de los moriscos, cuando llegaron cristianos con pocos recursos para repoblar la región.
Su epicentro es la plaza del Padre Poveda, llamado el “apóstol de las cuevas”, un sacerdote que se instaló en el barrio a finales del siglo XIX para desarrollar labores sociales y educativas entre una población desfavorecida. En la misma plaza podemos visitar el Centro de Interpretación Cuevas de Guadix, que aspira a poner en valor este tipo de arquitectura popular y a dignificar a los cueveros.
“Te presento a Ana y a Miguel”, dice a modo de bienvenida Mari Paz, la guía de este espacio a medio camino entre el museo etnográfico y el centro de interpretación sobre el trogloditismo a nivel mundial y local. En su última remodelación, el centro tuvo el acierto y la gracia de humanizar la visita a través de los últimos habitantes de la cueva: un labrador y una “peinaora” que la compraron en el año 1928 y a los que todavía se les oye canturrear mientras hacen sus labores. Sus hijos han sido fundamentales para documentar esta pieza canónica de la cultura local.
“Esta cueva es magnífica para mostrar el patrón base a la hora de cavar una cueva, de cumplir los principios de luz y ventilación”, cuenta Mari Paz a propósito de la gran cantidad de luz que recibe gracias a su orientación sur y a que las estancias se han construido de manera lineal y sin profundizar, lo que también evita la condensación gracias a su sistema de ventilación natural. También destaca que es muy representativa por su tamaño y distribución, con ocho estancias entre las que se incluyen dos cuadras y una cochinera. “Conservamos hasta la llave original”, dice mostrándola con cariño.
Como sucedió con tantas otras familias andaluzas, los hijos de los Cruz Úbeda se marcharon a Cataluña buscando una vida mejor y la cueva quedó vacía hasta que, en el año 1990, el ayuntamiento de Guadix la compró para instalar este centro promovido por la Asociación Andaluza de Cuevas Turísticas. No es la única que ha renacido en el barrio. En los últimos años se han recuperado muchas a modo de alojamiento turístico, como las de ‘Casa Manuela’ (Fuente Mejías, 65), que nos transporta a otra época, o la recién llegada ‘Casa de la Higuera’ (Hermanos Varón, 33), que se atreve con notas más modernas, pero respetando mucho las esencias.
En Guadix hay cerca de 2.000 casas-cueva habitadas, pero no todas están en este barrio. El barrio de la Magdalena es incluso más antiguo que este, de origen mozárabe. Sobre algunas de sus casas-cueva se ubica un mirador fantástico al Barrio de las Cuevas así como a los grandes hitos de la arquitectura “culta” de la ciudad, como la catedral de la Encarnación o la Alcazaba. Otro pequeño barrio cuevero es el de San Torcuato, que se creó para dar una solución habitacional a los trabajadores ferroviarios y de la azucarera; la vieja fábrica puede servirnos para abrir el curioso melón industrial de Guadix.
El eslogan “Cuevas de Guadix, donde la tierra te abraza” viene a describir el carácter acogedor de esta tierra rica en recursos mineros y agrícolas que ha recibido numerosas oleadas de inmigración obrera, cada una de las cuales ha supuesto un boom en la construcción de cuevas. En los últimos años vivimos un pequeño y último auge que, en esta ocasión, viene de la mano del turismo. Por eso, a pesar de que muchos oficios tradicionales están en peligro de extinción, en Guadix todavía tenemos varios maestros que, como dicen por aquí, “pican cueva”.
A diez minutos al sur de Guadix encontramos un curioso resort troglodita en el que algunas cuevas son de nueva creación, pero también se preservan otras históricas que se han decorado como pequeños museos etnográficos. Y es que la comarca no solo acoge numerosos barrios de cuevas, sino que también está repleta de oquedades dispersas y aisladas que servían como casillas de labradores o pastores. Es el caso de este espacio, las 'Casas-Cueva Tío Tobas' (Valle de Piena, Carr. Almeria, km.1; Alcudia de Guadix), uno de los establecimientos pioneros en la zona que está a punto de cumplir tres décadas en activo.
Las habitaciones más antiguas de este complejo hotelero tienen al menos un siglo de antigüedad. Las construyó para sus diez hijos, así como para dos de sus pastores, el tío Tobas, un agricultor y ganadero que, tras la vendimia, cuando tenía listo el vino, montaba una taberna a pie de carretera que se mantenía abierta hasta que se acababan las existencias. Fue el germen de este alojamiento que, a diferencia de muchas casas que se alquilan sin servicios, tiene la ventaja de contar con un restaurante. Su especialidad son los platos a la brasa y al horno de leña, pero que acaba de tomar un nuevo impulso y ahora también sorprende con propuestas como la de su carpaccio de mango con foie micuit y compota de calabaza.
Las casas cueva son el alojamiento casi obligatorio para los que quieran lanzarse a conocer el Geoparque Mundial de Granada. En el año 2020 la UNESCO concedió este título a las comarcas de Guadix, Baza, Huétor y Montes por albergar uno de los registros geológicos más importantes de los últimos cinco millones de años de la historia de la Tierra, es decir, por ser una especie de biblioteca de estratos que describen la evolución geológica de la Tierra y que también albergan algunos de los restos humanos más antiguos de Europa.