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Corredores Sierra Guadarrama

Club de Trail Las Cabras Azules: una carrera por la Sierra de Guadarrama (Madrid)

Cabras de dos patas

Actualizado: 22/07/2020

Antes de echarse a correr a la montaña hay que levantarse de la cama. Muy temprano. Demasiado para quien ni corre y acostumbra a acostarse tarde. Lo bueno de arrancar el día tan pronto es que hay plazas libres en el aparcamiento del puerto de la Morcuera y se puede ver amanecer en la sierra de Guadarrama, disfrutando de una temperatura muy agradable. A partir de este momento el ritmo cardiaco de Jorge, Miqui y el resto de integrantes del club trail de Las Cabras Azules se acelerará, sus piernas sufrirán arañazos por una vegetación baja que se convierte en una gran cuchilla por la velocidad a la que corretean por el monte, más de uno se resbalará por culpa de las piedras sueltas y sudarán por todo ese esfuerzo que repiten cada quince días por gusto.
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La cabra es un mamífero rumiante, de un metro de altura, con pelo corto y áspero, con un mechón largo que le cuelga de la mandíbula inferior, con una cola muy corta y un par de cuernos vueltos hacia atrás que le convierten en un animal aerodinámico. Sin embargo, más que rápida, la cabra es muy ágil saltando y subiendo por lugares escarpados. Este animal y los miembros del club de Las Cabras Azules comparten agilidad y locura. Estado mental que les permite ver y creer que, por muy alta que sea la montaña, siempre hay un camino que lleva a la cima.

La primera ascensión es la más descansada. Suele hacerse en coche y se corresponde con el punto de encuentro. Por fin, tras meses confinados, las Cabras Azules han quedado en el aparcamiento del puerto de la Morcuera, a las 7:00 de la mañana de un domingo, solo por el horario compensa ser católico. Una hora en la que hay más ciclistas subiendo el puerto que vehículos motorizados. Antes de hacer cumbre se puede ver Miraflores de la Sierra, un pueblo en el que sus casas blancas parecen un grupo de escaladores trepando una montaña. Una vez se sale del núcleo urbano la carretera se estrecha y la vegetación respeta el asfalto a regañadientes. No se tarda en coronar, es la única parte del día en la que el tiempo pasa rápido.

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El aparcamiento del puerto de la Morcuera está una curva antes de la cumbre del mismo, a 1.796 metros de altura. No es muy grande, no es el de Navacerrada, hay alrededor de 80 plazas. Además de estacionar el vehículo, se puede disfrutar de una bonita vista de la sierra de Guadarrama. Al este se adivina el embalse de Miraflores, en bajada, y al sur la denominada ruta de la Cuerda Larga, en subida.

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Jorge Benito, presidente del club de las Cabras Azules, cuenta que "aquí se viene a disfrutar", mientras vemos sufrir a un ciclista con cada pedalada que da. Todavía no, pero el mismo Jorge nos avisa de que antes de las diez de la mañana el sitio parece el final de etapa de una gran vuelta ciclista. A esa hora, Jorge y el resto de Cabras Azules llevarán corriendo tres horas por un terreno falso llano hacia arriba y un falso llano hacia abajo.

La montaña se corre hace mucho tiempo, lo que ocurre es que es una práctica desconocida en España. Juan Pablo, médico de profesión, cuando no practica algún deporte al aire libre, recuerda echarse a correr en los Pirineos y que la gente se le quedara mirando alucinada. Casi veinte años después, en la Morcuera, pasa lo contrario, es raro el que se está quieto.

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"Las Cabras Azules correandan por la montaña", cuenta Miguel Ángel Rubio, director deportivo del club. Lo hacen aprovechando caminos históricos, vías pecuarias y senderos de Gran Recorrido (GR), señalizados con una raya blanca y otra roja, de Pequeño Recorrido (PR), señalizados con una raya blanca y otra amarilla, y Senderos Locales (SL), con una raya blanca y otra verde.

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"Buscamos recorridos que toquen un poco todo. La dificultad de correr por el monte es que no lo haces sobre un suelo estable", dice Miqui, poco antes de arrancar a brincar. Hay sitios por los que corren que no hay camino, el camino lo hacen ellos al correr. Como el poema de Antonio Machado, pero a lo loco.

La vestimenta que lucen es básica y técnica: gafas de sol, chaleco mochila, en el que portan un par de bidones de agua, la hidratación es clave, algo de comida (barritas de cereales y/o frutos secos), camiseta transpirable, malla o pantalón corto, calcetines bajos o altos (evitan posibles arañazos) y zapatillas con reforzados por las patadas que se dan a las piedras. En los relojes y/o en los teléfonos móviles introducen el recorrido GPS que van a realizar para no perderse y hacen uso de aplicaciones como Wikiloc.

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La Cuerda Larga es la ruta que estas "cabras de dos patas" han escogido para volver a trotar por la montaña. Es una travesía larga, casi 25 km de distancia y unas cuatro horas de duración, con un gran desnivel acumulado (la suma de todos los desniveles que se salvan en la ruta), 1.200 metros para arriba y otros 1.200 para abajo, y en la que la altura máxima alcanzada es 2.376 metros, los que se corresponden con el pico Cabeza de Hierro Mayor, una de las zonas más elevadas de la sierra de Guadarrama.

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La altura mínima de esta ruta son los 1.767 metros que se corresponden con el punto de partida, el aparcamiento del puerto de la Morcuera. En ese sube y baja sobre una pista forestal y terreno pedregoso, las Cabras Azules más que reparar en las vistas del valle del Lozoya al norte y La Pedriza al sur, se concentran en mantener la respiración, la concentración para evitar tropezar con una raíz o una piedra y un trote adecuado, cochinero.

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Hoy corren sin dorsal, nadie mira el reloj y unos a otros se apoyan y se alientan. Ánimos que se agradecen para superar los hitos de la ruta: la loma de Pandasco, Asómate de Hoyos, la loma de Bailanderos, toponimia elocuente que hace referencia a lo inquietas que son las piedras por este lugar y el pico de La Najarra, una subida para acabar un extenuante recorrido. El kilómetro y medio que hay desde su base a la cumbre se cubre en unos cuarenta minutos, más otros veinte para bajarlos. Las Cabras Azules subir lo hacen casi andando, pero bajar lo hacen embalados.

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Cuando van hacia abajo llama la atención la postura que adoptan. Erguidos, con el mentón arriba y con los hombros relajados, a pesar de alcanzar, en ocasiones, las 160 y 170 pulsaciones por minuto, con el culo caído y dando pasos cortos. A falta de bigotes de felino el braceo en paralelo les sirve para mantener el equilibrio. Para no perecer, Jorge cuenta que se marcan objetivos para regalar pequeñas satisfacciones al cuerpo y la mente, como por ejemplo, decirse a uno mismo que del punto en el que está hasta aquel otro hay doscientos metros, llego y descanso. "De coco se sufre mucho cuando ves que se pone todo cuesta arriba", dice Jorge. A estas alturas no sé si es una Cabra Azul o está como una cabra.

Salieron juntos y regresan desperdigados, nunca lo hace uno solo. Estas cabras siempre se hacen compañía unas a las otras. Es una locura la suya muy solidaria. Terminan de correr con el mismo ánimo con el que empezaron, como si en vez de trotar y saltar por el monte, vinieran de dar un paseo al borde del mar lamiendo un helado.

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Sin tiempo que perder se mudan de ropa, desde el calzado, pasando por los calcetines hasta la camiseta, y así, más frescos y bajo un sol que pega, intercambian pareceres de la ruta que han sufrido o gozado, nunca se sabe, mientras beben un refresco o una cerveza y comen algo de fruta, en el aparcamiento de la Morcuera, convertido en un merendero. Se recuperan del esfuerzo realizado con la esperanza de que los próximos quince días pasen rápido y vuelvan a convertirse en cabras.

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