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Clemente es ahora señor de lo que antiguamente llamarían ultramarinos y hoy tienda de un poco de todo. Productos de kilómetro cero, criados en los alrededores de la zona, como ese vino Alma Silense, “que ya ha dormido aquí, en Silos. Y es de la denominación de Arlanza, nuestro río más grande de la zona. Pero les digo, no dejen de ir a La Yecla”, insiste el hombre, que un día de diario ha sustituido un rato a sus hijos. Le hacemos caso, ya estaba previsto.
Este desfiladero, de poco más de un kilómetro y medio y al que se puede acceder andando y en coche desde Silos, es un espectáculo de la naturaleza, pese a que el hombre ha metido mano para hacerla accesible con sus barandas metálicas. Es la forma para que se pueda andar por encima del arroyo, que durante millones de años se ha entretenido en labrar esta estrecha garganta.
Más que el arroyo El Cauce bajo nuestros pies, pese a lo estrecho de la garganta -que a veces no llega a los dos metros-, lo que se escucha es a los buitres leonados que anidan sobre las enormes rocas por encima de nuestras cabezas. Se han hecho dueños del lugar gracias a la protección de la que gozan ahora. Pero no solo son buitres -“hay más de 100 parejas de buitres leonados”, anuncian los folletos de Turismo de Castilla y León-, aquí también dan espectáculo el alimoche, el águila real, el águila perdicera y el búho real. Es una lástima no haber traído los prismáticos, pero pese al día de sol radiante, el espectáculo es embelesador.
Una vez recorrida la barandilla del desfiladero y atravesado el túnel que ha creado el río Mataviejas -hay acera bajo el túnel para cruzar andando-, el regreso a Silos, volviendo sobre los tres kilómetros que dura, es un suspiro. El recorrido por el pueblo, atravesando el arco de San Juan y hacia la Ermita de la Virgen del Camino, supone un cierre matutino estupendo para quien le gusta pasear temprano.
Desde la Ermita del Camino se divisa una buena vista también sobre el monasterio y el humilde trozo de huerta que aún cultivan los monjes. “Hacen lo que pueden -explica Enrique López, dueño del hotel ‘Arco de San Juan’ y teniente de alcalde de Santo Domingo de Silos- pero es que tienen siempre mucho trabajo”. Para Enrique, la vista desde la ermita y el extraño y hermoso Serbal de Cazador que hay delante, es otro de esos momentos que uno debe llevarse de la localidad.
Y mientras se hace tiempo para el vermú o la comida en la plaza, a la espera de la visita al claustro a primera hora de la tarde, un paseíto hasta la secuoya de Silos -como el ciprés del claustro, plantado por los franceses durante las invasiones de la Guerra de la Independencia- permite admirar los muros que han sobrevivido a mil años de historia. Nunca se sabe que pasaría si estas piedras hablaran.