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Destinos imprescindibles para viajar en 2024

Los destinos sostenibles más apetecibles para el 2024

19/11/2024 –

Actualizado: 21/12/2023

Playas, montañas, espacios protegidos, comarcas apartadas, una isla y una ciudad que este año van a ser referentes. Estas son nuestras propuestas de destinos imprescindibles para viajar en 2024 en busca de un turismo sosegado y sostenible que no dejan indiferente.
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1. Parque Nacional de Monfragüe: un destino muy pajarero

La imagen de una de las rapaces más bellas de la fauna ibérica señala el primer destino sugerido para 2024. Es un exclusivo elanio azul. Debe su nombre al color de su raro plumaje, que contrasta con el potente rojo de sus ojos. El elanio ilustra el cartel de la Feria Internacional de Turismo Ornitológico 2024. Será entre el 23 y el 25 de febrero. Ha elegido como escenario uno de los mejores lugares para el avistamiento de aves de la Península Ibérica: el Parque Nacional de Monfragüe. Absoluta referencia del turismo de naturaleza, sostenible y ornitológico, este espacio se extiende en torno al río Tajo, a su paso por la provincia de Cáceres.

La bajada hasta el embarcadero recuerda al verdadero protagonista de esta zona: el buitre.

Santuario de la observación ornitológica, es destino predilecto para los cariñosamente llamados pajareros. Foto: Hugo Palotto

La feria contará con exposiciones, conferencias, talleres, rutas y otras actividades que tienen que ver con el mundo de las aves y su conservación. Se darán cita entidades, empresas y profesionales relacionados con una modalidad turística que no ha parado de crecer los últimos años. Cualquier época del año es adecuada para visitar en este privilegiado rincón extremeño. Santuario de la observación ornitológica, es destino predilecto para los cariñosamente llamados pajareros. Es tal la abundancia de aves, que en muchos lugares no hay que bajarse del coche para contemplarlas a placer.

Desde el Castillo de Monfragüe también se puede ver por donde navega el barco.

Cualquier época del año es adecuada para visitar en este privilegiado rincón extremeño. Foto: Hugo Palotto

Entre ellas, y junto al mencionado elanio azul, destacan buitres leonados, alimoches, águilas reales y perdiceras, halcones peregrinos y, en invierno, centenares de grullas que se recogen en los encinares del lugar. Sobre ellos los comandantes alados de la fauna ibérica: buitre negro, cigüeña negra y águila imperial. En el entorno de Villarreal de San Carlos están los lugares más emblemáticos: Salto del Gitano, el castillo árabe y la Portilla del Tiétar. En la aldea se encuentra el Centro de Visitantes. Abierto todos los días del año, mañana y tarde, aquí brindan información sobre actividades a realizar, así como contacto con guías especializados y direcciones de restaurantes y alojamientos.

2. Hernani-Donostia: el mundo de Chillida

El próximo 10 de enero se cumplen 100 años del nacimiento de Eduardo Chillida, que encontró el que fuera su lugar predilecto en el caserío de Zabalaga, situado en Hernani, localidad que por la efeméride se convierte en otro de los destinos obligados para 2024. Andaba el escultor buscando en los pasados ochenta un hogar donde acomodarse él y sus obras. No fue sencillo. Después de mucho explorar lo encontró a pocos kilómetros de su casa en Igeldo. El caserío estaba arruinado. Chillida lo transformó en un santuario del arte del siglo XX, ‘Chillida-Leku’, el Lugar de Chillida. Aquí se concentra el corpus más amplio de las obras del artista.

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Sería injusto no citar a Pilar Belzunce, mujer y compañera del creador vasco. Inseparable, tuvo un papel decisivo en la fundación del museo. “Sin Pilar, nada de esto existiría”, repetía una y mil veces Chillida. En la entrada varios paneles cuentan la génesis del lugar y el protagonismo de esta mujer imprescindible en la vida del escultor. En el jardín y los bosques se esparcen cuarenta esculturas de tamaño grande o muy grande. Personalísimo land art en el que se integran los visitantes que pueden interaccionar con las esculturas. La armonía de ‘Chillida-Leku’ hizo que, en 2019, la revista Time la incluyese en su lista anual de los mejores lugares del mundo para conocer, siendo el único seleccionado de todo el territorio español.

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Despide el caserío-museo una selección de fotografías de la obra más famosa del escultor vasco: el Peine del Viento, situada no lejos de aquí, a los pies del monte Igeldo en el extremo de la playa donostiarra de Ondarreta. Y allí nos vamos del tirón. Es día de galerna y las olas no quieren ser menos que el viento. Se lanzan contra las peñas y peinan sus espumas en el rastrillo oxidado de la obra cumbre de Chillida. Instaladas cerca de la que fue su casa en la ladera del monte, tres esculturas de rubio acero oxidado, land art único que debe verse los días en que el Cantábrico se desenfrena.

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No es la única obra de Chillida que se expone en Donostia. Solo hay que caminar por el paseo que bordea la Concha para encontrar otras dos. La primera está en el Pico del Loro: Besarkada (Abrazo en euskera). Símbolo elemental de algo tan imprescindible como el encuentro, el entendimiento, la tolerancia, la reconciliación, el abrazo de alguien. Apenas hay que caminar otros doscientos metros para un nuevo encuentro con Chillida. En esta ocasión es una piedra, granito. Con Homenaje a Fleming el artista vasco reconoce la labor del inventor de la penicilina.

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Sería incompleto este paseo escultórico por la Concha sin recorrer su orilla hasta el final. Más allá del puerto y sobre el Aquarium se alza otra gigantesca creación metálica. Es Construcción vacía, gigantesca escultura de Jorge Oteiza, el otro gran escultor vasco enfrentado a Chillida mucho tiempo. La monumental obra se eleva en la punta opuesta a la del Peine del Viento, en singular metáfora del reencuentro de ambos creadores vascos.

3. Fuerteventura: tras las huellas de dos genios

No hacen falta excusas para ir a Fuerteventura. Como el resto de sus siete hermanas Canarias -incluida La Graciosa, recientemente reconocida isla grande-, Fuerteventura es uno de esos lugares a los que se va por ir, pero, sobre todo, porque tiene atractivos de sobra. Conocidas son sus playas, entre las que destaca la de Sotavento, para muchos la mejor del mundo. También lo son sus paisajes, la singular arquitectura popular, la gastronomía isleña y sus gentes. Más desapercibidas son otras dos razones que en 2024 pasarán a airearse, como si las ventearan los alisios para que todos las sepamos. Refieren a sendos nombres universales: Eduardo Chillida y Miguel de Unamuno.

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No hacen falta excusas para ir a Fuerteventura. Foto: Javier Martínez Mansilla

Si el escultor encontró en ‘Chillida-Leku’ su paraíso íntimo, la isla canaria fue el Némesis al que se enfrentó en sus últimos años. A Chillida solo le quedó un sueño pendiente: la montaña de Tindaya. Conviene recordar el colosal proyecto que ideó el creador vasco. Su idea era tallar en el vientre de una montaña una oquedad de dimensiones colosales. “Quiero que cuando un ser humano entre en el cubo vacío, sienta en su plenitud la pequeñez humana”, explicó Chillida. Sería una de las mayores cavidades subterráneas jamás hecha por el ser humano de 50x45x65 metros. La instalación no sería visible, excepto por las tres bocas de las galerías que lo comunicaban con el exterior.

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El proyecto desencadenó una feroz oposición. En Tindaya, Chillida tropezó con los podomorfos, grabados en la piedra con forma de huellas de pies. En la cima de la montaña está la mayor concentración de Canarias de estos petroglifos. El proyecto fue tildado como colonialismo cultural y Chillida acusado de destructor de uno de los elementos paisajísticos más importantes de la isla. Han transcurrido años y, sentencias judiciales de por medio, el proyecto está definitivamente arrinconado, aunque, gracias al mismo, una montaña desapercibida, hoy se reconozca como el monumento natural más emblemático de Fuerteventura y haya sido declarada Bien de Interés Cultural, Punto de Interés Geológico y Monumento Natural.

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Merece la pena dedicar el tiempo necesario a pasear por las dunas. Foto: Rocío Eslava

Las distinciones no impiden que Tindaya continúe adormecida. Solo de cuando en cuando, a sus pies se detiene un coche de alquiler, del que baja una pareja de turistas para leer alguno de los carteles que cuentan cosas de la montaña. No hay que ir demasiado lejos para descubrir otros tesoros naturales de Fuerteventura. El desierto de las dunas de Corralejo es uno de ellos. Arenal donde el viento demuestra ser el mejor escultor. Un ejército de dunas comparte territorio con campos de lava y conos volcánicos. Les separa del Atlántico la estrecha cinta oscura de la carretera entre Puerto del Rosario y Corralejo.

Más allá, la isla de Lobos, cuyo nombre da indicios de que en tiempos pasados fue refugio de las hoy tan anheladas focas monjes. Una corta singladura lleva a El Puertito, desde el que se hace imprescindible ascender al punto culminante de la isla, la Caldera. Solo son 124 metros, pero suficientes para contemplar todo el norte de Fuerteventura.

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Parajes desoladores que causan una impresión de la que no pudo librarse Miguel de Unamuno cuando, hace ahora 100 años, fue desterrado a Fuerteventura. Arrancado por sus ideas de su cargo de vicerrector de la Universidad de Salamanca por el dictador Primo de Rivera en 1924, Unamuno encontró un singular paraíso. “El paisaje es triste y desolado, pero tiene hermosura”, señaló de la isla majorera, cuyos abundantes volcanes le hicieron calificarla de tierra acamellada. Un monumento cercano a Tindaya recuerda al pensador. A los pies de Montaña Quemada se alza Unamuno, firme y solitario, con la mirada en el horizonte.

Playa Hotel Innside Fuerteventura

La playa de Sotavento, de las más famosas de la isla. Foto: Javier Martínez Mansilla

La Casa-Museo de Unamuno, instalada en la que fue vivienda del intelectual en Puerto del Rosario, recoge un gran número de objetos que descubren el mundo que vivió cuando la ciudad se llamaba Puerto Cabras. Excelso caminante, Unamuno recorrió la isla de punta a punta, admirando su desolador territorio y recalando en las pequeñas localidades como Antigua, La Oliva, Pájara y el pintoresco pueblo pescador de El Cotillo. Fueron, sobre todo, los paisajes majoreros los que le dejaron una huella más profunda. Las “montañas peladas, esqueleto de tierra, ruina de volcanes y rojiza osamenta atormentada de sed”, el “solemne y desnudo desierto” que describió Unamuno siguen igual de solitarios e impresionantes que entonces.

Tampoco es diferente el mar maternal en el que el escritor se aventuraba con sus amigos pescadores. Mar que, cien años más tarde, acoge una animada cofradía de windsurfistas y kiters, cuyas alas y velas son una concentración multicolor de mariposas sintéticas que juegan con el aire y las olas de Sotavento.

4. Oviedo: AVE, gastronomía y excursiones extraordinarias

El pasado 29 de noviembre fue un día grande para Asturias. En aquella jornada, se inauguró el tren de alta velocidad entre Madrid y Oviedo. Se ponía fin a 20 años de espera. La llegada de la alta velocidad al Principado se une felizmente a otro suceso. Oviedo fue elegida Capital Española de la Gastronomía 2024, imponiéndose a las candidaturas de Antequera, Castellón y Alicante, cuyos indudables méritos las colocan en lugar preferente para futuras ediciones.

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Bajo el lema La cocina que conquista, Oviedo saca pecho. Mejor habría que decir abre boca con platos tan rotundos como la fabada, el cachopo, las carnes, el marisco y el pescado cantábricos, los quesos de la montaña y la imprescindible sidriña. El centenario Mercado del Fontán es el mejor de los lugares para ver tan seductoras especialidades al natural. La pléyade de restaurantes, bares y chigres de la capital donde pueden degustarse en su salsa, entre ellos, los 13 establecimientos que presumen de Solete Guía Repsol.

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El centenario Mercado del Fontán. Foto: Shuttestock

Satisfecho el apetito, nada mejor para dar salida a tan excelso combustible que una caminata. Las cercanías de la capital asturiana acogen una buena muestra entre las que dos son las que más destacan: el desfiladero de las Xanas y la Senda del Oso. El desfiladero de las Xanas está considerado como una Ruta del Cares en miniatura. Situado su inicio a 25 kilómetros de Oviedo, la ruta se inicia en El Molín de las Xanas, kilómetro 11 de la AS-228, en las afueras de Villanueva.

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Con una longitud de nueve kilómetros, la ruta se extiende a lo largo de la garganta abierta por el arroyo Viescas. En algunos puntos sobrepasa 100 metros de profundidad y su angostura hace que muchos tramos hayan sido tallados en la roca y abiertos sucesivos túneles que, aunque carente de dificultad, otorgan emoción al recorrido. Después de las ruinas de un molino se emprende un ascenso que lleva hasta la ermita de San Antonio. Muy cerca, en Pedroveya, varios chigres permiten recuperar las fuerzas gastadas.

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Más prolongada es la Senda del Oso. Con una longitud de 30 kilómetros, cuenta con dos ramales. La ruta de acceso desde Oviedo es el mismo que la de las Xanas. Está en la localidad de Tuñón, tres kilómetros antes de Villanueva. Esta ruta utiliza la plataforma del antiguo ferrocarril minero. Carente de dificultades, cuenta con abundante cartelería y un piso firme y regular, que permite transitar incluso con cochecitos infantiles.

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Recorrer la senda en su totalidad a pie implica un mínimo de dos jornadas. Lo habitual es realizar solo alguno de sus tramos o por etapas. Todas las partes de la Senda del Oso tienen su particular encanto, aunque el trecho que discurre entre Proaza, lugar recomendable de parada y fonda, y la confluencia de los ríos Teverga y Trubia, están entre los más recomendables. En esta localidad se encuentra la Casa del Oso, que cuenta con un cercado en el que es posible ver al plantígrado. Encajonada en las gargantas, la senda atraviesa túneles y tramos abiertos en la roca. Es reseñable el paraje de Peñas Juntas. La tradición asegura que visitó este lugar la regenta María Cristina, quien, al verlo, quedó tan impresionada que exclamó “esto es horriblemente bello”.

5. Sierra de Guara: paraíso del turismo de naturaleza

Apartada, rural, primigenia y salvaje son los primeros epítetos que asaltan al viajero que se adentra en esta serranía oscense. Antesala del Pirineo aragonés, pleno Somontano, la Sierra de Guara ofrece un enorme conjunto de posibilidades para el ocio y el tiempo libre. Naturaleza elemental y poblaciones a las que es difícil privar del calificativo de encantadoras se unen a una rotunda gastronomía. Salpican este conjunto abundantes vestigios monumentales e históricos; desde los muros de piedra seca, patrimonio de la Humanidad, al dolmen de Losa Mora y los más de 60 abrigos rupestres con pinturas prehistóricas.

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Vistas a la Peña Falconera en el Parque Natural de Guara (Huesca). Foto: Miguel Cuesta

La villa de Alquézar es capital de la zona. Encaramada en un altozano, rodeada de barrancos, el caserío de características tonalidades ocres trepa hasta la colegiata de Santa María la Mayor y su recinto fortificado. El tranquilo paseo por sus callejas debe concluir en la sorpresa de su curiosa plaza Mayor. Hasta los años 80 Rodellar permaneció tranquila en la intrincada serranía. Entonces llegaron barranquistas y escaladores que, atraídos por las paredes y cañones del entorno, convirtieron la villa en referencia mundial de ambos deportes. Hoy, la calma y el aspecto tradicional del caserío ven pasar el multicolor enjambre de jóvenes ávidos de aventuras deportivas.

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Fuente de la Tamara en el río Alcanadre, del Parque Natural de Guara (Huesca). Foto: Miguel Cuesta

Los deportes de naturaleza tienen aquí un escenario privilegiado. Hay para todos los gustos. Desde sencillas excursiones de un par de horas, al barranquismo más riguroso; de escaladas extremas, a travesías extenuantes a pie y en bicicleta. No nos escuece señalar al barranco del Mascún como uno de los caminos más hermosos de la Península Ibérica. Con el punto de partida en Rodellar, es una ruta carente de dificultades que, sin embargo, salva un desnivel importante. Recorre el impresionante desfiladero que regala sorpresas como el arco de Mascún y el conjunto de la Ciudadela y la Cuca de Bellosta.

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Salida de los Estrechos del Puntillo en el río Alcanadre. Foto: Miguel Cuesta

Las pasarelas del Vero es un mínimo paseo que arranca en Alquézar y discurre por las paredes esculpidas por el río, que permiten vivir una pequeña aventura apta para todos los públicos. Entre los abundantes puentes que salvan las barranqueras de Guara, el de Villacantal es el más sobresaliente. Cruza el río Vero como parte del camino que une Sobrarbe y Barbastro. Ruta medieval hoy en desuso, alcanzarlo desde Alquézar es una ruta carente de dificultades.

6. Marina Baixa: en estas playas también hay montañas

Hasta el desembarco del calentamiento global en nuestras vidas, la costa de Alicante era un destino de verano y playa. El resto del año la zona languidecía, como si fuera parte de la España vaciada. La búsqueda del interior para huir de las multitudes costeras que obligó la pandemia, nos hizo descubrir que en el destino playero por excelencia también existen montañas. Y abundantes, hasta el punto de que Alicante, especialmente en la comarca de la Marina Baixa, es una de las regiones más montañosas de España. El clima africano de los meses estivales no recomienda su visita en ese momento del año, todo lo contrario que en el periodo entre octubre y mayo. En estos tiempos, en los que diciembre rompe termómetros con temperaturas de hasta 30 ºC, es la mejor época.

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Localidades serranas como Finestrat, Guadalest, Polop y Callosa d’en Sarria unen sus atractivos a los de pueblos costeros tan conocidos como Altea y Villajoyosa. Se esparcen por una geografía torturada bien conocida por los montañeros levantinos. Son excursiones muy peculiares, bien diferentes a las habituales montañeras, pero no por ello carentes de encanto. Algunas visitan parajes tan singulares como las fuentes del Algar. Otras llevan a cumbres tan destacadas como el Puig Campana.

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Polop y su castillo. Foto: Eva Máñez

La silueta de esta montaña hace que sea la más reconocible de Alicante. Al tiempo, le da especial significado. Tiene que ver con la forma de su cresta que presenta una oquedad cuyas enormes dimensiones la hacen visible desde el Mediterráneo. En torno a esta llamativa brecha se han tejido extravagantes leyendas. Una de las más singulares señala que es la puerta de entrada de una pista para el aterrizaje de naves extraterrestres detrás de la montaña; otra considera que el trozo que le falta a la montaña es la isla frente a las playas de Benidorm. Aparte de tan disparatadas teorías, el Puig Campana es referencia para el excursionismo y la escalada de Levante. Las verticales paredes de la montaña son recorridas por decenas de vías, mientras su extenuante ascensión es de las más transitadas de la Marina Baixa.

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El pantano de Guadalest a vista de pájaro. Foto: Eva Máñez

A la hora de hablar de excursiones más amables ,hay que desplazarse a un lugar cercano: Ifach. En un tómbolo que parte en dos la costa, se eleva el Peñón de Ifach, monarca de la Costa Blanca. Roca que se eleva de un golpe 332 metros de altura sobre el mar, es uno de los espacios naturales más reducidos de España. La ascensión a su cumbre es la aventura más popular de la costa. Excursión sin dificultades, aunque no falta el riesgo de caerse por los precipicios que bordean el camino de subida. La ruta se recorre en un par de horas y cuenta con señalización y maromas y cadenas que aseguran los pasos más complicados.

7. Sierra de Francia: turismo igual que hace 140 años

Visitar esta mancomunidad del sur de Salamanca es un agradable viaje al pasado. Sus pueblos se pierden en una geografía a veces de montaña, otras adehesada, que conserva pueblos y tradiciones ancestrales que han resistido el paso del tiempo. Fue precisamente por su excepcional conservación por lo que La Alberca se declaró en 1940 el primer pueblo de España Conjunto Histórico Artístico.

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Las turroneras de la Alberca montan sus puestos todos los días del año. Foto: Alfredo Cáliz

Bastantes años antes, en 1892 Unamuno -otra vez don Miguel- visitó La Alberca. La fecha señala el momento en que llegó a la Sierra de Francia uno de sus primeros visitantes. Las costumbres han cambiado: la facilidad de acceso a la comarca es infinitamente más rápida, la comodidad de la estancia y la seguridad del viaje no son comparables, pero los intereses que motivaron al pensador a recorrer la comarca hoy los calificaríamos de turísticos. Tiempo después, en 1922, sucedió la visita de Gregorio Marañón y el rey Alfonso XIII a Las Hurdes. Once años más tarde, la comarca conoció a otro ilustre visitante, el cineasta Luis Buñuel, que rodó la demoledora Tierra sin pan, alojándose, igual que el monarca, en el monasterio de San José, en Las Batuecas.

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La Sierra de Francia es una comarca llena de sorpresas. Foto: A.Merino / M.Estebaranz

No así su periferia, pero el casco antiguo albercano no ha cambiado desde entonces. Arquitectura popular adaptada a un territorio y un clima exigentes, son casas de dos o tres plantas con tejado de teja árabe. Se asientan en pilares de granito y muestran fachadas con un inconfundible entramado de madera. Apoyadas unas contra otras, aprovechan la orografía del terreno. Entre ellas se abren calles empedradas, en ocasiones tan estrechas que los tejados de ambos lados están separados por escasos centímetros. San Martín del Castañar, Miranda del Castañar, Mogarraz y Sequeros también conservan un notable patrimonio arquitectónico. Se extienden por una geografía plagada de bosques de robles y castaños.

Mogarraz, Salamanca

Los rostros de los vecinos del pueblo de Mogarraz decoran las fachadas de las casas. Foto: Hugo Palotto.

En la cumbre de todo se alza la Peña de Francia. Aquí se localiza un monasterio dedicado a la virgen. Aún es tradición entre los vecinos subir en peregrinación hasta el santuario. También lo hacen el resto del año los senderistas que visitan la comarca. Es uno de las decenas de senderos que ofrecen rutas temáticas de todo tipo. Concluida la jornada nada mejor que la tradicional gastronomía serrana para recuperarse. Jamones, chorizos, lomos, salchichones, bandujos, hornazos, morcones, huesas, zorongollos, cochifritos y tostones son sus blasones más importantes. Esto sí, convenientemente regados con vinos con la denominación de origen Sierra de Salamanca.

8. Sonsaz: sorpresa remota en Guadalajara

Guadalajara es una caja de sorpresas. Los amantes del turismo rural más auténtico lo saben. La provincia castellanomanchega, en especial las tierras altas del noroeste, esconden abundantes atractivos para las visitas tranquilas, en plena naturaleza y lejos de multitudes. Mucho antes de que se hablase de la España vaciada, esta amplia región ya lo era.

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Los más veteranos recordarán el celebrado anuncio que se hizo muy popular en los años 90. Era de un modelo de una marca de coches de los entonces llamados todoterreno. Bajo el lema de que el vehículo llegaba a donde hace mucho que no ha llegado nadie, el protagonista era un pastor con sus ovejas. Al ver llegar al turista, el lugareño le hace una pregunta: “¿Y el Madrid qué? ¿Otra vez campeón de Europa?”. Testimonio de que la España vacía es más antigua de lo que se piensa, la cuestión señalaba el aislamiento de un hombre, quien tenía como noticia más reciente del equipo de fútbol algo sucedido treinta años atrás, la última vez que el Madrid ganó la competición. El anuncio se rodó donde vivía el pastor, en el remoto pueblecito de Majalrayo. La localidad es ejemplo perfecto de la Arquitectura Negra, así llamada al utilizar como material de construcción casi exclusivo las lajas de pizarra que conforman la superficie del territorio.

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No solo en los tejados, también los muros, el pavimento y el enlosado de las calles son de esta piedra de característico color oscuro. El material no permite grandes alegrías arquitectónicas, lo que unido a la caótica disposición del conjunto urbano, otorga a las poblaciones un exclusivo y llamativo aspecto. Las serranías del noroeste de Guadalajara están englobadas en el Parque Natural de la Sierra Norte de Guadalajara. En su interior se esparcen mínimas poblaciones como el citado Majalrayo, Campillo de Ranas, Tamajón, Almiruete, Alpedrete de la Sierra, Cantalojas y Valverde los Arroyos. La modernización de las carreteras y el creciente gusto hacia lo rural han reducido el aislamiento de la zona. A pesar de ello, el norte de Guadalajara es un despoblado con una densidad de 0,8 habitantes por kilómetro cuadrado, es uno de los más bajos de Europa, con el agravante de que, en su mayoría, son personas de edad avanzada.

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Campillo es otro de los pueblos negros que merecen una visita. Foto: David Fernández

Región de interés para la práctica del montañismo y el ciclismo, también lo es para los amantes de conducir rutas entretenidas. Una de ellas es la singular Muralla China. Cruza el barranco del Jaramilla, afluente del Jarama, salvando un importante desnivel, tanto en subida como en bajada, con curvas de 180 º y desniveles de hasta el 18 %. Superado el reto, se llega a Campillo de Ranas, cuya potente torre parroquial subraya el hecho de que la población sea especialmente conocida por ser el escenario más recurrente de la zona centro para las bodas rurales.

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Majalrayo es el siguiente destino. Desde este pueblo arranca la ascensión al Ocejón, la montaña más importante de la comarca. Por sus formas afiladas es denominado el Cervino manchego. Alcanzar su cima es una excursión que puede prolongarse más de 5 horas. Al otro lado de la montaña está Valverde de los Arroyos y la espectacular cascada de Despeñalagua, una de las más conocidas de la provincia alcarreña. El Hayedo de Tejeda Negra es el otro spot de la comarca. Hermano del madrileño Hayedo de Montejo, es más extenso. La fragilidad del espacio obliga a un régimen de visitas limitado. Una vez en el bosque, se recomienda uno de estos dos recorridos pedestres: la Senda de Carretas y la Senda del Robledal.

9. Alpujarras: por la belleza ancestral de la arquitectura bioclimática

La naturaleza, rocosa y elemental en la montaña, verde y domesticada en el fondo de los valles, y el conjunto de pueblos, muestra perfecta de construcción adaptada al medio, son dos imbatibles razones que hacen obligado incluir a Las Alpujarras en este escaparate de destinos sostenibles. Las poblaciones se esparcen en el lado sur de Sierra Nevada como restos de una nieve cada vez más escasa en las alturas. Salen al paso del viajero que recorre la carretera principal alpujarreña. Lanjarón, Soportujar, Pampaneira, Bubión, Capileira, Trevélez, Pórtugos… imposible colocar una por delante de la siguiente.

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La Alpujarra es una comarca de pueblos blancos y hermosos paisajes. Foto: Fermín Rodríguez

La impronta islámica permanece en la sabia construcción popular de la comarca. Adaptada al arisco terreno y el riguroso clima es una muestra ancestral y perfecta de arquitectura bioclimática. Casas de gruesos muros, de formas cúbicas, rotundas y encaladas. Apiladas unas encima de otras, obedeciendo al capricho de las laderas, las casas tienen tejados planos, aquí llamados terraos, de forma que la techumbre de cada casa es la terraza de la que está encima. Y venteadas por el aire las inconfundibles chimeneas, rematadas por un singular sombrero de piedras de pizarra.

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El oscuro color de las calles de pizarra contrasta con el inmaculado resplandor de las fachadas. Se extienden con una sucesión de escaleras y rampas alternadas con pasadizos, arcos y túneles bajo las viviendas. De vez en cuando la sorpresa de un mirador y en el rincón de al lado mana una fuente.

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La Alpurraja es una zona mágica de pueblos blancos rodeados de valles y montañas. Foto: Fermín Rodríguez

Entre la abundante oferta caminera de Las Alpujarras, muchos se deciden por la más brillante de la zona: la ascensión al Mulhacén. Desde Capileira se emprende la subida más habitual a la que es la montaña más elevada de la Península Ibérica con 3.479 metros. Sin complicación técnica alguna, sí que es una excursión esforzada que a la longitud de su recorrido, 24 kilómetros, y el importante desnivel que salva, 2.000 metros, debe añadirse el posible efecto de la altitud. La ascensión de alta montaña se realiza en dos jornadas, con pernocta en el ‘Refugio de Poqueira’. En verano se deben prever las altas temperaturas y que la ruta discurre a pleno sol. En invierno, la ascensión no debe emprenderse sin una sólida experiencia en la alta montaña, siendo recomendable contar con la ayuda de un guía.

10. Guadarrama: el parque nacional deseado

Tuvo que pasar un siglo hasta que fue declarado Parque Nacional. El antiguo deseo de proteger la Sierra de Guadarrama se hizo felizmente realidad el 13 de junio de 2014. Nada mejor para celebrar el décimo aniversario de la anhelada declaración que visitar el destino que permite el turismo sostenible más cercano a la capital de España. A caballo de dos comunidades autónomas: Castilla y León y Madrid, la sierra de Guadarrama es un verdadero continente natural. Acoge su territorio once ecosistemas diferentes, más de 50 parajes recomendables y centenares de kilómetros de caminos, pistas y rutas. Imposible otra cosa que un mínimo esbozo de tantas posibilidades.

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La sierra de Guadarrama es un verdadero continente natural. Foto: Alfredo Cáliz

Fue la Sierra de Guadarrama el escenario de la primera excursión realizada con intereses culturales y de ocio, que debe ser considerada como el inicio del turismo de naturaleza y sostenible. Sucedió en 1883. Su protagonista fue Francisco Giner de los Ríos, fundador de la Institución Libre de Enseñanza, quien con otros profesores y un grupo de alumnos realizó la travesía del Guadarrama desde Cercedilla al Monasterio del Paular.

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La Biblioteca de El Escorial, una joya en plena sierra. Foto: Alfredo Cáliz.

Tanto Cercedilla, con el prodigio de la Fuenfría, como el valle del Alto Lozoya, son destinos recurrentes para el ocio serrano, con cientos de excursiones, muchas de las cuales tienen un apasionante rezumo histórico. Es el caso de la calzada romana de la Fuenfría y la subida al Mirador de los Poetas, al pie de los legendarios Siete Picos. La oferta natural y de turismo activo de esta montaña no esconde sus atractivos culturales. Uno de ellos, el Monasterio del Escorial, es más que recomendable desde inicios de diciembre. La razón es la autorización para hacer fotos en su interior, algo prohibido hasta la fecha.

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