Establecimientos gastrónomicos más buscados
Lugares de interés más visitados
Lo sentimos, no hay resultados para tu búsqueda. ¡Prueba otra vez!
Añadir evento al calendario
Desde que en 2007, The Guardian declarará una de sus playas –la de Rodas concretamente– la más bonita del mundo, la locura por las Cíes se disparó. Estas tres islas son las niñas bonitas del Parque Nacional de las Islas Atlánticas (al que también pertenecen Ons, Sálvora y Cortegada), tanto es así que los políticos gallegos llevan un par de años postulándolas para que sean declaradas Patrimonio Natural de la Humanidad. Al final, tanta fama se les fue de las manos y las islas llegaron a superar las 5.000 visitas diarias.
Sin embargo y pese a todo, la belleza caribeña de Cíes sigue intacta y ajena a tanta fama y publicidad. Continúan espectaculares con sus playas salvajes de arena blanca y fina como el azúcar; sus bosques alimentando la sombra de los caminos; sus faros altivos y protectores, al mismo tiempo; o los colores azul turquesa de sus aguas cristalinas.
Noemí Pérez, monitora infantil en el camping de Cíes, lleva ocho años trabajando aquí y está profundamente ligada al archipiélago, como ya lo estuvo su abuela, su tía y su madre, que trabajaron en la Isla de Monteagudo (también conocida como la del Norte) estando embarazada de ella. "Mi madre cree que ahí fue cuando me picó el bicho de Cíes para siempre", cuenta orgullosa de su pasión que le deja triste cada otoño cuando tiene que volver al continente. "Cuando era pequeña y veía las Cíes desde Moaña, lloraba y le decía a mi madre que yo quería estar allí". De su mano descubrimos algunas curiosidades aún reservadas a unos pocos; otras, se revelan solas, según se recorre cada isla.
Este año, por primera vez, para entrar en el archipiélago hay que pedir un permiso especial a la Xunta de Galicia. Máximo 2.000 personas por día (200 más en grupos), sin contar las 700 personas que se pueden quedar a dormir en el camping. Si reservas para pernoctar en las islas, y aquí viene lo bueno, el alojamiento te lo gestiona todo sin que tengas que preocuparte del papeleo.
En julio y agosto, que son los meses con posibilidades de mejor tiempo, la Xunta da solo dos horas para comprar el billete de barco desde el momento en el que se recibe la autorización para entrar, porque si no resulta difícil calcular la cuota diaria, es decir, aquí no vale eso de "hoy no salió el sol, me espero a mañana". Una vez elegido el día, las posibilidades de cambio son difíciles.
Cuenta Noemí que los años anteriores durante los fines de semana era imposible circular por la Isla del Medio: "Era como meterte en la Puerta del Sol de Madrid en Navidad. No se podía avanzar. Y además, las islas no están preparadas para recibir a tantas personas, no tiene hostelería suficiente".
En Cíes solo hay un lugar para pasar la noche: el camping del archipiélago que se encuentra en la Isla del Faro (o la del Medio). Tiene capacidad para 700 personas, está ubicado en medio de un pinar, cuenta con cafetería y restaurante self service y actividades para entretenerse todo el día fuera y dentro del agua. Noemí, además, es monitora infantil, es decir, los más peques pueden pasar varias horas al día jugando con otros niños en un entorno de película. "A mí me encanta estar con ellos y muchos que vienen solos terminan haciendo amigos con los que jugar cuando yo no estoy trabajando", explica absolutamente encantada con este servicio que propuso ella hace unos años y que cada vez funciona mejor.
Si lo que puede tirar para atrás es montar la tienda de campaña y dormir en el suelo, estamos de suerte. El camping dispone de tiendas de alquiler con camas (una o dos dobles), lo que se agradece muy mucho a ciertas edades. Eso sí, hay que llevar saco de dormir, que durante muchas noches refresca. Aunque si se olvida, tampoco hay problema: puedes alquilarlos allí mismo. Muchas tienen vistas a lo que se conoce como el Lago, una pequeña laguna que sube y baja con las mareas. El mar y el viento, siempre como referentes en este alojamiento conectado con las islas, donde se intenta ahorrar agua o reciclar, por ejemplo, con la ayuda de las mejores sonrisas de Iris y Leticia en recepción.
Descansar, nadar, caminar, leer, dormir… Infinidad de cosas para hacer en una isla. Y comer, por supuesto. Hay merenderos, por si va a pasar el día y se prefiere llevar la fiambrera de casa y comer en la playa. Pero si quieres ir a mesa puesta y mesa quitada, existen tres restaurantes en la isla: el del muelle y el del camping, que ofrecen servicio self service. Sin embargo, el pescado bien servido, en una terraza más alejada como la del 'Restaurante Serafín' con vistas a la Playa de Roda y el Lago, es uno de de los mejores placeres –y mira que hay– que uno puede darse en Cíes. Cualquiera de los dos caminos de la Isla del Medio le lleva fácilmente al local. No tiene pérdida.
"A mí me gusta ir a cenar, al anochecer. Los que vienen a pasar el día ya se han marchado y la isla está más vacía. No pasa nadie", asegura Noemí dándonos la mejor hora del día para visitar el 'Restaurante Serafín'. Olor a mar, tranquilidad y pescado, ¿qué más se puede pedir? Albariño, que también lo tienen.
Los faros tienen la magia de evocar casi sin querer pedazos de infancia, al menos, en el caso de una servidora, que tenía pesadillas con los piratas de La isla del tesoro y que siempre pensó que otro gallo le habría cantado a Robinson Crusoe con un buen faro. Las rocas que rodean bajo el agua a todas las islas del Parque Nacional han sido el fin de muchos barcos. Sin embargo, ahora los faros cumplen su labor e indican su posición según la frecuencia de su resplandor, algo así como los segundos que te definen.
En este archipiélago gallego, el faro más conocido es el de Cíes, cuya subida en zigzag es la más fotografiada en la isla del Medio (o del Faro, que hasta el nombre le da a la ínsula). Merece la pena pararse antes de llegar o al bajar en la Pedra da Campá, una piedra agujereada por la que se cuela el sol al atardecer. Pero volviendo a las luces, el Faro da Porta (o el Pequeño), que pocos visitan porque se puede ver desde el otro que está más alto, tiene el encanto de un camino que trascurre paralelo al mar (desde aquí se obtiene la mejor imagen de la playa de Nosa Señora) y las vistas de los acantilados finales son espectaculares, con ese liquen amarillo anaranjado que crece en las piedras como terciopelo recién estrenado.
Otro de los faros, el que se encuentra en la Isla del Norte, el do Peito, es menos visitado porque no tiene la gracia de sus dos hermanos. Construido a principios de 1900, funciona con luz solar y protege la entrada norte de la Ría de Vigo junto con los faros del continente ubicados en Cabo Home. El camino hasta allí es completamente diferente a los de la otra isla, con Vigo siempre al fondo y los árboles inclinados por el viento. Y aquí viene el secreto de esta zona de la isla y el naufragio que este faro jamás puede evitar: En Punta Cabalo, un extremo de la Monteagudo, dicen que todas las noches de tormenta se ve hundirse un barco pirata.
También se las conoce como las Islas de las Gaviotas y no es una exageración. Estamos en una de las mayores colonias mundiales de la gaviota patiamarilla. Todo el entorno está diseñado para darles cobijo, alimento, zonas para sus nidos… Nosotros somos los invasores y forasteros en esta tierra de aves y, por lo tanto, lo lógico es respetar al máximo su espacio. Lo que no quiere decir que ellas vayan a respetar el tuyo. ¡Ojo con la comida en las mesas, fuera de las tiendas en el camping o los merenderos! En un abrir y cerrar de pico desaparece ante un rápido movimiento de plumas.
En pleno junio y julio, además, tienen la obligación de proteger a los polluelos recién salidos del huevo y pueden estar un poco más agresivas. En el Faro da Porta, los nidos son abundantes y ellas muy territoriales, hay que tener especial cuidado en no entrar en su área. Para esto Noemí tiene otro consejo: "Están en época de cría y no están tranquilas. Un palo en alto es lo mejor", porque se lanzará sobre él si atacan, dice entre risas, aunque asegura que no tiene gracia cuando te pasa. "Luego en septiembre, un día de buenas a primeras, dejas de escucharlas y dejan de llevarse la comida. Extraño, pero es así".
Tumbarse en la toalla, hundir los pies en la arena blanca y finísima, cerrar los ojos y dejarse mecer por el sonido de las olas mientras el viento te recorre de arriba a abajo para refrescarte del sol mientras el graznido de una gaviota se cuela en ese arrullo… Es, probablemente, la canción del verano más deseada. Pues bien, un consejo. No cualquier playa de Cíes es apta para escuchar esta música todos los días.
"Dependiendo del viento estarás mejor en una u otra. Hay que fijarse de dónde llega y decidir después la playa a la que vas para no pasarte todo el tiempo comiendo arena. Si sopla del norte, que es el más habitual, mi favorita es Nosa Señora, pero llega un momento por la tarde que te quedas sin playa", explica Noemí. Y es cierto, la marea alta obliga a subirse en las rocas que sobresalen en el fin del arenal, pero hasta entonces, es una delicia. También está protegida de las fuerzas del viento la que está cerca del muelle, la de Muxieiro, que forma parte de la de Rodas, la que fue catalogada en 2007 como la mejor del mundo por The Guardian. "Si sabes donde estar en cada momento, siempre encuentras bienestar", zanja el asunto la gallega.
El puente que conecta la Isla de Monteagudo (o la del Norte) y la del Faro (o la del Medio) se cierra un hora y media cada día por la subida de la marea. Las olas no solo mojan, también pueden dar un buen susto. Eso sí, tranquilos, la dos islas están conectadas a su vez por una enorme lengua de arena, la Playa de Rodas, que aunque supone hacer el camino más largo, suele tener paso. Siempre y cuando no haya temporales muy fuertes.
El pequeño camino de piedra, que es lo que realmente es ese puente mal cuidado y sin barandillas de protección, recuerda a otros cierres, el de las islas, siempre presente en los que pasan ahí la temporada. A partir de Semana Santa arranca la temporada con visitas de grupos, pero oficialmente es en junio cuando ya se puede pernoctar. "Aquí están siempre los guardas forestales, un hombre que vive solo en la isla durante todo el año y luego, estamos nosotros, los que venimos cada temporada. El 25 de septiembre se cierra, aunque los restaurantes están abiertos hasta el Puente del Pilar y hay visitas, si el tiempo lo permite, claro", última oportunidad para despedirse del archipiélago hasta el año siguiente.
Cuenta Noemí como ella cayó rendida al embrujo de Cíes, tanto es así que no tiene ojos para otras, y no ha visitado jamás Ons. Entre las historias y leyendas que envuelven al archipiélago destacan las historias de flechazos que acabaron con el enamorado trasladándose a vivir allí para siempre. Es el caso del 'Cojo', que montó una taberna recién llegado de Cuba; la del alemán, que cuando se permitía la acampada libre se bañaba desnudo en la Playa de Figueiras (también conocida como la de los Alemanes gracias a él) y que terminó siendo nudista; o la del único habitante –los guardas forestales no cuentan– que vive durante los 12 meses aquí.
Y Noemí entiende a esos que siempre se quisieron quedar aquí por su historia familiar, tan vinculada a Cíes. Advertencia a viajeros: Encandilarse de estas islas puede tener un alto coste, ahora uno ya no puede mudarse a vivir aquí alegremente y, además, las condiciones climáticas son difíciles. No olvidemos que estas islas son las protectoras de la Ría de Vigo, la puerta que frena las embestidas atlánticas.
No, no es que en la tierra uno se vaya a encontrar con todo tipo de fauna asustadora; pero, en el cielo… podría ser. El Parque Nacional Marítimo Terrestre de las Islas Atlánticas, que así es el nombre completo de esta reserva, ha recibido el sello 'Starlight', es decir, que los archipiélagos son considerados buenos lugares para la observación de las estrellas por estar protegidos de la contaminación lumínica. En algunos puntos, en Cíes, el faro más grande puede interferir, pero –alejándose un poquito– las estrellas aparecen en las noches despejadas como un ramillete desordenado de luciérnagas.
Aquí Noemí juega un papel especial, porque durante los meses de verano es ella la encargada de la excursión que permite conocer los misterios del cielo. A las 12 de la noche y por cinco euros Noemí va poco a poco facilitándote el camino para ver la Osa Mayor, descubrir la orientativa estrella del Norte, algún planeta e incluso algunas constelaciones del zodíaco, que son las que más interesan a los aprendices de astronomía en las vacaciones de verano.
Y por seguir con estrellas, aunque estas no estén en el cielo, aquí va una linda perla: bioluminiscencia marina. Este fenómeno se da a veces en Cíes gracias a una micro alga que llena el mar de la Ría y cobra espectacularidad por la noche, cuando la fluorescencia de estas algas ilumina el agua en un espectáculo de minúsculas brillos bailarines. Es difícil de ver y se tienen que dar las condiciones propicias pero –como las meigas– haberlo haylo.