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El bosque del Betato (Tramacastilla de Tena, Huesca) a pie o a caballo

Al encuentro de duendes y brujas por el bosque prohibido

19/11/2024 –

Actualizado: 05/12/2023

A caballo o a pie. El bosque del Betato, en Tramacastilla de Tena (Huesca), se vive de una forma diferente según la opción elegida. En esta época del año toca disfrutar del paseo sobre la moqueta multicolor que cubre el suelo. Hay unas cuantas rutas, aptas para toda la familia, y hasta que llegue la nieve, perfectas para hacer en invierno.
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El otoño acaricia el invierno y en el Pirineo de Huesca la paleta de colores muda de las ramas de los árboles al suelo. Es lo bonito que tiene acercarse al bosque en distintas épocas del año. Cambian tanto la luz, los sonidos, las texturas, los colores y los aromas que uno tiene la impresión de estar en un escenario diferente.

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Esto precisamente es lo que sucede al hacer la ruta de El Betato, un bosque de hayedos a mitad de camino entre Tramacastilla de Tena y Piedrafita de Jaca, el balcón perfecto para asomarse al pantano de Búbal o para sentir el abrazo protector de las sombras de Peña Telera y Peña Blanca. Alrededor de estos escenarios se enmarca este paseo camino del invierno. El día elegido para la excursión sale radiante. En El Betato (bosque prohibido en aragonés) el viento ha hecho su trabajo y el espectáculo visual se traslada al mullido manto de hojas que cubre el suelo. La moqueta, entre tonalidades ocres, rojizas, granates y amarillas, resuena bajo los pies.

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El contrapunto cromático lo pone el musgo verde que crece en los rincones más húmedos y sombríos. Muchos detalles en los que fijarse desconectando, primero, de todo lo vivido, y acto seguido, reconectando con lo que está a punto de vivirse. Con los sentidos bien alerta. Así es como conviene adentrarse en esta experiencia.

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El primero de los detalles tiene que ver con el cómo hacer esta ruta. Hay dos posibilidades: a caballo o andando. No son compatibles, pero sí complementarias. Numerosas sendas discurren por el bosque y, de paseo o sobre el lomo de un caballo, las sensaciones cambian. Los recorridos son muy familiares, perfectos para hacer con niños; están bien señalizados y no hay peligro de perderse, aunque el bosque invite a ello. Todo está muy a mano entre Tramacastilla de Tena y Piedrafita de Jaca (municipio de Biescas).

Una experiencia de ecoturismo con premio

En el Centro Ecuestre El Betato, Isabel Ortega recibe a cuatro clientes. Participan en la experiencia más demanda: recogen a los caballos en el terreno donde pastan y viven en semilibertad; los alimentan con un poco de grano sintiéndose ganaderos durante unos minutos; también los cepillan y peinan antes de colocar la montura y, de alguna forma, conectan y se conocen.

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Es el momento en que Isa saca su pequeño y sencillo manual de instrucciones y responde a las primeras inquietudes: qué comen, cómo se relacionan, cómo es la doma… “La alimentación no puede ser más natural; tienen todo el pasto que necesitan y comen los restos que no utiliza la cervecera artesana 'Tensina' que hay en Tramacastilla, que básicamente son fibra y proteína de cebada, trigo o avena”.

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La propuesta es muy sostenible y educativa, tanto que en 2021 recibió el premio a la mejor experiencia de ecoturismo de Aragón. Víctor Lalueza la va a vivir junto a un amigo. “Fue un regalo que nos apetecía disfrutar en esta época del año, cuando el bosque tiene esa magia tan especial”, reconoce.

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Desde el centro ecuestre hasta el inicio de la senda que se adentra por el bosque -con Ortega a pie dirigiendo la marcha- se va por un camino sin apenas desnivel. “Este pequeño paseo de diez minutos -asegura- es ideal para que caballo y jinete se acoplen y pierdan la sensación de tensión inicial”. Se pasa por un pequeño puente que permite salvar el barranco de Gorgol. Esta profunda hendidura recoge el agua de arroyos y torrenteras. El paisaje de roca caliza se retuerce creando saltos, toboganes y pozas que conviene visitar en verano: un buen escenario para iniciarse en el barranquismo.

Sin prisa, pero sin pausa

“A caballo no conviene parar”, sugiere Isa, así que, si el paseo se complementa a pie, uno puede recrearse en este lugar. Enseguida, a la derecha, se toma el camino del bosque. A ritmo, sin prisa, pero sin pausa. Así se desarrolla la marcha de alrededor de una hora de duración.

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Es el momento de recordar algunas instrucciones: “Intentad situaros en la parte delantera de la montura, con los pies a la altura de la cadera para estar equilibrados y traccionar con las piernas. Y la espalda recta”. De vuelta, al bajar, se repite la operación, pero al revés: los jinetes estiran las piernas y al hacerlo la espalda se va un poco hacia atrás.

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Los caballos y las yeguas conviven en su particular círculo de relaciones sociales. Es por lo que Isa ha ordenado la fila, para que se sientan a gusto. “Así que no hay adelantamientos, ya sabéis, y no les dejamos que coman, que ya están bien alimentados”. El hayedo abruma. Casi desnudo de hojas en los árboles, ofrece una estampa fantasmagórica de trocos inmensos que crecen hacia el cielo buscando la luz del sol. Y en el suelo, el contrapunto del manto de hojas recién diseñado. Crujen al paso de los caballos. La guía se da la vuelta de vez en cuando y descubre lo que ya sabe: que nadie habla, que los cuatro jinetes disfrutan en silencio de la experiencia. “Se nota en sus caras”, reconoce sonriente.

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Historias de brujas y persecuciones

En cualquier caso, una hora de ruta da mucho de sí, así que el paseo lo salpica de historias relacionadas con los porqués de este bosque prohibido o vetado. “Estamos en una zona habitada por personajes imaginarios como duendes y brujas; en el siglo XVII se reunían aquí las brujas del valle para hacer sus aquelarres y sufrieron la persecución de la Inquisición”, relata Isabel. Para los muy interesados en el tema, se puede visitar el cercano Centro de Interpretación de la Brujería de Piedrafita de Jaca.

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“No fue este un asunto menor”, prosigue. La psicosis en estos pueblos creció hasta el punto de que recibían exorcistas de toda clase y condición, y los vecinos recorrían las calles en procesión. Los sucesos de esta especie de embrujo colectivo tuvieron tanta trascendencia que el rey Felipe IV envió a un inquisidor al valle de Tena para poner orden. Esta ruta se puede ampliar hasta las cuatro horas llegando con los caballos al imponente ibón de Piedrafita, un lago de origen glaciar a los pies de Peña Telera. Aves necrófagas, marmotas, corzos, zorros… Con un poco de suerte se pueden avistar todos estos animales. “En el recorrido del ibón sí que paramos un rato a descansar y a picar algo”, explica la instructora.

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Desde el suelo, caminando, la experiencia se vive de una forma diferente. Crece y se despliega un universo de sensaciones y de detalles en el que conviene recrearse. Apenas hace aire pero, en ocasiones, la ligera brisa sugiere que los árboles hablan entre ellos. En este otoño raro camino del invierno, los hongos han llegado tarde y su aroma se intuye entre la hojarasca. Pero es el ruido del silencio -salpicado de algún “hola, hasta luego o agur”- lo que más atrapa al visitante.

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“Vienes de la ciudad, con su bullicio, sus coches y sus prisas y te adentras en este espacio de quietud y calma, y como que recargas las pilas para unos cuantos días”, comenta una pareja que descansa en uno de los claros del bosque. Se dirigen al ibón con dos niños pequeños. “Es una excursión maravillosa para venir con los peques”, reconocen. Se pueden hacer varios recorridos sencillos, así que recomendar uno resulta complicado. Las sendas se adentran por el interior del bosque hasta las laderas de Lana Mayor, el ibón de Piedrafita o el mismo pueblo de Piedrafita, así que dependiendo del tiempo que tengamos nos podemos entretener más o menos.

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Una postal de ensueño

En todas estas rutas la flora va cambiando. El hayedo gana por goleada, pero sobre el terreno, a medida que se coge altura, aparecen pinos, bojes o abedules. También es llamativa la presencia de endrinos y de acebos, que tanto evocan a la Navidad.

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Los claros que se abren invitan al descanso, a reponer fuerzas, y si el tiempo acompaña, a tumbarse en la pradera conectando con las imponentes cumbres de los alrededores. Las más cercanas, Peña Telera y Peña Blanca, son como las montañas protectoras de este singular hayedo. Pero el resto de las cimas de la Sierra de la Partacua también tiene su encanto.

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En el otro extremo, por encima de Panticosa, la nieve cubre los picos que superan los tres mil metros. No se ve el Garmo Negro, pero se intuye que está cerca. Lo mismo que el perfil del Midi d´Ossau si se llega al ibón de Piedrafita. Estas son las bonitas postales que se divisan durante el recorrido. El sol se acuesta rápido en esta época del año, pero las horas centrales del día dan de sí lo suficiente como para que esta ruta por el bosque prohibido quede bien grabada en la memoria.

CENTRO ECUESTRE EL BETATO - Calle Betato. Tramacastilla de Tena (Huesca). Tel: 634 425 967.

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