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Una mañana de 1840, los ojos azules de una adolescente de trece años se quedaron enganchados de los muros y las torres que rodeaban este impresionante castillo-fortaleza. Durante siglos, había resistido los embates de la historia.
Al pie del puente levadizo, aquella joven llamada Eugenia de Montijo estaba deslumbrada junto a su madre, María Manuela Kirkpatrick, su hermana Paca (futura duquesa de Alba) y el escritor francés Prosper Merimée.
El castillo era el de Belmonte,en la provincia de Cuenca. Fue levantado por sus antepasados cuatrocientos años antes. Ni siquiera la gran imaginación de la emperatriz ni la ambición de su madre, alcanzaron para adivinar que aquella joven se convertiría en emperatriz de Francia. Menos aún para suponer que cien años después de su muerte, en este lugar se alzaría una planta completa dedicada a su figura en pleno siglo XXI (que hoy visitamos).
Más de tres lustros después, cuando ya era emperatriz de los franceses y su vida había echado a andar entre sedas y bardales por Versalles y las Tullerías, encargó su restauración a Alejandro Sureda, un arquitecto reputado de la escuela francesa. Obra de él son los corredores (para unos un pastiche y para otros, la singularidad del edficio).
Eugenia gastó un millón y medio de reales en restaurarlo, un dineral para la época, y eso que no terminó la obra del todo, porque en 1870 el imperio de su marido, Napoleón III, se desplomó.
Pero aquella visita con su madre, su hermana y el escritor pasaría a la historia recogida en las Cartas de España (1803-1870) de Merimée, que impregnan el recorrido turístico actual. Toda la segunda planta es una recreación completa de cómo vivió la emperatriz.
"Esta escalera es original de la época de la restauración. La madera es excelente, con el dibujo intacto pese a los tiempos que ha soportado. La parte de abajo la hemos dedicado a Juan Pacheco, marqués de Villena y el primer morador de la fortaleza-palacio, y a su tiempo, el convulso siglo XV, la época de los Reyes Católicos", narra Javier Fitz-James Soto, conde de Montalvo.
Mientras camina entre las dependencias de su antepasada, continúa la charla: "Esta planta es la que está completamente dedicada a la emperatriz", al tiempo que recuerda los muchos rodajes que se han realizado en este lugar, desde El Cid, de Anthony Mann, en 1961, hasta Juana la Loca, de Vicente Aranda, en 2001.
Puede que Charlton Heston supiera algo de la debilidad de Eugenia por este lugar. Aunque han pasado 56 años desde que el actor aseguró que se había topado con el fantasma de Eugenia vagando por el castillo, la anécdota sigue haciendo disfrutar a todo el pueblo de Belmonte y al propio señor del castillo. No cuesta nada imaginar la escena en cuanto traspasas sus muros. Heston rodaba El Cid, protagonizado junto a Sophia Loren y con Raf Vallone también en el reparto.
Quizá fuera su nostalgia de España en un París donde la corte de su marido, Napoleón III, intentaba hacerle la vida imposible o quizá que en este lugar encontró el rastro más importante de su linaje, el de Juan Pacheco, marqués de Villena, aquel señor que se las tuvo muy serias con los Reyes Católicos por defender como sucesora a Juana La Beltraneja.
O quizás que pese a sus esfuerzos por afianzar a la dinastía Bonaparte, adivinaba que la tarea iba a ser complicada y quería tener una fortaleza donde recordar su antiguo linaje.
El caso es que la XX señora de Belmonte eligió este lugar para hacerlo a su gusto, mientras su madre gastaba más en mantener el palacio de la plaza del Ángel (el actual 'Hotel Victoria' de Madrid) o en la Quinta de Carabanchel, donde los bailes y las fiestas de María Manuela pusieron a sus hijas en la primera línea de pretendientes de lujo.
La señora "María Manuela, que en los casamientos tiene mucha escuela" como cantaba la copla de Concha Piquer, logró hacer a Francisca (Paca) duquesa de Alba y a Eugenia, emperatriz.
En el año 2010 Javier Fitz-James acabó el proyecto de restauración para explotarlo turísticamente. "En el proyecto está mi hermano Hernando y mi primo, Hernando de las Bárcenas, en representación de toda la familia. Pero sin el apoyo del Ministerio de Fomento, nosotros, la casa de Peñaranda y Montijo, nunca hubiéramos podido terminarlo. Las ayudas públicas han estado cerca de los cuatro millones de euros, además de los casi dos millones y medio que ha puesto la familia" detalla.
Fitz-James Soto dejó Londres para gestionar la sociedad, estimulado por el gusto por la historia, el deseo de rentabilizar el patrimonio familiar y con la esperanza de elevar el nivel del turismo nacional más allá de la toalla al sol. "A veces te encuentras con ingleses o franceses por estos lugares y alucinan con la historia de este país, sus edificios, sus pinturas, las bodegas... Castilla-La Mancha alberga los campos de viñedos más grandes de Europa" explica, mientras se abre paso entre los niños que juegan a caballeros medievales.
La entrada al patio de armas, la sala de armaduras, los cuartos de los Pacheco (Juan y Diego) son un paseo por el siglo XV, entre los primeros muros que levantó el infante don Juan Manuel (El Conde Lucanor), que fue príncipe de Villena y que dio nombre a Belmonte. Fray Luis de León, nacido en Belmonte, y el poeta Jorge Manrique, cuyo padre sirvió a los Pacheco, desfilaron también por este lugar.
Desde lo alto de las torres y las almenas del Castillo se extienden los campos de Castilla en un día de junio luminoso, con las amapolas meciéndose en los prados, los viñedos y los olivos con sus diferentes tonos de verde. Javier Soto se despacha con ganas sobre su trabajo.
"Al recrear el castillo, ofrecemos una experiencia. Tenemos 100 creadores ataviados con trajes de época, de mitad del siglo XV. Escenificamos la Guerra de Sucesión castellana, de 1475 a 1480. Representamos la concordia de la guerra. Hacemos torneos de combate medieval. En otoño, los torneos del Cid. Hay actividad todo el año. En verano recurrimos al formato del terror, con 23 o 24 actores en cada formato. El Bufón Pepón y la emperatriz Eugenia son personajes habituales".
Montalvo se instala en el despacho de Eugenia de Montijo, regente del imperio tres veces, cuando Napoleón III estaba en la guerra. Es un espacio similar al que utilizó para tomar decisiones cruciales, unas veces acertadas y otras no tanto.
El dormitorio con dosel acoge una reproducción de María Manuela Kirpatrick, con Eugenia y su prima Carlota, durante un baile de disfraces en la Quinta de Carabanchel. Bailes que hacían época, entusiasmaban a Merimée y ponían a las jovencitas Montijo en el centro de la vida social de Madrid.
El tocador es otra muestra de lo que significó la emperatriz española, icono de la moda en toda Europa. Eugenia adoraba los vestidos. Arrasó con el color malva y gastó millones de reales en sedas. Adoptó el miriñaque para echar fuera las enagüas, puso de moda los cuellos y los puños en los trajes de montar. Las redecillas del pelo, tan andaluzas, las impuso en todo París y los escotes de hombros (los suyos eran caídos) fueron imitados por toda dama que se preciara.
Con la complicidad del modisto del momento, Charles Federick Worth, quien también cosía para la emperatriz Sissi, la Montijo puso de moda lo de un vestido para cada momento: de día, de noche, de corte, de gala, con cola. Por no hablar de las máscaras y los bailes de disfraces, que apasionaban a ella, a Merimée y a su madre.
Durante el paseo por las murallas, mientras explica las joyas que encierra el pueblo, el actual conde de Montalvo se viene arriba con sus proyectos. "Hay tres castillos maravillosos del señorío de Villena en Cuenca. Alarcón, Belmonte y Garcimuñoz, este último donde murió Jorge Manrique, con tres estilos muy diferentes de restauración.
La técnica de restauración clásica es esta de Belmonte. La de Alarcón, obra de Izaskun Chinchilla, es una restauración moderna que a nadie deja indiferente, y se ha transformado en parador. Los tres castillos componen una ruta magnífica para escapar un día desde Toledo o desde Madrid".
Se pierde hablando de Juan Guas, don Juan Manuel, el Conde Lucanor o la Beltraneja mientras desgrana sus proyectos. "En los campos de ahí afuera –y extiende la mano hacía las tierras que rodean el castillo– han dormido 500 personas, luchadores en un torneo medieval de todo el mundo, representando a 18 países. Este tipo de turismo tuvo 75 millones de visitantes en 2016. Tenemos previsto hacer una torre para los escritores, como Fray Luis y Jorge Manrique y hacemos exhibiciones con nuestros cernícalos primilla".
Los adultos que se cruzan con Javier Soto no pueden evitar girar sus miradas. ¡Un aristócrata de carne y hueso! Y las señoras murmuran aquello de "es él, el ex marido de Isabel Sartorius y de María Chávarri", pero este hombre ni se entera. O eso aparenta. Hace tiempo que aprendió a vivir con la prensa rosa y está acostumbrado a convertir las desventajas en una ventaja.
Cuando una pareja que avanza con la audioguía al oído se clava en el suelo, epatada ante el mismo conde de Montalvo, sentado en un despacho de su castillo. Él ni parpadea, ni detiene la cámara que le está grabando y continúa: "Hay 1.200 castillos catalogados en España y he seleccionado 140 para trabajar con ellos, en una gran red con enormes posibilidades. A ello hay que añadir los combates medievales, un deporte con futuro".
No conviene dejar "la noble villa de Belmonte" sin entrar en su Colegiata, donde reposan parte de los Villena y señores de Belmonte. Para dormir, el 'Palacio de Buenavista', decorado al estilo manchego, cómodo y sin pretensiones. Para el aperitivo y tapear, 'La Muralla'. Lo que no tiene de estético lo tiene de buenas tapas y menú más que digno.
Muy cerca, en Mota del Cuervo, merece la pena parar en los Molinos, uno de los emplazamientos más quijotescos y manchegos de la zona. De paso, se puede echar un vistazo al museo de la Alfarería y al lado, comprar alguna de las cerámicas 'El Cántaro', donde Evelio López, tabique de por medio con el museo, sigue la tradición de su madre.
Al parecer, a Mota del Cuervo llegaron alfareros procedentes de la antigua ciudad romana de Segóbriga, del siglo I, situada en el municipio también conquense de Saélices, y siguieron con la tradición alfarera que aún se mantiene con algunas piezas muy especiales.