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El Saler es un lugar bien especial para los que habitamos en Valencia, que no siempre estamos contentos con las playas urbanas o demasiado cercanas a la urbe. Esta dehesa, un paraje natural, un bosque mediterráneo, es ese sitio con el que siempre aciertas cuando llevas a alguien de fuera: tiene playas largas, fabulosas, nudistas; playas para pasear a tus perros; un parque natural rebosante de pinos; buena gastronomía y un lago con un cielo, el de l'Albufera exultante y único.
Como suelo hacer siempre que puedo, le he pedido a un experto, a un amante de El Saler, que vive allí, y que lleva el lugar pegado a su ADN que nos acompañe en este paseo de fin de semana que proponemos para ya mismo, y que podría alargarse hasta bien entrado noviembre, gracias a este clima privilegiado de esta parte del Mediterráneo. Rafa Cervera es periodista cultural, musical, escritor de verdad, un hombre culto y cultivado. Por si no había quedado su amor por el parque natural de El Saler, su primera novela, Lejos de todo, tiene este parque natural como un personaje más.
Los que lo conocemos sentimos que por primera vez se ha conseguido contar qué es este lugar. Los que no hayan estado nunca desearán ir. Es un homenaje a este paisaje vivo, un "intento desesperado de intentar explicar todo lo que yo veo allí, lo que me comunica y sugiere". Es maravilloso dejarte llevar por la posibilidad de que David Bowie, personaje de la novela, se hubiera dejado atrapar por este paisaje. "Me di cuenta de que no quería vivir en otro sitio que no fuera este. Y aquí sigo", apunta Cervera.
Las más chulas son la de la Garrofera y sobre todo la del Casal d'Esplai, que está muy apartada y a la que se solo se puede acceder andando o en bici. "Es un lugar perfecto, poco transitado, donde está la zona nudista. Tiene ese misterio que poseen los lugares solitarios. Y el Casal d'Esplai es una especie de casa vigilante y muda, marcando la frontera entre los pinos y la playa", cuenta Rafa.
Lo mejor de las playas nudistas de El Saler (en la Garrofera también hay una) es que son para todos los públicos. Van familias, turistas, personas mayores… Y están poco pobladas incluso en verano, sobre todo la del Casal. El agua suele estar en buenas condiciones, siempre y cuando no haya habido complicaciones puntuales con barcos. Justo la playa del Casal d'Esplai es la playa perfecta para bañarte (con bañador o sin él) y sestear. Eso sí, no hay chiringuitos cerca, así que hay que ir preparado.
Un lugar destacado para comer. Justo donde acaba la zona nudista de la playa de La Garrofera está la 'Arrocería Duna' de estilo ibicenco, con una fabulosa terraza con vistas a la playa. Pero para nuestro guía particular, "quien no ha probado las paellas del restaurante 'Lahiver' –en las urbanizaciones de Les Gavines– no sabe lo que es la paella perfecta".
Pongo esta frase en su boca porque este tema, el de las paellas perfectas, es un asunto de estado en esta parte del Mediterráneo, como ya todo el mundo sabe. En cualquier caso, es cierto que este restaurante, que no suele aparecer en las guías (no es bonito, ni está en la playa), es el sitio al que vamos los que somos de aquí. Sobran más explicaciones.
Tras salir de cualquiera de esos restaurantes, nos vamos directos a uno de los paisajes más singulares de El Saler: el dunar. Este paraje, de playas aisladas y tranquilas, se había mantenido virgen y salvaje pese a lo cercana que está la ciudad de Valencia. Era un parque natural muy respetado en el que había, incluso, dunas naturales.
Pero llegó ese momento de desfases en la costa y todo corrió peligro, también esas dunas, esos montones de arena de una belleza total, que se mueven lentamente paralelas al mar. Ese ecosistema, creado por la naturaleza, que pretende combatir la violencia del mar y del viento, también estuvo al borde de la nada, como otros tantos lugares del paraje natural.
Hubo daños que ya no se pueden revertir, con la proliferación de las urbanizaciones, pero a partir de 1999 comenzó el plan de conservación del parque natural para devolver el equilibrio medioambiental. Y entre las obsesiones estaba precisamente esa, la de proteger esa estrecha franja litoral de arena, unas 850 hectáreas bellas e insólitas. Hoy ese modelo de restauración dunar aplicado en esta dehesa, gracias en parte a la presión y el esfuerzo ciudadano, ha sido exportado a otros países como Grecia o Italia.
La Gola de Puchol es ese canal corto que comunica l'Albufera, de agua dulce, con el mar. Al lado de ese canal hay un estanque artificial desde el que se pueden avistar aves, y tras el puente de la Gola hay un desvío que lleva hasta la carretera, que ofrece un camino entre pinos llenos de rincones y desvíos. Hay rutas senderistas, desde 500 metros hasta 4 kilómetros, que recorren de norte a sur toda la dehesa.
Si tengo que elegir mi lugar favorito de El Saler, lo tengo claro: cualquier rincón entre el bosque de pinos. El mar a veces se atisba y a veces no, pero sabes que está ahí, que al fondo está la orilla. Es un sitio perfecto para leer, (mejor por la tarde si es verano), para escribir, para ir con niños. Y desde luego nadie debería marcharse sin dar ese paseo imprescindible en barca por l'Albufera. Nunca me cansaré de recomendarlo.
Para nuestro guía particular, "los paseos en barca siempre acaban mostrando detalles e imágenes que parecen sacadas de la ficción. Los marjales, las propias barcas, los patos. Es como escapar de la realidad y entrar en un mundo mucho más real y muchísimo más interesante que el que vivimos día a día. Dan ganas de tirar el iphone al agua, pero no está bien porque eso contamina (y el iphone vale un pastizal)".
Al anochecer, en la carretera de Pinedo-El Saler nos topamos con otra reliquia: un ¡autocine! Quedan tan pocos y son tan divertidos todavía.. Este lo recomiendo por lo inusual que resulta ya y porque es un broche perfecto para una jornada de sol y mar. Sobre los lugares insólitos, dice Cervera que el autocine es "un icono maravilloso que forma parte de ese conjunto de elementos tan dispares que hacen de este lugar un mundo extraño. L'Albufera, el autocine, la playa, la gente desnuda, el cole del pueblo, el Sidi abandonado, las torres de apartamentos aisladas, los bosques de pinos. Es un mapa muy extraño. Y como dijo Samuel Taylor-Coleridge, no puede haber arte sin la intervención de lo extraño".
Hubo un hotel mítico y de lujo, el Sidi Saler, que cerró y que hoy es un hotel fantasma que dota al paisaje global de cierta singularidad. Rodeado de los bloques solitarios de apartamentos (se quebró a la intención urbanística de colapsar la zona con más urbanizaciones), el hotel espera destino. Mientras es un edificio curioso que mira al mar, con esa decadencia de los sitios que se abandonan frente a las olas. Aquí recordamos cuando la selección nacional de fútbol se preparaba allí.
Hoy, el alojamiento número uno de la zona (donde no abundan lugares para dormir, esa es la verdad) es el Parador Nacional. Está junto al mar, claro, y es, como todos los paradores que no son castillos o similar, un lugar moderno y casi sofisticado. Entre otras cosas porque está en medio de un campo de golf.
Hay pocas cosas más, aunque la cercanía de la ciudad hace que no sea necesario alojarse en el parque. En El Saler parece que se está lejos de todo, pero en realidad todo está cerca, a apenas 15 minutos del centro de la ciudad. Fuera de temporada no hay barullo, ni coches, ni tiendas, solo árboles y mar. También existe, si uno dispone de poco presupuesto, la posibilidad de alquilar habitaciones en el pueblo. Y por supuesto hay una amplísima oferta para pasar las vacaciones, en los muchísimos apartamentos de la zona.
Hace poco en la Universitat de València se pudo ver una exposición maravillosa sobre este parque natural. Era un recordatorio del movimiento El Saler Per Al poble, el movimiento civil que a mediados de los 70 consiguió detener la urbanización de la zona que, de haber seguido adelante, hubiese supuesto una catástrofe.
Se unieron periodistas, artistas, pensadores, políticos, medios de comunicación y se consiguió detener el proceso. "Fue un momento de triunfo, explica Cervera. Yo me alegro de ser uno de los que ha acabado aquí viviendo. Sobre todo porque el vivir aquí te conciencia de lo privilegiado que eres y potencia la colaboración a cuidar el entorno".
Le pregunto a Rafa, ya para terminar nuestro paseo, que me ponga banda sonora a este paraje, él, que es un experto musical. Y esta es su particular playlist: "Los instrumentales de Low, de Bowie; y Music for airports, Before and after the science y Another Green World, de Eno".