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Emilia Pardo Bazán en Santiago de Compostela

Las andanzas de doña Emilia por las calles de Santiago

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Actualizado: 23/04/2021

Fotografía: Sofía Moro

Este año se cumple el centenario de la muerte de Emilia Pardo Bazán, la aristócrata escritora, católica, carlista, pero también naturalista y feminista. Una mujer tan compleja -educada como un hombre en la segunda mitad del siglo XIX- que dejó una obra repleta de rincones a explorar, novelas, ensayos, cuentos y artículos periodísticos en diferentes publicaciones de Europa y Latinoamérica. Hemos seguido sus andanzas por Santiago de Compostela. En estos tiempos extraños, la dosis de ternura de la señora condesa por esta ciudad -aderezada con cultura y literatura- es un placer.

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En Compostela "existían cosas muy sin razón ponderadas, en concepto del marqués, por ejemplo, la Gloria de la Catedral. ¡Vaya unos santos más mal hechos y unas santas más larguiruchas y sin forma humana". Eso es lo que piensa del Pórtico de la Gloria, don Pedro Moscoso, el falso Marqués de los Pazos de Ulloa. Así lo describe la autora, Emilia Pardo Bazán. Con esas simples líneas del capítulo 10, doña Emilia retrata lo cazurro del personaje. Ella, que amaba Santiago de Compostela desde su juventud y que tantos rastros ha dejado en sus obras, deja claro la opinión que le merece su personaje.

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Arrastrado por la huella que la escritora coruñesa desparramó en sus obras sobre la capital compostelana, José Manuel González Herrán, catedrático emérito de la Universidad de Santiago, comisaría una exposición en el Colegio Fonseca, entre la Catedral y el Ayuntamiento. El profesor Herrán es reconocido como la primera autoridad por sus colegas, especialista en doña Emilia desde hace más de 30 años. Nunca la abandonó, ni siquiera cuando no estaba tan de moda. Ahora, junto con un más joven compañero, Santiago Díaz Laje, se ha volcado en recuperar las huellas y la vinculación de la condesa de Pardo Bazán con la ciudad. Pero además, Herrán es autor de una estupenda recopilación de "Cuentos para las Américas" -El vidrio roto- que abren otra dimensión de la autora.

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Se cumple el centenario de la muerte de doña Emilia este 12 de mayo, y coincide con el 2021 y 2022, ambos Año Santo Compostelano, dadas las especiales circunstancias de la pandemia. "Cuántas veces habré cruzado indiferente los lugares que ahora me embelesan", escribe doña Emilia, una de las muchas que regresa a la capital del apóstol, donde siempre descubre "algo incógnito, algo que me atrae" por más que haya frecuentado el lugar.

Todo lo contrario que el pretencioso señor feudal Pedro Moscoso, coprotagonista de Los Pazos de Ulloa con el cura Julián. Los Pazos es la gran novela de la condesa, que sigue el estilo naturalista iniciado con La Tribuna. El marqués, que deja su pazo en la Galicia profunda para ir a buscar esposa a Santiago, solo encuentra "piedras mohosas".

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El profesor Herrán no está de acuerdo en que doña Emilia haya estado orillada en algún momento, pero sí que en que hay un cierto "redescubrimiento de Pardo Bazán. Yo no puedo hablar objetivamente. Como profesor de literatura que la ha leído como estudiante, y luego que ha explicado a Pardo Bazán a los alumnos, nunca he tenido esa sensación. No creo que haya estado postergada".

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Para defender su criterio, insiste y destaca que hay ediciones de sus novelas, de sus cuentos, en muchísimas editoriales. "Está muy traducida y creo que se ha leído los últimos años tanto como se ha podido leer a Galdós o a Clarín". Pero sí que hay un aspecto que la ha puesto más de actualidad: "Hace unos diez o quince años, en Estados Unidos, se descubrieron los más de 600 cuentos de la escritora. Y se desarrollaron sus notas feministas. Hasta entonces, ese lado de apoyo a la mujer aquí no se había destacado mucho, porque ella era conservadora y catolicona", reflexiona el especialista, mientras pasea por la exposición que recoge la vida, los encuentros intelectuales y retazos de la obra de la autora vinculados a Santiago y expuestos en el magnífico salón Artesonado del Colegio de Fonseca.

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Pese a ser una mujer de clase acomodada, a quien su padre –liberal– apoyó y dio una educación igual que si se tratara de un hombre, la aristócrata no se libró de los ataques rancios de los también más rancios compañeros de la época. Son memorables las palabras de Juan Varela –"sus posaderas no cabrían en un sillón de la RAE"–, cuando ella fue candidata a la Real Academia; o las de José Zorrilla, para quien "las mujeres que escriben son un error de la naturaleza". Doña Emilia compensa tanta estupidez, miedo y machismo de algunos de sus colegas con el amor –literario y físico– de otros, como Benito Pérez Galdós o José Lázaro Galdiano.

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Salimos del salón y la capilla del Colegio Fonseca –el cardenal de idéntico nombre que dio pie a la Universidad y el del "triste y solo se queda Fonseca"– que acoge escritos y hechos documentados de la condesa en Compostela. El catedrático se encamina a la plaza de Quintana da Mortos. No deja de hablar de ella: "Es una escritora accesible en todos los formatos –no hay derechos de autor– ya sea digital, sonoro, lo que sea", mientras dobla la esquina y entra en Quintana, para recordar la serie de TVE que se rodó sobre Los Pazos de Ulloa, con la Casa de la Parra como la de la familia Lage.

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"Hay un dato que no es muy conocido. En Francia, a los profesores de español para liceo, en sus oposiciones les ponen alguna lectura obligatoria. En los tres últimos años ha sido La Tribuna de Pardo Bazán, los licenciados en español que tenían que hacer oposiciones para ser profesores de instituto han tenido que examinarse de La Tribuna. He participado en algunos congresos o publicaciones que se han hecho en Francia en el año 2017. Hasta febrero de este 2021, se examinaban con esa novela".

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Atravesando hacia la calle de la Rúa está el que fue Palacio de los marqueses de Santa Cruz, de los que Pardo Bazán fue muy amiga, especialmente de la marquesa. En la exposición de Fonseca se ven las cartas, los originales de un diario que solo escribió durante quince días y en Santiago. "Fue en unas semanas que vino a casa de sus amigos, los marqueses de Santa Cruz. Estaba triste, puede que algo deprimida, quizá lloviera mucho", explica el catedrático.

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A las puertas del Casino, donde el señor de Los Pazos de Ulloa iba cada tarde junto con su tío y futuro suegro, un lugar vetado a las mujeres hasta el siglo pasado, un camarero espera de pie, en unos tiempos tan raros como los actuales. Esta ciudad de un siglo después de su marcha, dejaría a doña Emilia más que perpleja por sus vacíos. Hace semanas que disfruta del regreso de los estudiantes, pero las calles permanecen silentes desde media tarde. Misteriosas en sus sombras a la caída del sol, embrujadas por la noche, a partir del toque de queda, con los rincones que esconden a algún estudiante enamorado y desarrapado o a alguna monja oculta tras las rejas, como relata la escritora.

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"Es complicado, casi imposible, situar la casa del señor de Lage (Los Pazos de Ulloa) en una de estas calles exactamente", explica el profesor Herrán, aunque las primas en el libro, enseñan a Perucho por la ventana-mirador, el Preguntoiro y las torres de la catedral, mientras le cantan las gracias compostelanas y le muestran sutilmente lo que se pierde encerrado en su aldea.

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Eso sí, el paseo de la Alameda, es ese lugar donde el señor De la Lage luce a su sobrino con sus cuatro hijas. "Magnífico ejemplar de una raza apta para la vida guerrera y montés de las épocas feudales", le describe doña Emilia –una forma de decir que es un ceporro más de su estirpe–, para envidia y admiración de la sociedad santiaguesa, tan católica, repleta de clérigos, conservadores, liberales, magistrados y provinciana, por tanto no exenta de cultura y chismorreo.

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Más allá de Los Pazos de Ulloa, novela a la que el catedrático cántabro afincado en Compostela sigue considerando la cumbre de Pardo Bazán y unas de las mejores del siglo XIX, cada vez más destacan los cuentos de la escritora, alguno de los mejores con esta ciudad de escenario. Es la oportunidad de visitar San Martín Pinaro, la iglesia y el convento benedictino que, cuando el altar de la catedral ha estado cerrado por la restauración, ha desempeñado el papel de la Misa del Peregrino. Es el momento de conocerlo bajo otra mirada, la del cuento de El cinco de copas de la escritora, basado también en hechos reales.

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"Trata de un grupo de jóvenes estudiantes que van a la Iglesia –explica José Manuel González– y son incrédulos. En el altar, las cinco llagas de Cristo les parecen la carta del cinco de copas. Pero un día, el menos creyente, Juan Prieto Pereira, siente que una gota de sangre le cae en la frente... En fin, hace poco, con motivo de la exposición, una de las personas nos mostró que en el techo de la cúpula también estaban dibujadas las cinco llagas. El personaje, como hemos recogido en la exposición, luego se hizo cura y poeta". En el cuento, el personaje se llama Agustín y la iglesia, Valceleste. También hay una dama, Rosario. Es un cuento estupendo.

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Cae la tarde y de camino hacia la plaza del Obradoiro de nuevo, sobre los muros del Convento de San Paio, donde se desarrolla otro famoso hecho, narrado en el cuento Cenizas. Las figuras de las torres de La Catedral se van inclinando arrastradas por el poder del sol y las sombras. Al fondo de la plaza, los estudiantes toman cañas apurando hasta el cierre, a las 6. Algunas monjas cruzan hacia la catedral y en las ventanas de la desdichada de San Paio asoman hiedras.

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Es el momento de recorrer de nuevo la rúa, buscar los soportales silenciosos, con piedras húmedas y vestidas con verdín, donde hace más de un siglo la adolescente Emilia Pardo Bazán paseaba, entraba en las líbrerías –hoy bares ya cerrados por el toque de queda– y compraba libros. Allí, en una de estas tiendas que ahora es un lugar de tapeo cerrado, se topó la joven Emilia con los Episodios Nacionales de Benito Pérez Galdós. Pero esa es otra historia, otro amor, otro capítulo. También lleno de literatura, tanto como de chismorreo.

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