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Enoturismo, rutas y excursiones en el Alt Penedès

El paisaje que protege la diosa Deméter

19/11/2024 –

Actualizado: 25/10/2023

Fotografía: Alfredo Cáliz

El paso de los meses va ofreciendo una estampa distinta de colores y texturas en el Penedès. El potencial de la naturaleza, en un territorio donde se hermanan la montaña, el bosque, el viñedo, el olivar y el Mediterráneo, se vive todo el año a través del enoturismo, las rutas de senderismo o en bici por sus caminos de tierra, o conociendo un patrimonio cultural que bien merece un brindis con una burbujeante copa de cava.
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Apenas ha terminado la vendimia, adelantada otro año más, y el frío y las lluvias del otoño se resisten a hacer acto de presencia a principios de octubre. Las cepas, poco a poco, van desnudándose sin rubor y el verdor que lucían en verano, con el destello dorado de los racimos, muda en los tonos ocres, rojos y anaranjados que tiñen el paisaje del Penedès. Ahora reina el silencio y la tranquilidad en las bodegas de cava. Tras la frenética actividad de los meses de agosto y septiembre, es el turno del reposo de los mostos para su primera fermentación en depósitos de acero inoxidable y posteriormente su crianza en botellas, desde los nueve meses (como un bebé) a los más de diez años en algunos casos. Tras las viñas, toca la cosecha de los olivos, coprotagonistas de un entorno mutante con el paso de las estaciones y que protege bajo su manto Deméter, esa diosa de la agricultura y la fertilidad cuyo busto se encontró en un yacimiento íbero a las afueras de Avinyonet, considerado la cuna de la viticultura en Cataluña.

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La comarca del Alt Penedès, una de las cuatro que conforman el Penedès, ofrece al visitante numerosos planes para descubrirla, desde las Rutas del Vino -con sus bodegas, alojamientos, restaurantes, museos y tiendas especializadas- a diferentes excursiones, a pie o en bicicleta, por caminos de tierra o carreteras asfaltadas, donde encontrarse con un patrimonio cultural y paisajístico que bien merece un brindis (¡por supuesto, con cava!).

Enoturismo: del ‘terroir’ a la ‘catedral del cava’

El enoturismo gana cada año más y más adeptos. Y aunque es en tiempo de vendimia, durante los meses de agosto y septiembre, cuando más turistas se apuntan, las distintas fases del campo y la actividad permanente de las bodegas, “donde siempre hay vida”, hacen atractivas las visitas todo el año. Cada época tendrá sus colores, sus texturas, sus aromas y sus misterios. “De las cerca de 300 bodegas que hay en el Penedès, más de 70 abren las puertas de sus casas ofreciendo diversas propuestas enoturísticas, para todos los gustos y todos los bolsillos. Descubrirlo, a través de una copa y alrededor de una mesa, es la mejor manera de entender el territorio y, sobre todo, la pasión por la viticultura que lo hace posible”, señalan desde el Consorcio de Promoción Turística del Penedès. Nuestra propuesta es conocer una de las últimas bodegas que han comenzado con el enoturismo, y que no supera las 300.000 botellas de producción anual; y la bautizada como la catedral del cava, que enraíza sus orígenes a mediados del siglo XVI y que saca al mercado cada año más de 35 millones de espumosos.

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Los viñedos del Penedés están cobijados por la silueta serrada de Montserrat al norte, aunque a veces la calima o el ambiente turbio de los días muy calurosos no la dejan ver con total nitidez. “Es un privilegio tenerla siempre ahí presente”, asegura Marta Torelló Roca. Ella es la hija del bodeguero Agustí Torelló, vinculado con el mundo del cava desde su niñez y que puso en marcha, en 2012, el proyecto AT Roca en Sant Sadurní d'Anoia. En marzo de este año inauguraron la nueva bodega y las experiencias de enoturismo a escasos metros de la pequeña pedanía de Sant Sebastià dels Gorgs (Avinyonet). “Para nosotros lo más importante es el viñedo. De hecho, es una de las partes en las que más me detengo durante las visitas, porque es el origen de todo, de nuestras raíces; nuestra matria”.

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La familia cuenta con 17 hectáreas propias y otras 26 que les gestionan tres productores locales, en las que se cultivan las variedades autóctonas xarel·lo, macabeo, malvasía de Sitges y garnacha tinta. “A la mayoría de las visitas les encanta el contacto directo con la viña. Durante el verano, incluso les enseñamos a recoger los racimos de uva guiados por el maestro viticultor. En otoño toca la muda de las cepas; en invierno, la poda -que tradicionalmente se hacía en febrero pero que ahora, con el cambio climático, debemos posponerla hasta un marzo tardío para engañar a la planta y que no se vea afectada por una helada repentina-; y en primavera verán la espectacular floración de la uva”. Marta reconoce que son los estadounidenses, mayoritarios en las visitas entre semana, los más curiosos y preguntones. Los fines de semana y festivos, los grupos los conforman gente de Barcelona y familias del entorno.

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La máxima de AT Roca es que el trabajo en bodega “debe interferir lo mínimo posible con lo que nos ofrece el campo. De hecho, tenemos la obsesión de que la uva no se rompa y oxide, para que se exprese en su integridad durante la crianza”. Como peculiaridades, la viticultura es ecológica y regenerativa, con el uso de mostazas y legumbres para oxigenar las tierras; sus tres cavas de parcela única (Esparter, Pedregar y Els Gorgs) proceden de viñas de más de 40 años; tienen una crianza de 8 meses en fudres de madera antes de la segunda fermentación sobre lías, que va de los 60 meses mínimo para los dos primeros a los 100 del tercero; y aunque son brut nature, “para el licor de tiraje del embotellado usamos un concentrado de zumo de uva con las segundas fracciones del prensado”.

BODEGA AT ROCA - BV-2429, Km 23,8. Sant Sebastià dels Gorgs. Tel: 935 165 043.

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De las poco más de 250.000 botellas de AT Roca nos vamos a los más de 35 millones de espumosos que produce al año Codorníu. “Recibimos la visita de miles de personas llegadas de todos los rincones del mundo -entre semana son mayoritarios los procedentes de Estados Unidos, Bélgica, Reino Unido, Brasil o Canadá, además de las excursiones escolares; mientras que los fines de semana son un turismo más nacional y familiar-”, explica la guía Mariona Masana. La orgullosa saturniense nos ha recibido en la impresionante recepción de la bodega, lo que en su día fue la zona de expedición donde se hacían las labores manuales de etiquetado, protección y empaquetado de botellas y que recibió el sobrenombre de la catedral del cava. “Desde pequeñita he venido cientos de veces y no deja de maravillarme este espacio, uno de los grandes ejemplos del modernismo catalán de principios del siglo XX”, reconoce. En los años 70 se retiró el altillo y quedaron al descubierto sus arcos torales y parabólicos, sus vidrieras plomadas y lunetas que le dan ese aire catedralicio.

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La obra de este espacio, así como de las antiguas salas de prensado (hoy reconvertida en museo y sala polivalente donde se celebran desde bodas a conciertos y programas de televisión) y la bodega de fermentación las encargó Manuel Raventós al arquitecto modernista Josep Puig i Cadafalch. “Sin embargo, los orígenes de Codorníu se remontan muchos siglos atrás, a mediados del XVI, lo que nos confiere el honor de ser la bodega más antigua de España”. Toma el nombre del payés Jaume de Codorníu, que tuvo aquí su masía, sus viñedos y la pequeña bodega donde elaboraba vinos tranquilos y mistelas. Una de sus descendientes, Anna de Codorníu, se casará en 1659 con Miquel Raventós y aquí arranca la rama familiar que ha sido propietaria de la casa hasta 2018 (ese año entra como socio mayoritario el grupo de inversiones estadounidense Carlyle). A finales del siglo XIX, Josep Raventós es el que se anima a elaborar la primera botella de cava, con las técnicas aprendidas en Francia, “pero será su hijo mayor, Manuel, quien le da el gran impulso comercial, desarrollando una gran bodega, de estructura ya industrial con prensas hidráulicas, con la construcción de las grandes salas y quien cosecha los grandes éxitos que se han mantenido hasta hoy”.

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Uno de los atractivos de Codorníu para los enoturistas es la impresionante bodega original en la que Josep Raventós elaboró el primer cava en 1872 y donde hoy se crían los cavas de paraje calificado La Pleta, La Fideuera y El Tros Nou. “Está ubicada a 20 metros de profundidad y construida a pico y pala. Junto a las otras tres plantas que conforman la antigua sala de fermentación, tiene una extensión de 30 kilómetros de pasillos, con capacidad para almacenar hasta 90 millones de botellas”, va detallando Mariona mientras conduce el trenecito con el que se recorre parte del espacio. Será en la antigua residencia familiar, también obra de Puig i Cadafalch, donde se realizan las catas (cuentan con cuatro gamas de cavas: los clásicos y originales Cuvée, Extra y Clásico; las juveniles versiones de Anna; la colección artesanal Ars Collecta; y los cavas de paraje calificados, donde se incluye la joya de la corona, el 459, un coupage con las mejores parcelas de los tres parajes y que no se elabora todas las añadas).

BODEGA CODORNÍU - Avda. Jaume Codorniu, s/n. Sant Sadurní d'Anoia. Tel: 935 051 551.

Paisajes a pie o sobre ruedas

Además de visitar bodegas -algunas han puesto en marcha los wine bar donde se reúnen las cuadrillas de amigos para probar sus vinos y picar algo a la hora del aperitivo o en el tardeo veraniego-, otro de los atractivos que más se potencia en el Penedès es su patrimonio paisajístico. Las rutas para recorrer a pie o en bicicleta son numerosas y llenas de contrastes: del interior montañoso, al Mediterráneo, pasando por las llanuras de los viñedos; de los turísticos municipios de la costa, como Sitges y Vilanova i la Geltrú, a los tranquilos pueblos, protegidos entre colinas, de Pontons, La Llacuna o Sant Joan de Mediona.

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En el norte de la comarca del Alt Penedès nos encontramos con el Camí del Riu, un recorrido de poco más de 40 kilómetros donde el agua es protagonista. En primavera y verano es habitual ver a locales y turistas refrescarse en las cascadas y pèlag (pozas) que se suceden en el cauce del Mediona-Bitlles. Para los senderistas, el río ha perfilado un desfiladero donde abundan los pinos blancos y las encinas -así como los robellones (níscalos) y camagrocs (rebozuelos) en otoño- y donde a veces se dejan ver jabalíes, visones y escaladores profesionales agarrados a sus paredes escarpadas.

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Al sur, limítrofe con el Baix Penedès y Garraf, se ubica el Pantano de Foix, uno de los pocos humedales que quedan en esta zona de secano de la provincia de Barcelona. Pinos, álamos y encinas se reflejan, junto a la silueta del pueblo de aire medieval de Castellet i la Gornal, en el agua color esmeralda de esta obra hidráulica. Las sinuosas curvas de la carretera BV 2115 que circunvala el pantano son un reclamo diario de ciclistas y motociclistas. Y para vistas panorámicas, las que ofrecen los distintos miradores del plá, como el de La Cadira, una silla gigante que se erige sobre la pequeña colina de la Malgranada (Torrelavit); El Circell, elevado sobre Les Gunyoles (Avinyonet) para contemplar viñedos, olivares y melocotoneros de Ordal; o San Pau, sobre la ermita del mismo nombre en Vilafranca.

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Monasterios, castillos y un yacimiento íbero

Terminamos este recorrido por el Alt Penedès con algunas paradas en su patrimonio cultural. Son numerosos los castillos de origen medieval de estas tierras (desde el Conjunto Monumental de La Roca, en San Martín Sarroca, a los que se erigen en Subirats, Castellet, Gélida, Mediona o el de Penyafort). Muy recomendable es la visita al Monasterio de Sant Sebastià dels Gorgs, un antiguo cenobio benedictino del siglo XI con un claustro románico de gran belleza escultórica y que se ubica en una pedanía de apenas 90 vecinos censados rodeada de numerosas bodegas.

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Y a un pequeño paseo de ahí, nos encontramos con el yacimiento íbero de Font de la Canya, descubierto casualmente en 1997 por un vecino y que es un viaje en el tiempo para conocer el origen de la viticultura. En este campo de silos y centro de mercancías del mundo íbero, se han hallado restos que recorren más de 600 años de historia (desde el siglo VII al I a.C.). Los arqueólogos consideran, con los vestigios recabados, que fue en estas tierras donde se originó el cultivo de la vid en Cataluña. Por eso el busto de la diosa Deméter es la imagen de la DO Penedés. ¡Qué nos guarde y proteja las viñas!

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