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Fragas do Eume (A Coruña)

El bosque donde habitan los trasgos

Actualizado: 05/10/2017

En Galicia hay bosques de cuento llenos de misterios, vegetación milenaria, ríos con puentes colgantes y monasterios incrustados en lo alto del monte. Por aquí los llaman Fragas do Eume. ¿Te vienes a verlos?
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Mitad parque natural, mitad bosque encantado. Cuando te adentras en las Fragas do Eume, un bosque milenario con superficie equivalente a unos 10.000 campos de fútbol, la verdad, se te olvida lo primero. Al bordear el río Eume por caminos cubiertos por robles, castaños y musgo, mientras descubres monasterios perdidos o cruzas puentes colgantes, bien podrías cruzarte con un trasgo o una ninfa.

El runner de las Fragas, recorriendo el Camiño dos Encomendeiros.
El runner de las Fragas, recorriendo el Camiño dos Encomendeiros.

Vale, trasgos no vimos. Pero estamos convencidos de que si tuvieran que elegir algún lugar en el que vivir seguramente sería aquí, en las Fragas do Eume. Una maravilla de la naturaleza que extiende sus 9.125 hectáreas de la más autóctona vegetación gallega acompañando al río Eume a su paso por las comarcas de Pontedeume, Cabanas, A Capela, Monfero y As Pontes de García Rodríguez, en A Coruña. Declarado Parque Natural en 1997, estamos en uno de los bosques atlánticos –esto es, aquellos próximos al océano del mismo nombre, que antes poblaban nuestras tierras a sus anchas y hoy andan en vías de extinción– mejor conservados de Europa. Tendrías que subirte hasta Irlanda para ver uno similar.

Helechos del Periodo Terciario (justo después de los dinosaurios) se asoman al río Eume.
Helechos del Periodo Terciario (justo después de los dinosaurios) se asoman al río Eume.

En Galicia, una fraga es un bosque tupido, tan espeso que casi no deja pasar la luz y, aquella que lo consigue, entra tamizada entre la frondosa maraña de ramas de sus árboles. La vegetación, el agua y el clima de las Fragas do Eume, caracterizado por una humedad y una temperatura que se mantienen estables la mayor parte del año, son los pilares de la proliferación y mantenimiento de un complicado y rico ecosistema. Para un paseante medio, el ambiente es especial y la sensación, cuando penetras en sus caminos y surcos, es la de adentrarse en un bosque frondoso, misterioso y antiguo, muy antiguo. Lo cual es cierto, fíjate bien, porque estás caminando entre, por ejemplo, especies de helecho que se mantienen intactas desde el Periodo Terciario –justo después del paso a mejor vida de los dinosaurios– al mantener las Fragas el clima subtropical de aquella época.

Pequeña presa en el Eume, recorriendo el Camiño dos Encomendeiros.
Pequeña presa en el Eume, recorriendo el Camiño dos Encomendeiros.

Las rutas

Hay tres formas de adentrarte en las Fragas do Eume. Por el Portal de Monfero, al sur del parque, por el Portal de A Capela, situado al norte, y por el Portal de Caaveiro, al oeste, en Pontedeume. Hay dos centros de visitantes (en el portal de Caaveiro y en el de A Capela) con mucha y buena información sobre las rutas y las zonas de más interés aunque, para primerizos, puede que la más recomendable sea la que tiene su inicio por el portal de Caaveiro y que lleva hasta una de las joyas del parque, el monasterio que da nombre al portal, perdido en la cima de este bosque selvático parado en el tiempo.

Pueden alquilarse bicis para recorrer algunas rutas.
Pueden alquilarse bicis para recorrer algunas rutas.

La ruta se llama Camiño dos Encomendeiros y discurre junto al Eume, cuyo runrún se integra bárbaramente con el canto de los pájaros y demás aves que pueblan la zona a lo largo de una carretera asfaltada y un sendero de tierra, enfrentados uno y otro a ambos lados del río. Puede hacerse andando (entre 3 y 4 horas / ida) o en bicicleta. En temporada baja también puedes pasar con el coche y dejarlo a los pies del camino que sube montaña arriba hacia el Monasterio. Vayas como vayas, recomendamos hacer paradas, al menos un par de ellas para marcarse un Indiana Jones en los dos puentes colgantes que atraviesan el río.

El Monasterio de Caaveiro, en lo alto de la Fragua.
El Monasterio de Caaveiro, en lo alto de la Fragua.

Al final del camino, se abandona el Eume –y el coche– y se coge una senda de piedra cuesta arriba para descubrir el aislado monasterio de San Juan de Caaveiro, que da al perdido en medio del monte una nueva definición. Fue fundado a finales del siglo IX y se esconde, literalmente, en lo alto de la fraga. La restauración del complejo del monasterio, que acogió a monjes y visitantes en busca de retiro hasta el siglo XVIII, por parte de la Diputación de A Coruña permite al visitante adentrarse en las estancias de los monjes, la iglesia o la sacristía.

La terracita de la Taberna de Caaveiro, bien integrada en el monte.
La terracita de la Taberna de Caaveiro, bien integrada en el monte.

Muy recomendable, como lo es pararse a tomar un refrigerio en la Taberna de Caaveiro, ubicada en el propio complejo monacal, antes de emprender el camino de vuelta. Tienen bebidas, bocatas, tartas, tapas frías y alguna caliente. A pesar de que en temporada alta abre todos los días, en temporada baja, a partir del 30 de septiembre, la taberna abre viernes, fines de semana y festivos.

El camino de tierra que discurre en uno de los lados del río Eume, en el Camiño dos Encomendeiros.
El camino de tierra que discurre en uno de los lados del río Eume, en el Camiño dos Encomendeiros.

El Parque integra otro monasterio, el de Santa María de Monfero, del siglo XII, que también merece la pena visitar antes de que lo descubra algún localizador de exteriores de Juego de Tronos. En esa zona, la más alta del parque, donde está el embalse, discurre la Ruta de Carqueiros, una caminata de una hora y media que atraviesa un bosque de robles y castaños y que incluye el mirador da Carboeira, con vistas sobre el embalse y el río.

Los puentes colgantes convierten este bosque en una aventura.
Los puentes colgantes convierten este bosque en una aventura.

Por la Ruta de Ventureira, en la zona de A Capela, puedes curiosear por la ladera que acoge una antigua central hidroeléctrica abandonada, con su aire misterioso, sus escaleras de piedra, su maquinaria corroída y su vegetación implacable e invasora. En esta zona de A Capela puedes además tomar un desvío señalizado e internarte en el bosque por una senda que te llevará –andando– hasta el Monasterio de Caaveiro.

Una central hidroeléctrica abandonada y comida por la vegetación en A Capela.
Una central hidroeléctrica abandonada y comida por la vegetación en A Capela.

Sea cual sea tu ruta, pasear rodeado de robles y castaños que convierten el camino en un precioso túnel verde, pararse a ver las pequeñas cascadas que traen agua al río y escuchar son actividades muy recomendables en este parque. Esquivar castañas-proyectil y alucinar con el baile de hojas que caen sobre el río, pintándolo momentáneamente de amarillo, son otras, que por algo estamos empezando con el otoño. La fauna aquí es abundante, aunque esquiva. Nosotros vemos –más bien espantamos, que venimos de ciudad– a un pato que levanta el vuelo desde el agua, aunque después nos resarcimos logrando posados-robados de libélula y lagartija.

Posados-robados de la esquiva fauna de las Fraguas.
Posados-robados de la esquiva fauna de las Fraguas.

Andar, navegar, pescar…

A falta de meigas y ninfas visibles, a pesar de que la temporada alta ha llegado oficialmente a su fin, actualmente merodean por el parque trabajadores y no pocos turistas, locales y extranjeros. Un trío llega desde País Vasco, una pandilla de gallegos, una francesa… Hasta un runner nos cruzamos. Y pescadores, muchos pescadores, que apuran la vigencia del coto de pesca en el parque, que finaliza el 30 de septiembre. Vemos a uno alejarse en kayak, con su caña colgando, saludamos a otro mimetizado con el ambiente en la orilla opuesta del río y nos paramos con Alberto y con Miguel, dos amigos que tres veces por semana se desplazan desde Boimorto y Santiago, respectivamente, para pasar un día de pesca en las Fragas.

Alberto y Miguel nos enseñan cómo se pesca en una de las salidas de cemento construidas para gusto de Franco.
Alberto y Miguel nos enseñan cómo se pesca en una de las salidas de cemento construidas para gusto de Franco.

Alberto, que nos muestra orgulloso sus anzuelos artesanos –unos pequeños pececillos que él mismo labra y pinta a mano y que se mueven en el agua como el pez más avezado– lleva 50 años viniendo, desde los 13 años, cuando le trajo su padre. Miguel, desde hace 10. Ambos tienen permiso, que renuevan cada día, para pescar hasta cinco reos, que es una especie protegida entre la trucha y el salmón. Se tiran horas, apostados en unas salidas de cemento construidas para que Franco, un asiduo a la pesca en las Fragas do Eume, le diera a la caña con comodidad. "Bueno, para el Caudillo las hicieron pero ahora nosotros las usamos".

Alberto nos muestra sus anzuelos artesanos. Puede hacer 25 peces en 15 días.
Alberto nos muestra sus anzuelos artesanos. Puede hacer 25 peces en 15 días.

Por si después de tanto paseo te entra el hambre, en el parque encontrarás preciosas áreas de descanso con sus merenderos al borde del río, por lo que una buena opción es llevarse algo para tomar allí. Si no quieres cargar, además de la taberna del monasterio, el restaurante 'Andarubel' situado en el Portal de Caaveiro es una buena opción. Ahí puedes también alquilar bicicletas y kayaks. Si te aprieta el gusanillo y quieres quedarte a dormir, 'Casa Piñeiro' es una casa rural dentro de los límites del parque. Ya fuera, a golpe de 15 minutos en coche, siempre hay buenas opciones en las localidades que acogen este bosque encantado, como la tasca 'Compostela' en Pontedeume o 'Casa Toñita' en Capela.

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